En la travesía de Dante por el infierno, por
el purgatorio y el paraíso, reseñada en su obra: La Divina Comedia (1307-1321),
con la cual recoge lo mejor de la filosofía y la teología medieval, al llegar
al purgatorio apunta: “Oh espíritu”, “ si te halaga poderme hablar, procura que
te entienda y tu voz a los dos nos satisfaga”. Este hombre considerado el padre
de la literatura italiana, nos dejó en su poema la esencia profunda del
diálogo. Hoy lo recordamos, porque
Venezuela perdió ese espíritu, y no sólo eso, sino que tampoco encuentra quién
la entienda o quién le sirva de interlocutor válido.
Dante podría decirnos que estamos en el
infierno, y sino fuera por la profunda fe que tenemos en Dios, porque lo
sentimos en nuestro corazón, hasta podríamos creerle, porque el fundador de la
OPEP, Juan Pablo Pérez Alfonzo, en sus tiempos de vida, nos advirtió que el
petróleo era el excremento del diablo, y si eso es así, entonces no hay duda de
que por allí anda, no desde ahora, sino desde hace tiempo, pero ahora por lo
que sucede en corrupción, hambre, muerte y miseria, se siente más su presencia y
su desagradable influencia. Venezuela vive una inversión de valores donde la
impunidad convirtió al delincuente en un hombre de influencia, y al trabajador
en un perseguido o amenazado por quienes sustentan el poder.
Se
nota la ausencia de un líder. Pareciera que su falta nos haya puesto como al
pueblo de Dios al salir de Egipto. Los israelitas, después de cruzar el Mar
Rojo, ayudados por Dios y liderados por Moisés, tomaron el desierto y al
presentársele otras dificultades para continuar hasta la tierra prometida, su
líder, Moisés, fue llamado por Dios al monte de Sinaí, y el pueblo al ver que
tardaba en bajar, “acudió en masa ante Aarón y
le dijo: -Fabrícanos un dios que vaya delante de nosotros; porque no
sabemos qué le ha pasado a ese Moisés que nos sacó de Egipto. Aarón y el pueblo
construyeron un ternero de oro y les dijo: Éste es tu dios, Israel, que te sacó
de Egipto. Después le edificaron un altar, le ofrecieron holocaustos y
sacrificios de comunión, se sentaron a comer y a beber y después danzaron.
Entonces el Señor dijo a Moisés: -Anda, baja del monte, que se ha perdido tu
pueblo, el que tú sacaste de Egipto. Pronto se han desviado del camino que yo
les había señalado.
En realidad no es la primera vez que los
pueblos se desvían del camino de Dios. El mal nos llama para que nos sentemos
en el banquete de la tentación, de la vida fácil, de la intriga, disfrutar de
los bienes ajenos, la burla y la carcajada. Las alianzas del hombre con Dios,
lograron la salvación del hombre, sólo cuando Dios decidió enviar a su Hijo y
lo hizo hombre para salvar a la humanidad, entregando su vida por nosotros y
ofrecernos la vida eterna. En tiempos de Cuaresma, como el que estamos
viviendo, deberíamos sentirnos compañeros de Jesús de Nazaret en el desierto,
cuando venció al mal al enfrentarlo con el conocimiento de la palabra de Dios y
la oración constante a Nuestro Señor, guiado por la fuerza del Espíritu Santo.
Hoy Venezuela llora. Entre los adversarios el
diálogo se ha hecho imposible, nadie cree en nadie, no hay confianza, no hay
voz que satisfaga a la otra. Incluso, entre los partidarios de las diferentes
toldas políticas y de una misma corriente, se hace difícil el entendimiento.
Sólo nos salva que no hemos llegado al punto de la anarquía total. Gracias a
Dios que todavía tenemos el arma del voto, confianza en las elecciones
parlamentarias y un alto rechazo al gobierno que nos oprime, pero debemos
preparar las urnas, los centros de votación, cuidar y cobrar los votos. Esta
será la paliza del siglo, porque hagan lo que hagan, el triunfo será nuestro.
Habrá unidad al comienzo del combate y lograremos la mayoría en la Asamblea
Nacional, se los aseguro.
El
adversario nos quiere distraer con gritos de guerra, porque sabe que está
perdido en las urnas. Esos son disparos a la sombra que dejan sus propios potes
de humo. Y nosotros, debemos dejar de construir el “ternero de oro”, el dios de
los antivalores, el dios de las dictaduras. Busquemos el amor de Dios, el amor
eterno. Ayudemos a nuestra patria con un liderazgo colectivo, unidos como
nunca, y tengamos fe en Dios que pronto retomaremos el camino que
desgraciadamente desviamos. El triunfo será nuestro, en el nombre de Dios y
para el bien de nuestra patria.
Lenin Valero Gelvez
leninvalero1@hotmail.com
@leninvalero2
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