Recuerdos es una palabra que comienza con la letra «R», lo mismo
que la palabra raíces.
Los recuerdos los comenzamos a guardar cuando empezamos a escuchar nuestros
propios pasos; pero el ruido del ayer se hace cada vez más intenso, porque es
nuestra propia marcha. Es desandar las veredas recorridas.
Y…
al desandar soñamos; porque recordar nuestras raíces es soñar el ayer.
Nací en este suelo, por eso afirmo que soy
geológicamente tachirense. Los habitantes de estas montañas son gente que teje y desteje sus desflecados sueños en los telares
de su esperanza, gente que arrulla
ilusiones en pequeñas canastas de mimbre.
Por estos días recordamos que hace ya más de
cuarenta madrugadas acompañamos a los labradores de estas tierras en la hermosa
jornada de echar las semillas para la siembra generosa de nuestra Universidad.
Teníamos plena conciencia ayer y hoy que el labrador que guía los bueyes y al arado ha de mantener su vista hacia
delante, mientras sus manos sostienen la mancera.
Volvemos
la mirada al Táchira de Mil Novecientos Setenta y Cuatro para recordar que el estruendo de nuestra exigencia resonó hasta
Miraflores. Las calles, veredas y conucos era una gigantesca marea para exigir
una Universidad para esta tierra de extraordinarias manifestaciones culturales.
Ahora los herederos de la gran Revolución Comunera tomamos la bandera educativa
para exigir la apertura de una Casa de Educación Superior. En aquella hora hace cuarenta y una
madrugadas nació la Universidad Nacional Experimental del Táchira
En
ese histórico instante, quienes somos
geológicamente tachirenses fuimos dibujados por el texto del Salmo
dieciocho que afirma: «El
pueblo se llenó de alegría y se levantó como un gigante, para recorrer a prisa
el camino». Hoy volvemos
orgullosamente la vista al pasado, pero creemos esperanzadamente en el futuro de la «UNET», que acumula tiempo vivido pero que se
abre a la posteridad como estímulo para salir al encuentro de lo que está por
venir.
Los
Tachirenses se levantaron ayer como gigantes anticipativos, con las manecillas
del reloj adelantadas, porque saben siempre ir por delante. Los Tachirenses se
levantaron ayer como gigantes inconformistas, a contracorriente del agobiante
centralismo, porque nunca renunciamos a nuestra identidad.
Los
Tachirenses se levantaron ayer como gigantes que abrieron caminos inéditos, que
descubrieron manantiales, que cultivaron
campos sin trillar. Los Tachirenses se levantaron ayer como gigantes de
fe poderosa, porque cuando se sabe ver lo invisible, se atreve a hacer lo
imposible. Los Tachirenses se levantaron ayer como gigantes desplegadores de
sueños, sueños límpidamente ambiciosos ante los que los más audaces siempre se
quedarán cortos.
La Universidad de los Tachirenses ha florecido
en más de cuarenta primaveras en nuestro suelo.
Al saludar y felicitar a la comunidad universitaria de la «UNET», resulta prudente recordar que en sus
aulas, talleres y laboratorios se libra la noble batalla de la inteligencia.
Buen momento para que Venezuela vuelva su mirada hacia la «UNET»
y aprenda que la ruta que debe transitar la patria grande debe ser el camino
del esfuerzo y de la imaginación humana. La
peor forma de colonialismo es aquella que resulta de la incapacidad para
ganar el desarrollo. Responder a las exigencias científicas y tecnológicas de
los tiempos supone que exista una mística de patria joven como la que se vive
en la «UNET».
La patria reclama su derecho a la esperanza,
al amor y a la grandeza y para eso Venezuela necesita médicos que le curen sus
males. Venezuela requiere de arquitectos que conviertan en formas sus
ilusiones. Venezuela reclama de ingenieros para construir sus caminos.
Venezuela solicita técnicos para mover sus engranajes. Venezuela exige
científicos que experimenten en laboratorios terrenales. Venezuela reclama de
Psicólogos que la entiendan, de Sociólogos que la expliquen, de Historiadores
que la hagan recordar, de Geógrafos que la retraten, de Periodistas que le
enseñan verdades, de poetas que le escriban sonetos, de músicos que le canten.
Venezuela busca afanosamente maestros para liberarse de la ignorancia y romper
las cadenas de la dependencia.
Como los labradores de mi tierra, cada
madrugada la «UNET» echa las semillas
para la siembra generosa de profesionales que salen vestidos con la toga y el
birrete de color ético.
Aprovecho para elevar un salmo de gratitud al viejo Santo Cristo de La
Grita, pues en la «UNET» que es un templo del
saber, vive una comunidad que pertenece a
esa raza de hombres que viven de pie.
De pie
porque no tiene noche el día para el descanso. De pie, porque no hay dolor ni
herida que los tire en tierra. De pie, pues la «UNET» no sabe arrodillarse… La
«UNET» es una Universidad de Pie.
Escribe:
Profesor Felipe Guerrero
E-mail:
felipeguerrero11@gmail.com
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