"En la sociedad argentina hay un gusto por ser gobernada por tipos a los que tenerles miedo". Silvia Mercado
Si ha asistido alguna
vez a una carrera de galgos, habrá visto cómo los galgos corren, afanosamente,
detrás de una liebre mecánica que circula a gran velocidad. La Presidente, en
alguno de sus viajes, debe haber presenciado alguna, porque utiliza el sistema
en forma permanente, y muchas veces con éxito.
Desde que el Fiscal
Nisman la denunciara por encubrimiento de los terroristas iraníes, desesperada
y sin prurito alguno ha utilizado su muerte para intentar que esa siniestra
nube nos ocultara esa causa, que debiera ser objeto de nuestra principal
preocupación. Rápidamente, políticos opositores y periodistas de todo tipo
comenzaron a correr detrás de ese señuelo, cayendo en la trampa tendida por el
Gobierno.
Luego llegó la puesta
en escena que esta gran actriz quebrada montó para presentar otro truco, de
esos a los que nos tiene tan acostumbrados, ahora vestida de blanco para dar
impresión de pureza e intentar suscitar pena en el público al destacar la bota
plástica que la presunta fractura en dos huesos le permite usar; para que no
nos distrajéramos, y para potenciar el efecto, ni siquiera se colocó detrás del
escritorio habitual.
Recurrió a bajezas
inimaginables y, como había hecho en las cartas que publicó en Facebook, mintió
descaradamente, deslizó inmundas sospechas e imputaciones y se victimizó y,
otra vez, todos nos distrajimos del tema trascendente y comenzamos a especular
sobre el nuevo "perejil" -Lagomarsino- al cual el Gobierno pretende
cargarle el mochuelo de la muerte de Nisman por haberle entregado el arma
final.
Por si no bastara con
eso, anunció el cambio de nombre de la actual Secretaría de Informaciones (SI)
-según Anímal Fernández la nueva agencia estará en operaciones en mayo,
confirmando así que la pretendida reforma se trataba sólo de un maquillaje- y
anunció que transferiría el control de las escuchas judiciales a una
funcionaria a la que calificó de independiente, la Procuradora General, Dra.
¡Giles! Carbó, inventora de las fallidas maniobras para destruir,
definitivamente, la Justicia independiente en nuestro país.
Que eso se haya
transformado en una nueva atracción resulta sorprendente porque, me pregunto,
¿qué diferencia puede haber entre que las escuchas las manejen Larcher,
Icazuriaga, Stiusso, Parrilli o ¡Giles! Carbó? Con este conejo que Cristina ha
sacado de la galera, sobre el cual tanto estamos discutiendo, nada cambiará, al
menos hasta que haya un nuevo ocupante en la Rosada. Y, si a ese título le
sumamos que obvió hacer comentario alguno sobre la inteligencia militar, que
conduce el Tte. Gral. Milani, tan dotado de medios y de dinero por la
Presidente, el clima de temor que se ha apoderado de la ciudadanía desde el
domingo pasado aparece como totalmente justificado, en especial por la demostrada
e ilegal actividad de los servicios secretos en el seguimiento de funcionarios
judiciales, de periodistas y hasta de personas comunes a las cuales resulte
posible armarles causas penales.
El último señuelo que
largó a correr la Presidente fue la insólita
pretensión de designar a Roberto Carlés, un joven de 33 años, para
integrar la Corte Suprema; hasta la noble viuda de un guerrero sabe que no
obtendrá, ni siquiera pagando con la "banelco", los 48 votos
necesarios en el Senado. Sin embargo, otra vez caímos todos en la trampa,
alejando una vez más del centro de atención la causa en la que ella misma,
Timerman, D'Elía y Esteche, están acusados de encubrimiento de terrorismo y,
consecuentemente, de traición a la patria.
