Escribir sobre el
Pacto de Punto Fijo cuando faltan todavía nueve meses para un nuevo aniversario
puede resultar extraño e incluso parecer extemporáneo. Sin embargo, la realidad
nacional obliga a abordar el tema de forma minuciosa y a formular ciertas
apreciaciones que valdría la pena rescatar.
Si bien, el acuerdo
fue suscrito meses después de la caída de la despótica y criminal dictadura de
Marcos Pérez Jiménez, la tarea planteada resultaba titánica puesto que el
objetivo no era otro que reinstitucionalizar a Venezuela, promover su
desarrollo, ahondar en sus potencialidades y garantizar el compromiso de que
eso fuese factible, independientemente de quien obtuviese la victoria en la
contienda.
Más allá de lo
significativo y ejemplarizante que resultó, su valor se incrementa cuando se
observa que para llegar a él debió privar la unidad, por ende el espíritu de
progreso nacional obligó a los partidos políticos a olvidar sus disputas,
minimizar sus contradicciones y frenar sus diferencias.
El Pacto de Punto
Fijo cobra enorme significado en esta coyuntura, pues no solo es pertinente la
búsqueda de candidaturas unitarias que permitan ofrecer una alternativa a la
debacle que se vive, sino que es prioritario diseñar un plan mínimo de
gobernabilidad en el que independientemente quienes sean los candidatos, se
compartan unas tareas determinadas, se elabore un discurso compartido y quede
claro que los que aspiran sustituir a los que hoy gobiernan no sustentarán sus
acciones en la improvisación y el desorden.
El gran acuerdo
nacional que debe suscribirse no puede limitarse a una larga lista de
propósitos y comentarios bien intencionados. Debe ser factible, es decir que
tiene que incluir en cada premisa la forma como puede desarrollarse, buscando
de esta manera que los que están haciendo una cola para comprar alimentos, los
que piensan en emigrar, los que se han ido o simplemente los millones de
ciudadanos que se quedan en el país reconozcan que existe claridad.
La responsabilidad de
la dirigencia política es clara. Igualmente, deben abrirse las comisiones de la
Mesa de la Unidad Democrática a los independientes para que, de manera
organizada y lejos de cualquier tumulto, se pueda estructurar un plan nacional
de trabajo. Aunque efímero, el Pacto de Punto Fijo sentó las bases de un
sistema plenamente democrático que duró cuarenta años. Ha llegado la hora de
pensar en la Venezuela de las próximas décadas.
Luis
D. Alvarez V
luis.daniel.alvarez.v@gmail.com
@luisdalvarezva
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