sábado, 7 de febrero de 2015

JOSE RAFAEL AVENDAÑO TIMAURY, TERCERA DIMENSION

   En Junio del pasado año la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia realizo una novísima interpretación –como suele acostumbrar, puntual y acomodaticia- donde se le asigna un papel “protagónico” a la Fuerza Armada en la actividad política nacional. “Constitucionalizo” de esta manera una mui sui géneris manera de legitimar la arbitrariedad armada de un órgano que por esencia no debe ser jamás protagónico de actividad partidista por muchas razones. Entre ellas, la más elemental: establecer un diálogo político donde uno de los participantes coloque una ametralladora en la mesa de discusión, no augura de ninguna manera que esa controversia o diálogo político jamás pueda estar libre de coacción, lo que imposibilita el democrático juego de las ideas.

   Ese bodrio “milico-constitucional” establece conceder patentes de corso a las bayonetas, levantó la usual controversia que solamente dura pocos días, está en plena vigencia. Recientemente hemos podido constatar que el ministerio de la defensa etc., etc., mediante un dudoso acto administrativo, promulgo la facultad del uso de armas de guerra para reprimir protestas políticas. No deseo ahondar en las formas y modos, ni menos encuadrar esta situación fáctica delimitándola a la pertinencia o no de aplicabilidad en el terreno jurídico. 

La razón es simple: Ni la sala Constitucional del TSJ y menos la Sala Plena, ni la FGR, ni la DP y la AN, emitirán ninguna decisión que la cuestione o derogue. Esta afirmación no es producto de una reacción emocional cargada de pesimismo e impotencia. Es la aplicación del texto del sainete de manera cabal, sin la oportunidad de que exista una interpretación libre de –no sé cómo denominarla- la comedia o drama en que estamos inmersos, hasta los tuétanos, los venezolanos. 

Por ello, no puedo dejar de sonreírme, con muecas de desprecio y de asombro, cuando una de los voceros más representativos de la MUD, anuncia con bombos y platillos, que próximamente incoarán una acción judicial ante el TSJ solicitando su derogatoria. 

   Por otra parte, se siguen presentando sesudos análisis de carácter económico, proponiendo soluciones para resolver la crisis que nos azota. Sin cuestionar lo sustantivo de esa acertada propuesta –valida en cualquier régimen democrático y de normalidad republicana- no deja de asombrarme también, porque dudo, si estos ilustres venezolanos están conscientes de que el régimen jamás les hará caso, ya que estas racionales propuestas no serán aplicadas mientras nos siga mandando la camarilla milico-civil que desgobierna el país. Los economistas, abogados, médicos y demás profesionales, no deberíamos seguir perdiendo el tiempo solicitando medidas para retomar la normalidad republicana a los órganos regulares, ya que estos se encuentran secuestrados. Lo procedente es requerir, por la calle del medio, el cambio de gobierno con lo establecido en la CN que aún no ha sido ni derogado ni “torticeramente” interpretado.

   Así mismo, está emergiendo una “pseudo” postura ideológica, por parte de algunos sectores oposicionistas, para conjurar la crisis. De nuevo habría que establecer premisas para desvirtuar esta equivocada postura. No tengo nada en contra de las ideologías como nudo aglutinador de voluntades para actuar en la cosa pública. En las circunstancias actuales, cuando los compatriotas de todas las ideologías sufrimos la crisis, excluir a sectores de ellos, por causas ideológicas, más que un error táctico y estratégico, es una soberana estupidez. Esas controversias y propuestas ideológicas se deben contrastar en democracia plena y debidamente reordenada la república. Por ahora, lo correcto es que socialistas, social demócratas, social cristianos, liberales, conservadores y hasta comunistas decentes, que los hay, que no comparten la forma en que se nos gobierna, marchemos unidos para procurar el cambio, porque en esta coyuntura, son más importantes las cosas que nos unen, que aquellas que nos separan.

  Los “Chácharos y La Sagrada” a comienzos del siglo XX ostentaban su grosero poder armado. El jefe de la época, no tan bocón como los actuales, afirmo: “Ni cobro andinos ni pago caraqueños”. Ese tirano no necesito de interpretaciones constitucionales para implementar el terror, como tampoco lo hizo el otro, el de la década de los cincuenta. Los milicos de ambas dictaduras fueron enfrentados por civiles y militares dignos y siempre fueron desplazados.  ¡Nada es eterno!

   En el siglo XXI el acontecer político, social y económico, el contraste es evidente. Nos tenemos “que calar” que los magistrados del más alto tribunal, con togas y birretes chillen: “Uh, ah, fulano no se va”. Permite a los milicos que de manera agavillada también chillen su consigna vocinglera. Igualmente, pueden hacer manifestaciones públicas armadas para apoyar al gobierno –al alimón con los colectivos- para asesinar a quienes eventualmente se les opongan. Por la discrecionalidad como está elaborada la infame norma, hay que recordar que “quien juega con candela, puede morir achicharrado”.

  Tomado y en cuenta. Los venezolanos llevamos en nuestros genes el carácter debidamente probado en muchas circunstancias. Iremos nuevamente a la calle a protestar y sabemos a lo que estamos expuestos, sin pretender inducir a acciones suicidas, desesperadas, temerarias y aisladas.

 Shakespeare dijo: “Los cobardes mueren muchas veces antes de su muerte. Los valientes solo prueban el sabor de la muerte una vez”. 

José Rafael Avendaño Timaury
cheye@cantv.net
@cheyejr

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