miércoles, 25 de febrero de 2015

SAÚL GODOY GÓMEZ, EL PUNTO DE VISTA Y LA HISTORIA,

Soy un historiador aficionado y un regular lector de la historia, que como sabemos, continuamente esta produciendo documentos, recuentos y versiones cada vez mas informadas y profundas sobre los eventos humanos del pasado, y sucede que hay algunos historiadores que aparte de que son muy buenos en su trabajo, son además excelentes escritores, que han logrado hacerse con un estilo y una voz que les han logrado un publico de seguidores y algunas de sus obras hasta han alcanzado el estatus de “best sellers” en el mercado editorial.

Nuestro país no ha escapado de esta tendencia, especialmente gracias al impulso que le dio el Presidente Chávez, quien sentía un particular gusto por la historia patria y que transmitía en sus programas de radio y televisión, a pesar de sus tendencias, estilo y sesgos ideológicos, Chávez le dio nueva vida a nuestra historia, y gracias a ese renovado interés por nuestro pasado, especialmente en las clases populares, hoy podemos disfrutar de un verdadero “boom” de la historia, y gracias también a que siempre ha sido una de nuestras venas mas fuertes en nuestra cultura, existen hoy historiadores estrellas que llenan auditorios y son frecuentemente invitados a los espacios de opinión.
En lo personal me gusta la historia en su perspectiva más amplia, la fotografía completa, sin despreciar en lo más mínimo a la microhistoria, que es el componente básico, la partícula elemental del edificio de la historia, pero es en el gran lienzo de los eventos donde me siento a gusto, buscando esas relaciones a veces ocultas, a veces obvias entre sucesos y personajes que en principio no tendría nada que ver, me gustan los rompecabezas, encontrar las causas de los efectos, o la búsqueda elusiva del “efecto mariposa”, ese que explicarían, por ejemplo, cómo una erupción volcánica en Sumatra pudiera propiciar la desaparición de ciertas culturas en el pico de sus posibilidades al otro lado del mundo, por causas remotas y aparentemente sin conexión.
Me gusta estudiar la historia de las culturas más que de los países, de los continentes más que de sus naciones, de los pueblos más que de sus héroes, encuentro un gran placer cuando tengo ante mi el tapiz completo de la historia de algún momento de la humanidad y puedo sumergirme en sus profundidades para buscar las conexiones subterráneas, esas que no están a la vista.
Tal y como decía el gran historiador británico Arnold Toynbee, los países al igual que las culturas, surgen de “una minoría creativa”, y se desintegran con el fracaso de éstas, pero observa, que de sus ruinas puede surgir una nueva sociedad.
Una observación en la que estoy 100% de acuerdo porque sucedió en nuestro país, y sigue sucediendo, para Toynbee los naciones se deshacen principalmente por el peso muerto de las mayorías, y son las minorías creativas quienes tienen que levantarlas sobre los hombros y cargarlas paso a paso, pero también pueden ocurrir esos grandes cismas en la conducción de un país y que provocan un vacio de liderazgo o peor, uno equivocado.
Estas minorías pueden convertirse en fuerzas negativas en el devenir de las naciones y nos lo explica muy claramente  el investigador Rafael Mc Namara en su ensayo El devenir de las civilizaciones en el pensamiento de Toynbee y su relación con la ontología deleuziana, donde claramente explica: “El colapso (que es previo –y distinto– a la desintegración) comienza cuando esta minoría se anquilosa en el poder, formando lo que Toynbee llama un Estado Universal. En este punto la minoría pierde su capacidad de cambio, y con ella su conexión con la población. Es allí cuando la minoría se transforma en opresora, buscando permanecer en el poder aun cuando sus fuerzas ya no lo permiten. Frente a esta situación, surgen resistencias tanto externas como internas”. 
Toynbee creía que las civilizaciones están sujetas a unas “regularidades estructurales”, especie de genes históricos que las hace mutar y que no todas están en capacidad de sobrevivir, y la prueba más fehaciente, es el continuo cambio en las naciones que conforman los mapas políticos del mundo, unas desaparecen para dejar paso a otras.
También encontramos la versión lineal de la historia, favorita del materialismo histórico que viene con el atractivo complemento de esa ilusión de “progreso”, de un continuo avance moral del hombre hacia una mejor civilización y que tiene al socialismo como parada obligada, antes de llegar al paraíso comunista.
Esta tesis, inaugurada por el Marques de Condorcet (1743-1794) dentro de la tradición de La Ilustración, y luego reformulada por Kant, ha sido combatida por innumerables pensadores y grandes historiadores como Taine, Nietzsche, Burckhardt, Bachofen quienes no solo veían la historia de las naciones-estados como un enfrentamiento entre los viejo y lo nuevo, la innovación y la tradición, sino que, como Hegel, desarrollaron la idea de la historia como un absoluto, la historia total que se resumía ya no en las políticas, sino en la vastedad de la cultura.
La profesora Carmen Bohórquez en el prologo que escribió para la edición venezolana de la obra Pensamiento filosófico latinoamericano, del cubano Pablo Guadarrama Gonzales, acusa a Hegel de haberle quitado a América la oportunidad de tener su propia historia, dice Bohórquez que en el tiempo de Hegel, la concepción de historia era solamente la de la historia europea, y que América, como “reflejo de ajena vida” no tenia historia.
