sábado, 21 de marzo de 2015

GOLFREDO DÁVILA, 8VO ANIVERSARIO DE VANGUARDIA POPULAR

Este 11 de marzo se cumplieron 8 años de nuestra organización, en medio de una realidad muy adversa, lo cual supone retos más exigentes. Nuestro partido, desde su origen, ha procurado acompañar su accionar en la calle con un intenso debate democrático en torno a la crisis y sobre cuáles son las reales posibilidades de lograr un cambio favorable a los interés de las grandes mayorías nacionales. Hoy llegamos a la conclusión de que es necesario un Cambio de Rumbo que se concreta un Gobierno de Unidad Nacional que reconcilie a los venezolanos y convoque la voluntad y el compromiso de todos, para encarar el reto de reconstruir un país deteriorado en lo económico, social, político, institucional y moral.

Vanguardia popular ha caracterizado al régimen en sus dos dimensiones, por los hechos y en el plano de sus ideas y su discurso. En relación con los hechos, hemos afirmado que el régimen chavista boliburgués fracasó. Frustró las expectativas de cambio del pueblo. En estos 16 años en el poder, habiendo contado con más de billón 500.000 millones de dólares, muchos más que los administrados en los 168 años anteriores de vida republicana, lejos de avanzar retrocedimos al siglo XIX. Ningún otro gobierno ha tenido tantos recursos, poder político y respaldo popular como este régimen. Pero la arrogancia, la corrupción, la ineficiencia y un modelo económico y político inviable, lo condujeron al actual caos.

Exacerbó el esquema rentista-petrolero que en Venezuela tiene ya 100 años, cuyos principales rasgos son: capitalismo dependiente, monoproductor, monoexportador, importador y distribuidor de renta, con un alto componente estatista. A su amparo se articula una nueva burguesía escasamente emprendedora y productiva, que se alimenta del negocio petrolero y las contrataciones con el Estado, de las importaciones, la especulación financiera y la corrupción. Su complemento es un sector estatal de la economía, engañosamente llamado de economía social, que es un desaguadero de finanzas y recursos de la nación; un verdadero monumento a la improductividad, la ineficacia y la corrupción; negador de los derechos laborales y sindicales de sus trabajadores.

Ha reforzado una economía de puertos que promedia entre $35.000 y $45.000 millones anuales en importaciones, reducen drásticamente nuestras exportaciones y se hipoteca vergonzosamente la soberanía nacional frente a poderes foráneos. Destruye el aparato productivo nacional, lleva la ruina al campo, quiebra las empresas de la CVG y debilita la capacidad productiva y financiera de PDVSA.

Dicho modelo se acompaña de un andamiaje de poder político de carácter autoritario y despótico, de vocación hegemónica y totalitaria, malamente encubierto tras las formalidades democráticas, que se alimenta del fascismo, de la tradición caudillista y militarista del siglo XIX y buena parte del siglo XX venezolano y latinoamericano y del viejo revisionismo, que al interior del marxismo, condujo al fracaso y las aberraciones en que devinieron los ensayos “socialistas” en el mundo. Este es un modelo que es ajeno a los planteamientos revolucionarios y socialistas, por el contrario, es conservador, reaccionario y represivo, por tanto debe ser superado por un nuevo modelo que de verdad resuelva los males que secularmente ha padecido el país.

En el país se ha resquebrajado la convivencia social y se ha perdido el valor de la vida, se han impuesto las formas más terribles de la violencia y el crimen, a lo que se suma la angustia que padece el pueblo en un largo peregrinar de cola en cola, todos los días y por largas horas, para procurarse los productos básicos que le aseguren su existencia. Ninguna de las medidas anunciadas por el gobierno resolverá la escasez, la carestía, la crisis de los servicios públicos o la inseguridad. Por el contrario, la tendencia es al empeoramiento de la situación, toda vez que el gobierno acude a un paquete de ajustes neoliberales, de inspiración fondomonetarista, que se desarrolla gradualmente, al amparo del discurso embustero sobre la “guerra económica” y condicionado por las elecciones parlamentarias previstas para este año.

Es necesario un programa de emergencia que siente las bases para la construcción de una economía mixta, armónica, diversificada y productiva, que coloque al ser humano como sujeto y destinatario del desarrollo y en armonía con la naturaleza, que esté sustentado en una sólida base ética y moral, de profundo contenido social y de clara vocación democrática, en el que la justicia social se haga compatible con el ejercicio de las libertades democráticas y el respeto de los derechos humanos, y el progreso armonice con el resguardo de la soberanía nacional.

O cambia la política o cambiamos al gobierno. Los imperativos de la hora presente demandan no sólo la unidad de la oposición, sino de la unidad nacional, para transformar esta realidad. Es la hora de encauzar el profundo y extendido malestar social reinante para convertirlo en torrente de luchas por los derechos y reivindicaciones populares, por mejores condiciones de vida y trabajo y por construir un país con SOBERANÍA, DEMOCRACIA, PROGRESO Y JUSTICIA SOCIAL.

Golfredo Davila
golfredodavila@gmail.com
@golfredodavila

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