Cada
cabeza es un mundo. No hay verdades absolutas. Estas son algunas expresiones
verdaderas dentro del contexto en el cual se planteen, a pesar de que una de
ellas pareciera no aceptarlas. Aplicando la primera, se puede aceptar que el
diálogo entre oficialismo y oposición es
necesario en Venezuela.
Tan
necesario es, que en Venezuela no se convive, y el conflicto es tan grande y
peligroso, que ya se reconoce y se reclama a nivel internacional, aunque con
mucho retraso. En realidad, nadie sensato puede negar la necesidad del diálogo
como método de solución de conflictos. Se destacan casos históricos, como el de
Bolívar y Morillo, el de la alianza de la Segunda Guerra Mundial, el de Kennedy
y Kruschev.
Se
debe apreciar que en estos casos los dialogantes lo hicieron bajo la presión
evidente de las circunstancias, pero no hasta el punto de haber sido obligados
a punta de pistola. En todos estos casos, y en cualquier otro en el cual el
diálogo puede resultar fructífero, se cumplió que las partes dialogantes eran
representantes legítimos de los intereses en juego, y tuvieron al menos un
objetivo en común.
Las
cabezas que promueven el diálogo tienen razón. Sin embargo, también se han
registrado casos en los cuales el diálogo ha resultado un estruendoso fracaso,
como lo relacionado con Hitler, y lo que puede señalarse con relación al Estado
Islámico.
Es
evidente que no puede esperarse un resultado positivo cuando no hay al menos un
objetivo común, cuando una de las partes supuestamente dialogante tiene el
objetivo de destruir o dominar a la otra parte, como fue el caso de Hitler, y
obviamente el del Estado Islámico, el cual ni siquiera se puede llegar a ver
como dialogante algún día. Las cabezas que promueven el diálogo no tienen
razón. Aquí parece encajar eso de no hay verdad absoluta.
¿Cuál
verdad se tiene aquí? Aquí se tiene la convicción, por no decir filosóficamente
la seguridad, de que el diálogo en referencia en Venezuela no es posible. La
posición evidente, e indeclinable se agrega, del oficialismo en el sentido de
conservar el poder indefinidamente con propósitos calificables de ideológicos,
y de aprovechamiento corrupto de los recursos del pueblo venezolano, y por otro
lado, de destruir la Venezuela anterior a 1999, la cual todavía sobrevive,
aunque a duras penas, anula la posibilidad de que exista un objetivo que puedan
compartir las dos partes, y por ende del diálogo.
Quizás
valga la pena clarificar la realidad de la no viabilidad del diálogo a la
opinión internacional. Más aún, también se aprecia otro obstáculo, el cual es
la legitimidad de la representación de las partes, porque la MUD no luce
reuniendo las condiciones para ser representante único de los intereses de los
venezolanos, democracia, libertad y justicia.
En
la MUD están preferentemente dedicados a repartirse los candidatos por
consenso, por no decir totalmente, y eso significa que los partidos siguen
pensando que pueden irrespetar impunemente a la sociedad.
Sigue
siendo necesario el diálogo interno, el que supuestamente realizaron Machado,
las damas primero, Ledezma, López y Capriles, y ampliarlo hasta la
representatividad de toda la sociedad civil venezolana y así consolidar la
fuerza para confrontar con, Constitución y Democracia, al oficialismo, no para
dialogar con éste.
Douglas Jatem Villa
djatem@gmail.com
@djatemv
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