domingo, 29 de marzo de 2015

ANTONIO J. BENITEZ, LOS OTROS Y NOSOSTROS, DESDE FRANCIA,

Meses antes de iniciarse la campaña para la elección presidencial de 1999 todavía se observaban viejos graffitis en las paredes de Caracas con letreros representando una plegaria del pueblo, implorando, “presidente, amárrese los pantalones” Era un mensaje al presidente Caldera al inicio de su último mandato que llevaba implícito un llamado  concreto para que llevara adelante un gobierno fuerte y honesto que le permitiera resolver los harto conocidos problemas que hasta la época veníamos sufriendo los venezolanos.  Al final de su mandato en 1999 los problemas no solo no habían sido resueltos sino que más bien tendían a empeorar.  Y ahí llegó Hugo Chávez con la promesa de por fin, resolver los problemas que nos azotaban.  Su plan de gobierno fue aceptado por una amplia mayoría de nuestros compatriotas.

La democracia estaba estancada y sus líderes hasta la fecha no la habían cuestionado para pedirle, por qué no nos aseguraba los buenos resultados que ella le brindaba a los países de larga tradición democrática. Les faltó lucidez para ver en el fondo la infinita capacidad de la democracia para aceptar la perfectibilidad.

Con una cultura democrática incipiente, la carga emocional colmó la política y llevó al pueblo y sus líderes, a soñar, a creer, que por fin, ese era el momento de enrumbar definitivamente a nuestro país por el buen camino, el camino del desarrollo.  Pero, soñar y creer a ojos cerrados sin la reflexión necesaria como base de apuesta a la democracia no es suficiente. Soñar es fuerza de motivación, pero se necesita reforzarla con pragmatismo político de buen gobierno al largo plazo y visión de estado. Eso nos ha faltado.  Eso es lo que han hecho muchos otros países, países  jóvenes, contemporáneos del nuestro y cuyos resultados en términos de bienestar social y desarrollo industrial y tecnológico están a la vista, ejemplo para mencionar algunos: EUA, Canadá, Australia, sin mencionar a los países de Europa occidental.  

Aunque sus sociedades han sido afectadas por la delincuencia, crimen y corrupción, males que de manera crónica han afectado a la sociedad Venezolana, ellos hacen, de manera permanente, todo lo posible para reducir esos males a su mas mínima expresión liberando a sus pueblos para las tareas de desarrollo.  Esa es la diferencia fundamental que distingue a esos países del nuestro. ¿Sera que son superiores a nosotros, serán más inteligentes que nosotros?  Definitivamente no.  No somos ni inferiores ni menos inteligentes que otros pueblos.  Tenemos todo lo que se necesita para construir un gran país democrático.  Tenemos los recursos humanos  y suficientes recursos materiales que  la naturaleza ha puesto a nuestra disposición.  

La diferencia fundamental entre esas sociedades y la nuestra es la disciplina, la responsabilidad, la férrea determinación para adherir y respetar el pacto social, a luchar por su cumplimiento y tener la lucidez para corregir los desvíos de la democracia, perfeccionándola  cuando así lo demuestre la evolución de la sociedad.  Siendo la democracia de Estados Unidos de América un ejemplo emblemático

En su constitución originaria sentaron las bases del Estado para la eternidad. Después de más de 200 años sigue siendo el pilar institucional fundamental del país, inmodificable, pero reforzada por medio de enmiendas (Amendments) en respuesta a las nuevas necesidades de la sociedad.

Esta reflexión nos conduce necesariamente a preguntarnos, donde estamos hoy nosotros. La respuesta nos la dan los innumerables observadores del acontecer nacional  quienes dan cuenta regularmente de la situación que se vive en el país.  Con algunas excepciones en el área social,  la situación hoy  podría estar peor que la que encontró el presidente Chávez  a su llegada al poder.  La delincuencia, el crimen y la corrupción forman parte de la vida cotidiana, servicios de salud colapsados  y lo nuevo, grave escasez  de productos  esenciales al sustento de la vida diaria. La marea de problemas la sufrimos todos nosotros por igual sin distingo ideológico.

