Rubén Darío toma las palabras del
título como un ritornello para quejarse de que la mocedad es algo que se va
para no volver pero aun así, “terco, / mi sed de amor no tiene fin; / con el
cabello gris, me acerco / a los rosales del jardín”.
Yo, estas palabras las quiero emplear para
reconocer los muchos méritos que han cosechado y siguen cosechando los
muchachos de mi patria en esa lucha férrea, prolongada, cívica y ejemplar que
han estado desarrollando en su afán de lograr que Venezuela retome las sendas
del progreso, de la libertad y de la excelencia. Los que estamos en la tercera edad, y que
tenemos más calva que “cabello gris” del que hablaba el poeta nicaragüense,
saludamos sin recelos esas iniciativas frescas, vigorosas, de estos
representantes de la actual generación y convocamos a los que los superan en
edad pero que no llegan, como nosotros, a la molestam senectutem de la cual
habla la canción universitaria para que los acompañen en esas iniciativas,
especialmente en las marchas y protestas de calle. En estos momentos, son esenciales para hacer
república y para tratar de lograr la libertad de tantos muchachos injustamente
detenidos por reclamar sus derechos.
Me gustó mucho ver, ¡por fin!, a
Salvatore Lucchese libre y junto a su familia.
Más me gustó que haya salido anhelante de justicia y no sediento de
venganza. Y mucho más, que sus primeras
palabras a la prensa fuesen para decir que no se sentía feliz de estar en la
calle; que solo llegará a estar contento cuando todos los estudiantes que son
rehenes del régimen sean liberados; que al logro de esa iniciativa va dedicarse
en el futuro inmediato. Se sabe víctima
de un atropello judicial, más abyecto por ser cometido por personas que saben
de derecho pero que ponen la juridicidad por debajo de las instrucciones
nefandas que reciben del régimen.
Porque, digámoslo otra vez: la Sala Constitucional NO tiene capacidades
penales; según el Código Penal, un arresto NO puede ser mayor de tres meses;
todos los venezolanos sindicados de alguna falta o delito tienen TRES
instancias para defenderse de las acusaciones; ni siquiera en tiempos de guerra
se acepta los juicios sumarísimos. Todas
esas aberraciones las sufrieron Lucchese, Scarano y Ceballos. Los “magistrados” (hay que usar comillas al
nombrarlos) de esa sala, empezando por la Reina del Botox, saben que abusaron
de su poder. Y creen que podrán hacerlo
eternamente. Pero el poder sempiterno no
existe sino en Dios; todos los demás poderes son perecederos; si no, que lo
diga el tipo aquel, a quien no dejan descansar.
Llegará el día en el que Venezuela vuelva a ser un país de progreso, un
Estado de derecho, donde los mandatarios no sean pichones de hegemón, en el
cual las sentencias se apeguen tanto a la letra como al espíritu de las normas
y en el que los ciudadanos podamos vivir en paz, sin escaseces, sin esbirros y
sin temores.
Por todo eso es por lo que luchan
los jóvenes actualmente. El Día de la
Juventud no debe ser más el ridículo y cada vez más esmirriado desfile en La
Victoria organizado por el régimen mediante el carreteo de “jóvenes” que no se
montan en el autobús sino les garantizan un pago por marchar con una franela
roja; debe ser inmensos caudales de muchachos y muchachas rebozando las
principales calles y plazas del país, entonando canciones, mostrando pancartas,
reclamando el futuro que les corresponde y que este régimen les ha arrebatado. Son miles los pecados y delitos cometidos por
los actuales mandatarios (que se creen mandantes), pero uno de los más graves
es haber obligado a emigrar a tantos graduados de tercer y cuarto niveles, que
hacen falta en el país, porque no ven porvenir en una tierra en la que más vale
el carné del PUS que un título universitario.
Quienes me leen desde antes saben que no los critico. Me duele que se vayan, pero los entiendo. Y lo único que les deseo es la mejor suerte,
porque el bagaje intelectual, la fortaleza mental y la voluntad para enfrentar
al mundo hostil que les espera afuera y lograr triunfar ya lo tienen. Tanto mérito tienen los que se van con un
motivo loable como los que se quedan voceando sus reclamos y exigiendo sus
derechos a no seguir apenas sobreviviendo por la incapacidad, la rapacería y la
obcecación de unos funcionarios ineptos y no muy legítimos en razón de sus
desempeños. Y, por lo que se rumora
acerca de la fecha de la muerte del intergaláctico inmortal, como que ni muy
legales serían también.
En estos días, ¡todos los honores
y preces para nuestro jóvenes! ¡A darles
todos los apoyos que sirvan para facilitarles su desenvolvimiento como seres
pensantes, críticos del actual estado de cosas!
Ellos desfilarán cantando estrofas en criollo que nada han de desmerecer
a las del Gaudeamus Igitur que escucharán en el futuro, cuando se gradúen:
“Pereat tristitia, / pereant osores. / Pereat diabolus, /quivis antiburschius,
/ atque irrisores”. (Acabe la tristeza, / acaben los que odian. / Sucumban el
diablo, /cualquier otro monstruo, / y quienes nos escarnecen).
Humberto Seijas Pittaluga
hacheseijaspe@gmail.com
@seijaspitt
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