sábado, 14 de febrero de 2015

ERNESTO GARCÍA MAC GREGOR, DE VUELTA AL CONUCO, VERDADES DOLOROSAS,

En 1960, el presidente Betancourt, aún con rémoras de comunismo, inicia la Reforma Agrarias para quitarles los latifundios a “los ricos” y dárselos a los campesinos (como ahora). Los latifundios en los países subdesarrollados, han sido la excusa para explicar el fracaso agrario, mientras que es en naciones industrializadas las haciendas de gran tamaño constituyen modelos de eficiencia productiva.
Lo cierto es que 165.000 conuqueros fueron asentados en las haciendas de “los ricos”. Los latifundistas despojados de sus tierras, se mudaron a las urbes y colocaron su dinero en inversiones más cómodas y seguras. Mientras que los otrora peones y ahora dueños de parcelas, después de la euforia inicial del reparto, se limitaron a producir más que para su propio consumo y el de su familia.
Las causas de esta actitud improductiva emergen de la frugal llaneza de nuestro campesino, quien porta el ancestral legado del conuco y quien vive aferrado a una estructura agraria sumamente atrasada. En parte son insensibles a incentivos materiales, recelosos de la innovación y con la inercia del conformismo. Simplemente no les interesa producir más. Son indios disfrazados de trabajadores. Y fue en este conuquero en quien la Reforma Agraria (y ahora el chavismo) impuso la agobiante e inalcanzable responsabilidad de producir la Revolución Verde.
20 años más tarde, 30 por ciento de los campesinos habían abandonado sus parcelas para “ruralizar” las ciudades, y lo peor del caso, 59 por ciento continuaban en su producción miserable de auto consumo, viviendo igual o peor que antes de la reforme. A los 30 años los pocos parceleros que quedaban eran inversionistas que habían comprado parcelas a los conuqueros. Todo volvió a su propio nivel, como era en un principio. Después vino Chávez con los cultivos hidropónicos, los gallineros verticales, el crecimiento endógeno, los complejos azucareros, las cooperativas agrícolas, los fundos zamoranos los saraos, saraitos y Pudreval y la ruina del campo.
Y ahora, Maduro quiere no sólo transformar las aulas de clases en conucos sino que propone reducir a la mitad el horario del empleado público y suspender las clases para sacar a la gente a cultivar las tierras. Que oiga quien tiene oídos…
Ernesto Garcia Macgregor
garciamacgregor@gmail.com
@garciamacgregor

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