Venezuela experimenta un clima de
indefinición e incertidumbre, ante el ostracismo (con potenciales intenciones
soterradas) que se perfiló en el mensaje presidencial del 21/01/15 al momento
de informar sobre la gestión, habida cuenta de la ausencia de anuncios
categóricos en relación a una determinada política económica orientada a
enfrentar la crisis socioeconómica que sufre el país, mediante acciones que
debían armonizarse con el resultado de un profundo análisis en materia de
economía política; siendo que en mucho la alocución repitió lo señalado en la
cadena nacional presidencial del 02/09/14 en cuanto a la radicalización del
socialismo territorial (¿?) y la construcción del Estado Comunal (añadiendo
ahora que no se calará (sic) a la burguesía).
Se estaba a la espera de alguna
información, referente a cómo
propiciarían una profunda reestructuración de la sociedad, de la
economía y de la institucionalidad en el entendido que son las relaciones
económicas las que determinan el ordenamiento social; soportando cualquier
enfoque en la definición de métodos y estrategias para alcanzar la sociedad
socialista que pretenden, más allá de un totalitarismo de Estado que
históricamente no ha sido la alternativa para cambiar el modo de producción
(integración de las relaciones de producción),
y que muy por el contrario está generando (la sola pretensión) una
atmosfera social asfixiante en nuestra sociedad.
La inobservancia de los principios
económicos, fue radicalmente contundente a la luz de soslayar
(¿intencionalmente?) la importancia de las políticas cambiaria y monetaria en
la cadena de causalidad del desajuste macroeconómico y de la vulnerabilidad
imperante donde el elemento más perverso es la inflación con su consecuente
efecto negativo sobre el tipo de cambio (TC), que erróneamente el Gobierno
viene utilizando mediante el
abaratamiento de las importaciones para intentar reducir el mal que el
mismo causa (inflación), con obvio estrangulamiento del aparato productivo
nacional a la par de una caída secular de las reservas internacionales que a
principio de 2015 se situaron en apenas unos US$ 23.000 millones, con la
debilidad que 14% son liquidas (de potencial uso en momentos de gravedad
coyuntural), un 70% está en oro y 16% en Derechos Especiales de Giro (DEG);
escenario que muy probablemente inducirá un decrecimiento del 7% en 2015.
En lo que se refiere al actual esquema
cambiario (profundamente disfuncional), estructurado con un cambio fijo
sobrevaluado acompañado por 4 TC soportado en continuas devaluaciones y
“defendido” desde 2003 por un control de cambio ideológico cuyo rol básico es
condicionar el desenvolvimiento del sector privado de la economía en aras de su
destrucción; dícese que fue “modificado” al ajustarse a tres tasas de cambio
pero hasta la fecha solo se conoce la ratificación del 6,30 Bs/$ para alimentos
y medicinas que confirma la guerra gubernamental contra la producción nacional,
al tiempo de ser un sacrificio financiero que consumirá cerca del 26,7% (US$
12.000 millones) de las divisas posibles en 2015 (US$ 45.000 millones) en un
marco tanto de insuficiencia de divisas (más de US$ 36.000 millones) como de
déficit fiscal (20% en 2014 y un estimado
de 23% en 2015), que como bien se sabe está inducido por incrementos
persistentes del gasto público mayormente “financiado” con dinero inorgánico
(otro efecto inflacionario). De las otras dos tasas de cambio anunciadas, muy
poco se conoce salvo que (a) se unificarán los imperfectos Sicad i y II (sin
otros detalles sobre su funcionamiento) a un TC aún desconocido (lo estimamos
en Bs35/$) y (b) se creará con una tasa de cambio de libre flotación ( en pro
de eliminar el paralelo) cuyo precio lo determinará el mercado ( inferimos será
superior a Bs 35/$ y un poco menor de Bs 135/$) por intermedio de las Casas de
bolsa; y del cual tampoco se conocen detalles sobre su operatividad más allá de
estarse iniciando las pruebas técnicas de su plataforma. Sea oportuno destacar,
que luego de atender los requerimientos del 6,30Bs/$ el remanente que se
destinará a la nueva tasa única será marcadamente marginal en relación a las
necesidades de la economía; mientras que la tercera tasa dependerá, según se
expresó, de la participación divina como complemento al retorno parcial de más
de US$ 165.000 millones depositados por “afortunados” venezolanos en el
exterior (¡utopía por partida doble!).
A tenor de lo expresado, lo único que está
suficientemente claro es que se sucederán dos nuevas devaluaciones cuyos
recursos generados se incorporaran (sin la menor duda posible) al círculo
vicioso del gasto público: se recoge un circulante al elevar las TC (sin hacer
lo propio con las tasas pasivas de interés de la banca) monto que no es
“esterilizado” como estrategia para disminuir la presión de demanda (y de la
inflación) sobre un ambiente de desabastecimiento y escasez, sino que retorna
al caudal del gasto público bajo distintas figuras, como por ejemplo un pírrico
aumento de los sueldos en un 15% (versus una inflación superior al 64%) y de la
procura de recursos para acciones de populismo electoral; hasta que la
improvisada gestión gubernamental “haga necesaria” otra devaluación. Resulta
una verdad de Perogrullo señalar, que el aumento del gasto público en una
economía dinámica y de progreso se convierte en un multiplicador del bienestar,
lo cual no se corresponde con la Venezuela del presente.
Otras materias quedaron pendientes, y en lo
posible las abordaremos en próximos artículos, muy especialmente en lo que
respecta a la usencia de un modelo económico.
Jesús
Alexis González
Jagp611@gmail.com
@jesusalexis2020
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