sábado, 7 de febrero de 2015

JUAN JOSÉ MONSANT ARISTIMUÑO, ENTRE DINAMARCA Y VENEZUELA

Occidente, y en ella incluimos a pesar de las diferencias culturales se refiere, al Japón, país geográficamente asiático, pero que comparte los valores institucionales de una republica democrática. En efecto, tal como sucede con España, Bélgica, Holanda, Inglaterra, Noruega, Suecia o Dinamarca, el Japón es una monarquía parlamentaria a diferencia de las absolutas como Suazilandia, Arabia Saudita, Bután; aunque  Jordania, Bahréin, Emiratos y Catar que se denominan constitucionales, también lo son, por lo que no las catalogamos como  democráticas tal como las entendemos en Occidente, cuyo elemento identificador es la  separación de los poderes públicos, la economía de mercado y el respeto a los Derechos Humanos a tenor de la definición y alcance  que les otorgan las Naciones Unidas.
Dinamarca es un caso digno de análisis, como en efecto lo es. Una monarquía parlamentaria, miembro de la CEE, poco más de seis millones de habitantes asentados en unos 43 mil kilómetros cuadrados, considerado el país menos corrupto del mundo, uno de los tres con menos delincuencia del orbe, el que paga los salarios mínimos más alto, también los impuestos (46%), seguridad medica, educación gratuita, el más feliz y uno de los mejores lugares para vivir. Es la referencia de lo que lo se ha dado en llamar “el estado de bienestar social”. Paradójicamente ostenta la más alta tasa de suicidas del mundo, !vaya uno a saber por qué!.
Dinamarca viene al caso porque el ultimo libro de Francis Fukuyama “Political order and political decay” hace un análisis de lo que ha sido Occidente desde la revolución industrial hasta la  globalización de la democracia y, el artículo del arquitecto español Luis Fernández-Galiano “Dirección: Dinamarca” (El País, 16.01.15) que nos ha sido introducido por el inquieto intelectual venezolano Marcos Villasmil, dirigente de la democracia cristiana internacional, trata sobre la situación política de España y la posible repetición, en versión europea, de lo que Chavez hizo en Venezuela con el Socialismo del siglo XXI. En este caso, llega de manos de Pablo Iglesias y su novel partido Podemos que  tiene en jaque al Popular español y al PSOE, y no incluimos a la Izquierda Unida, porque ya se pasó con toda su historia a sus filas. En su concienzuda reflexión Fernández Galiano culmina su artículo de la siguiente manera: “La crisis económica se ha doblado aquí con otra institucional, y no sabemos si el laberinto de senderos que se bifurcan nos lleva a Copenhague o a Caracas”.
Lapidario ¿verdad? Duro, dramático, no solo para España sino para nuestra región, para El Salvador, Nicaragua y, particularmente para nosotros los venezolanos que ya somos víctimas de una anomalía histórica comandada por forajidos de la peor especie.
El tema no es simplemente académico o disquisiciones sobre el deber ser y el ser. Es concreto. Si Dinamarca es un objetivo a conseguir como modelo de vida societaria, equidistante del totalitarismo estatista (el modelo chavista, cubano, comunista) y el capitalismo incontrolado o autoritario (EE.UU., China), es evidente que algo está fallando en Occidente y, en nuestra región en particular, donde convergen elementos del feudalismo,  mercantilismo, capitalismo y socialismo, sin que se haya logrado, o en vías de alcanzarse, salvo en Chile, Colombia, Uruguay, Panamá e intentos que dejan que desear en el plano democrático como los de Ecuador y Argentina.
Algo tiene Dinamarca y, por supuesto, la mayoría de los estados europeos, algunos asiáticos y africanos, del cual carecemos en gran medida: el sentido de la conciencia de los valores culturales éticos que son asumidos como un valor nacional, entre ellos el respeto al orden jurídico y la solidaridad.
Sentirse y saberse parte de un todo que el  país, no de una parcela social, económica, racial o religiosa; y ello solo se obtiene mediante un pacto social inscrito en la conciencia de cada individuo y en el colectivo, sobre la  necesidad de un modelo político-económico que garantice la búsqueda del “estado de bienestar social” como un objetivo nacional.
De lo contrario se nos presenta un nuevo siglo de incertidumbre, revoluciones, delincuencia, aventuras, corrupción comandados por forajidos, mientras el mundo occidental sigue avanzando y la región estancándose y haciendo causa común con terroristas  y disociados fundamentalistas. La pregunta fina del arquitecto español se nos impone: ¿Dinamarca o Caracas?.
Juan Jose Monsant Aristimuño
jjmonsant@gmail.com
@jjmonsant

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