Pero el nuevo record
de impudicia fue batido por la Presidente el viernes 30, cuando apareció, con
los brillos y los aplaudidores habituales -¡al pobre Lancha lo obligaron a
sentarse al lado de Guita-rrita para la foto!-, enumerar una ristra de
falsedades y lisas y llanas mentiras, desparramando cifras que pintan un país
en el que sólo ella habita, mientras que en el nuestro siguen muriendo chicos
de desnutrición y las villas miseria crecen exponencialmente. No se privó de
bromear y reír con sus ministros y los gobernadores que la acompañaron, justo
al día siguiente del entierro de Alberto Nisman, a quien ni siquiera mencionó.
Al menos esta vez
parece que el pudor llevó a callar al colectivo Carta Abierta, tan poblado de
"góngoras" kirchneristas; parafrasendo a Leopoldo Lugones, podríamos
decir que "no han sido los historiadores que se han callado, sino el
cadáver que les ha impuesto silencio".
Hoy, la noble viuda
del guerrero está en China suscribiendo nuevos tratados que, en la práctica,
significarán nuevas entregas de retazos de soberanía y de inútil y perjudicial
endeudamiento. Las represas de Santa Cruz no serán más que nuevos negociados
para su familia y para sus testaferros, Bóvedas Báez y Ferreyra, de
Electroingeniería, pero, mientras tanto, continúa la construcción de la base
científico-militar china en la Patagonia, nos estamos llenando de trabajadores
de ese origen no afectados por nuestras leyes laborales, y de artículos que
competirán, de muy mal modo, con nuestra precaria industria y, como terrible
contrapartida, re-primarizando nuestras exportaciones. Sin embargo, al parecer
nada de eso nos inquieta, como tampoco lo hizo con nuestros legisladores cuando
aprobaron, sin conocer sus cláusulas secretas -¿tan bochornosas son?-, los
contratos entre YPF y Chevron.
El inefable Anímal
Fernández, un émulo más inteligente del payasesco Koki Capitanich, pretende que
al honorable y respetado Dr. Carlos Fayt, Ministro de la Corte Suprema, se le
realicen pruebas psiquiátricas para comprobar si, a sus 97 años, continúa con
aptitud para ejercer su cargo. Entonces, ¿qué debiéramos hacer los cuarenta
millones de argentinos con la persona a quien hemos dado el mandato de ejercer,
en nuestro nombre, la administración del Estado? Porque ya está más que probado
que su psiquis, sea por los problemas craneanos, sea por la extirpación de la
tiroides, sea por el stress, no funciona ya normalmente y, en la práctica,
ejerce el poder de un modo que raya en la locura.
¿No deberíamos,
acaso, usar los mecanismos constitucionales para revocar el mandato que le
hemos concedido? Debemos recordar que nuestra carta magna dice que somos una
democracia "representativa", y no "delegativa", genial
definición de O'Donnell. Entre nosotros, las mayorías circunstanciales deben
respetar a las minorías, a las cuales ambos Kirchner aplastaron con su
superioridad numérica en ambas cámaras, por obra y gracia de los gobernadores y
senadores genuflexos, que también nos hicieron perder, por completo, el
federalismo y ahora se ven obligados, por lo exangüe de sus arcas, a reptar
frente a esta emperatriz tocada.
Pero somos un pueblo
manso, capaz de soportar todo, como lo ha demostrado la falta de reacción ante
los escándalos de corrupción que sacuden el clima político, ante la
pauperización de nuestra economía y, por supuesto, ante este magnicidio; ¿cómo
podemos seguir así dormidos, sin siquiera salir a la calle para expresarnos,
ante la denuncia contra la Presidente de Nisman que, cuatro días después,
estaba muerto? El mundo nos está mirando, nuevamente horrorizado al ver en qué
nos hemos convertido; ¿seguiremos dando esta imagen de anomia total, impunidad
permanente y tolerancia suicida?
Enrique Guillermo Avogadro
ega1@avogadro.com.ar
@egavogadro
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