Durante los primeros 19 siglos de
la era cristiana, Europa fue el centro económico, político, cultural,
científico del mundo. Pero a partir de principios del siglo XX, los caprichos
de la historia precipitaron dos guerras mundiales que le dejaron literalmente
destruida; La avenida del comunismo devoró la mitad del Continente y el
socialismo controlaría el resto de la región hasta principios de los años 80s.
Con la caída del comunismo y el desprestigio del socialismo, surgió la Europa
unificada presentado ahora una confusión en cuanto al rumbo que daba tomar el
viejo Continente.
Pero muy cerca de las costas de
Inglaterra en un pequeño país al que nadie presta atención, se ha estado
desarrollando una callada revolución durante los últimos casi 30 años, que
tiende ahora a convertirse en el milagro económico del nuevo Siglo. Esta ha
sido una revolución sin armas ni guerrilleros, pero ha rescatado a millones de
la pobreza en solo tres décadas, y se está llevando a cabo en Irlanda. Hace
tiempo un conocido intelectual mexicano comparaba a México e Irlanda en el
sentido que, hasta hace unos años, ambos eran países católicos, pobres y
subdesarrollados, con poderosos vecinos ricos y protestantes.
Sin embargo, hasta ahí llegan las
comparaciones. Irlanda no tiene partidos políticos saqueadores de la sociedad,
no tiene ejido, no tiene narcos que infrinjan daños a la población como
secuestros, asesinatos, extorciones. No tiene sindicatos como el de los
maestros, el de Pemex, de los electricistas. No tiene políticos profesionales
que viven de ello, de la política. Irlanda es el tigre Celta y México se ha
convertido en un coyote cojo.
¿Cuál es la diferencia?
Irlanda abrazó el liberalismo
económico desde finales de los años 80 resultando en una rápida expansión
económica, particularmente entre 1995 y 2007, etapa en que Irlanda fue
bautizada como el Tigre Celta. Irlanda en la actualidad está considerada entre
los países más ricos del mundo en términos de renta per cápita. En 2008 enfrentó una crisis financiera sin precedentes que unida a la crisis
económica mundial, interfirió su rápido crecimiento económico. Pero Irlanda no
acudió a los Fobaproas ni rescates de empresarios estatistas, tragó la purga
como los valientes, y continuó su camino hacia la libertad.
En 2011 y 2013 Irlanda se ubicó
en el séptimo lugar de las naciones más desarrolladas del mundo, en el Índice
de desarrollo humano de las Naciones Unidas.
Asimismo, la república irlandesa se ubica en estos momentos en los
puestos más altos en materia de libertad económica, política y de prensa, por encima de los EEUU e Inglaterra, logrando
crecimientos económicos hasta de un 11%.
El rechazo del tratado de Niza en
su momento ubicó a Irlanda en el centro del debate en relación al futuro de la
Unión Europea. Cuando el humo de la frustración desapareció, Irlanda habría
proporcionado una importante lección política y económica para el resto de las
naciones miembros. Este pequeño país que solo representa el 1% de la actividad
económica de la Europa unificada, en unos cuantos años, ha elevado los niveles
de vida de sus habitantes a las alturas de los países más desarrollados del
mundo.
En estos momentos hay infinidad
de opiniones en relación al rechazo del tratado y se le cuelgan una serie de
motivos, pero la realidad nos muestra que el principal reactor de la actitud de
Irlanda, ha sido la serie de mediadas intrusivas que Bruselas ha tratado de
imponer en el manejo de sus finanzas, para de alguna forma reducir el acelerado
crecimiento que ha experimentado durante años, muy por encima del resto de los
países de Europa. La Unión Europea, como todos los “clubes”, tiene sus reglas.
Las reglas macroeconómicas están contenidas en su pacto de estabilidad y
crecimiento a través del cual controlan “el mal comportamiento” de sus
miembros.
Sin embargo, el problema con
Irlanda no ha sido el que se haya “portado mal,” todo lo contrario, el problema
es que se ha “portado demasiado bien” y la disputa con Bruselas ha sido en el
sentido de cómo responder ante lo que la burocracia Europea considera el
agresivo crecimiento del país, dado el deseo de tener más coordinación de las
políticas de desarrollo entre los miembros de la Unión. Entonces, Irlanda con
su crecimiento ejemplar, su baja inflación, su delicada seducción para atraer
la inversión internacional, superávit en su presupuesto, sus bajas cargas
impositivas, sus finanzas en orden; “se ha convertido en patito feo y el mal
ejemplo” de la nueva Europa.
Por otra parte Irlanda ha sido
también fuertemente criticada por sus políticas impositivas Supply—Side
importadas de los EU, que han atraído cantidad de empresas a nivel mundial. Los
burócratas de Bruselas han tratado de forzarla para que establezca un sistema
fiscal semejante a los opresivos del resto de Europa, y además, que de alguna
forma comparta el superávit de su presupuesto puesto que, según ellos, ese
dinero proviene de todos los ciudadanos de la Unión Europea. El sistema
impositivo ha sido la columna vertebral de la estrategia económica de
Irlanda—misma que los países candidatos a formar parte de la Unión ahora
estudian con gran interés.
Después de años de errores y
correcciones del rumbo, Irlanda ha logrado establecer una estrategia especial
para los retos del nuevo milenio. Los gobiernos de los últimos años han podido
lograr un acuerdo para construir una política basada en bajos impuestos y una
tenue regulación, dejando los mercados seguir su curso, lo que ha creado un
clima de negocios muy especial convirtiendo al país en un magneto para la
inversión internacional. Ahora, la inclusión de Irlanda en este nuevo mercado
unificado con los atractivos que presenta, ha hecho que su magneto de atracción
cobre más poder.
Este diminuto país que es famoso,
más que por su milagro económico, por su hambruna del siglo XIX que provocó la
gran inmigración de sus habitantes a ese nueva nación llamada los EUA, o por
sus sangrientas guerras religiosas entre protestantes y católicos, es ahora la
admiración del mundo al haber catapultado el ingreso per cápita de sus
habitantes a más de $45,000 dólares en unos cuantos años. Irlanda con menos del
5% de territorio que México y con menos del 4% de nuestra población, tiene un
PIB equivalente casi al 25% del nuestro, y el poder de compra de sus ciudadanos
es prácticamente el cuádruple que el de los mexicanos. Durante los últimos diez
años ha controlado su inflación a menos de 3%, abajo inclusive que la de
EU.
El “mal comportamiento” de este
pequeño país está abriendo un interesante debate entre el resto de los países
europeos sobre el tipo de modelo económico, que deben de manejar dado la
“competencia” que representa. Irlanda ha abrazado el antiguo modelo Anglo Sajón
de mercados libres sin intervención gubernamental rescatado por la
Thatcher. El rechazo del tratado de Niza
ha causado gran consternación en Bruselas y ha centrado la atención en las
reglas económicas del club, pero tal vez se convierta en una verdadera
bendición no solo para Europa, sino para el mundo entero.
Ricardo Valenzuela
chero@gmx.com
chero@refugioliberal.net
@elchero
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