La obra de Guardarrama González sustentada en el marxismo clásico, es un alegato al proceso de alienación latinoamericana y a la lucha por su liberación de la opresión del Imperio de norte, justificando de esta manera un supuesto humanismo en la Revolución Cubana.
Casi todo el cuerpo filosófico y ético de la ideología de izquierda latinoamericana, nos habla de una independencia del pensamiento y de la cultura occidental, el gran sino de nuestra cultura es la búsqueda de lo “original latinoamericano”, proclamado por Simón Rodríguez, Simón Bolívar y José Martí, entre muchos otros pensadores de nuestro continente.
Dicho de otra manera, es fundamental para el comunismo latinoamericano el rompimiento con nuestros nexos occidentales para la obtención de nuestra originalidad, lo que a mi parecer, no solo es un imposible cultural, sino un absurdo; negar a occidente es negarnos a nosotros mismos.
Bajo esta perspectiva. Venezuela, por ejemplo, no es sólo un agregado de gente, organizada políticamente de una determinada manera, es una cultura local que abarca a una cultura regional con una red de conexiones y experiencias que desbordan nuestra fronteras, y que es parte a su vez, de una cultura mucho mas amplia y rica de la cual se nutre, que es la cultura occidental, en la que reposan los cimientos de nuestro lenguaje e historia.
Una nación, para muchos historiadores contemporáneos, es el envoltorio material de un espíritu (en el mejor ideal cartesiano), del carácter de un pueblo.  Quienes no entienden estas relaciones (Marx las entendía como una superestructura), como los chavistas, quienes sufren de ese infantil complejo de Adam, que la historia del mundo comienza y termina con ellos, lo que hacen es obstaculizar el movimiento histórico de una nación como la venezolana, que se ha enfrentado una y otra vez con la barbarie y la tiranía, y que con su vocación por la libertad y la independencia, siempre ha encontrado la manera de salir de estas trampas de las llamadas “revoluciones necesarias”.
Quienes pretenden formar un nuevo orden y un nuevo hombre sin el consentimiento de la historia simplemente están condenados a repetir errores, ni las más bellas utopías ni las más humanistas ideologías, son sustitutos de las tradiciones y las costumbres de los pueblos y de su historia, y aquí el gran error de Chávez, quien veía sólo los eventos que le interesaban, como le interesaban, sin conexiones con el gran fresco de nuestro pasado.
La ideología de la liberación obliga a desconocer el pasado inmediato, de esta necesidad de cambio revolucionario deviene el absurdo de querer involucrar a nuestro país con otras civilizaciones como la comunista de China y Rusia y su ex colonia cubana, la islámica, las primitivas culturas aborígenes americanas y la de algunas etnias de afro descendientes africanos, no es que neguemos convivir con ellas y hasta entenderlas, pero tampoco es querer que nos asimilemos a ellas.
Lo que ha tratado de hacer el chavismo con el país es algo muy ingenuo y cruel, creyeron que cambiando las normas, que con una nueva Constitución, que con la creación de una inmensa y sofocante burocracia estatal iban a doblar la voluntad de un pueblo, pensaron que militarizando a la sociedad, y criminalizando a la oposición, que imponiendo su hegemonía comunicacional podían transformar el espíritu del venezolano forjado en luchas inmemorables.
Los operadores chavistas y cubanos se quedaron en el simple “aparatichk”, en el mecanismo opresor, que prácticamente hace ostensible su propósito y naturaleza, unos torturadores y abusadores cuyo único fin es preservarse en el poder, evitar que la sociedad evolucione, impedir a toda costa que la nación mute a su próximo estadio evolutivo; trataron, por 16 años, utilizando el aparato opresor conquistar mentes y almas para su proyecto anti histórico, y no pudieron.
Pero volvamos a Toynbee, su visión de la historia era claramente no-marxista y en su Estudio de la Historia deja establecido: “Podemos decir que una sociedad enfrenta en el curso de su vida una serie de problemas que cada miembro ha de resolver por sí mismo como mejor pueda. La presentación de cada problema es una incitación a sufrir una prueba, y a través de esta serie de pruebas los miembros de la sociedad se diferencian progresivamente unos de otros. En el proceso general, es imposible captar la significación de la conducta de ningún miembro particular sin tener en cuenta la conducta semejante o desemejante de sus compañeros y sin considerar las pruebas sucesivas como una serie de acontecimientos en la vida de toda la sociedad”.
Venezuela y los venezolanos tenemos una alta capacidad de resilencia y las duras lecciones que nos enseñado el chavismo con el devastador socialismo bolivariano del siglo XXI, ha sido un nuevo recordatorio de lo fácil que es para las naciones perder su camino.
Todavía nos falta cerrar este capitulo pero ya estamos en la transición, el sacrificio continuará hasta que tengamos la nave del país en buen curso, pero no dudo, que lo lograremos. –
Saul Godoy Gomez
saulgodoy@gmail.com
@godoy_saul

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