Y los otros, quienes viven en países desarrollados, donde están?  De su enfoque de los problemas de la sociedad y de su forma de gobierno reciben como premio el gran beneficio  que les brinda el alto nivel de vida.  Amparados por la seguridad ciudadana y jurídica, en el ámbito económico, los ciudadanos tienen la libertad de dar rienda suelta a su imaginación para innovar y producir abundantes bienes y servicios para satisfacer las necesidades de toda la ciudadanía,  sin más limitaciones que las que impone la libre competencia en el marco de la ley de la oferta y la demanda.  Para garantizar la soberanía nacional y el mantenimiento del papel de potencia solo necesitan del desarrollo educacional, científico y tecnológico a lo cual colabora estrechamente el sector público y privado, cada uno aportando el recurso humano y las inversiones de capital.

Las bajas tasas delictuales aseguran la seguridad ciudadana gracias a lo cual sus habitantes pueden disfrutar de su tiempo libre para paseos de  toda índole o desplazamientos profesionales  sin el temor de agresión, de secuestro o de ser asesinados. En esas sociedades el ciudadano común es conminado a cumplir la ley y el delito tiene un alto precio gracias a la  severa y estricta aplicación de la ley que no da lugar a la impunidad.  No se observan colas, excepto de aquellas en cines, teatros o museos donde el transeúnte se aglomera en busca de alimento para el espíritu. Los turistas del mundo entero fluyen por doquier, 

Francia por ejemplo es visitada por más de 70 millones al año, más que su población total. Disponen de excelentes servicios de salud y algunos son tan prestigiosos como los de Francia que esporádicamente reciben altos dignatarios de los países del Mediterráneo en busca de atención médica de calidad  porque no confían en la de sus propios países.  

Todo esto lo sabe nuestro presidente Nicolás Maduro a través de testigos directos como lo son nuestros diplomáticos.  Pero esos pueblos no son diferentes a nosotros. El pueblo venezolano no es ni más ni menos delincuente, criminal o corrupto que ellos.  Simplemente en los países democráticos que controlan exitosamente esos males se aplican de manera sistemática métodos represivos y preventivos idóneos, métodos que bien pudieran servirnos de inspiración para mejorar nuestros servicios hasta nivelarlos a la altura de lo que ellos hacen.  Y al ver lo que los otros hacen, nos preguntamos, qué nos pasa a nosotros.  Y la pregunta la escuchamos también hasta de más allá de nuestras fronteras.

Podemos hacer de Venezuela un gran país, un país decente, honesto y pacífico.  No olvidemos que nuestros libertadores, entre todo lo bueno que nos han legado está el ejemplo de honestidad.  Bolívar decretó en 1824 la pena de muerte para los ciudadanos que hayan sustraído dinero de los fondos públicos  y  el Mariscal Antonio José de Sucre al final de su mandato como presidente de Bolivia en 1828, mandato que se caracterizó entre otros, por la pulcritud en el manejo de las finanzas públicas del  nuevo estado, declara en su mensaje de despedida al Congreso  que "…en el retiro de mi vida veré mis cicatrices; y nunca me arrepentiré de llevarlas, cuando me recuerden que para formar a Bolivia preferí el imperio de las leyes a ser tirano o el verdugo que llevará siempre una espada pendiente sobre la cabeza de los ciudadanos…" Y al final de esa proclama solo pide al congreso boliviano, como premio a su esfuerzo, que se levante la inmunidad que le garantizaba la Constitución para que su obra fuera examinada "escrupulosamente", comprometiéndose a someterse al fallo de las leyes si alguna irregularidad le fuera encontrada.    


Podemos, al fin, convertir a Venezuela en una potencia. Nuestros líderes han ignorado el consejo, hoy más vigente que nunca, de un español americanista en los albores de nuestra independencia: José María Blanco White, buen amigo de Juan Germán Roscio, aconsejaba a los españoles americanos en 1812, en particular a los venezolanos, que “.. insistan en ser soberanos de su industria, y créanme que más cerca están de este modo  de la soberanía política…. El comercio es quien decide la superioridad respectiva de los pueblos”. Blanco White El Español  y la independencia Hispanoamericana.  Juan Goytisolo. Santillana Ediciones Generales, S L., Madrid 2010

Antonio J. Benitez
abenitezj@aol.com
@abenitezj

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