Complementando lo expuesto en la parte I
relativo a la insuficiencia de la fuerza opositora, conviene decir algo acerca
de su incremento. Por un lado, se valora la importancia de la posición unitaria
de los dirigentes opositores, López, Capriles, Machado y Ledezma, dado que en
la medida en que realmente se materialice, constituye una rectificación de
estrategia significativa, y posibilita fortalecer la exigencia a los sectores
no radicales del PSUV y del gobierno en el sentido de posibilitar un acuerdo nacional.
Sin embargo, se cree que la
fundamentación de la fuerza opositora está en las bases populares, no en las
bases actuales de los partidos, y que por esta razón el patrón de
comportamiento de los directivos políticos debe cambiar.
Se cree que la oposición
venezolana está dividida en dos componentes, el de los partidos y, en atención
al evidente deterioro del respaldo popular a estos, el de la sociedad civil que
no se identifica con ellos.
Se acepta que el núcleo de una democracia radica en
las organizaciones partidistas. y por esa razón se cree que la democracia
venezolana exige que los partidos venezolanos se renueven democráticamente, que
incorporen la participación de la militancia en las decisiones importantes, que
respeten la autonomía personal del miembro de partido, que no sigan
pretendiendo “mandar a la gente” y que la gente los respalde sin aplicar su
propio criterio y sus derechos políticos.
Un ejemplo de conducta cogollerica
que no pueden seguir realizando consiste en que el pueblo respalde candidatos
electorales producto de un supuesto consenso entre directivos de partidos.
Se
detecta una especie de círculo vicioso, en el sentido de que es imperioso
incrementar la fuerza política de la oposición venezolana, la cual en sana
lógica debe ser canalizada por los partidos políticos, pero el comportamiento
de estos no se modifica en la medida y dirección requeridas para lograr sumar a
la población que incremente su fuerza.
No se le puede exigir confianza en los
partidos políticos a la sociedad venezolana mientras ellos no le muestren el
respeto debido.
Resta analizar el tercer escenario, el cual se considera
probable, y se puede dividir en dos opciones. En la primera opción, la renuncia
de Maduro es materializada por sectores militares gubernamentales que no
aceptan el “acuerdo nacional” y se mantienen en el poder, para realizar,
durante un tiempo no cuantificable en estos momentos, un gobierno diferente al
Socialismo del Siglo XXI, el cual aunque totalitario o dictatorial, no sería de
corte comunista y posibilitaría la muy importante y necesaria reactivación de
la economía nacional.
Debe agregarse que con base en la relación de los
militares con el pueblo venezolano durante los últimos 15 años, es difícil
esperar un tratamiento legítimo.
En todo caso, si la fuerza opositora logra
crecer como puede y debe, podrá confrontar con un gobierno militar dictatorial,
de esos que abundaron en América Latina hace ya muchos años y fueron
derribados, y que son de difícil ejercicio en los tiempos que corren.
En la segunda
opción, la cual también se ve probable y deseable, la renuncia de Maduro es
materializada por sectores militares, los cuales promueven consensualmente un
proceso electoral que restablezca la institucionalidad y la democracia en
Venezuela, en forma similar a lo ocurrido el 23 de enero de 1958.
Douglas Jatem Villa
djatem@gmail.com
@djatemv
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