Al cumplirse 23 años de la fatídica intentona
golpista que abrió la puerta para que llegasen luego al Poder quienes han
destruido a Venezuela durante los últimos 16 años, y convencido como estoy de
que nuestro pueblo está próximo a corregir ese error histórico provocando
pronto un cambio de gobierno en el marco de la Constitución, ofrezco a mis
lectores la nueva versión de este artículo publicado en 2012 con motivo del XX
aniversario de esta controversial fecha, y cuyo propósito fundamental es crear
consciencia histórica en las nuevas generaciones a través de mi propia vivencia
en aquel episodio, del que fui testigo de excepción siendo un inquieto joven
activista político:
Transcurría la noche del 3-F de 1992 con
absoluta normalidad en casa de mis padres. Pasó la hora de la cena, la del
noticiero y la de la novela de la época y, entre las 10 y 11:00 pm, uno tras
otro fuimos retirándonos a nuestra respectiva habitación. Al día siguiente
seguía la cotidianidad, que en mi caso consistía en ir a trabajar como
asistente del Magistrado José Rafael Mendoza en el entonces Consejo de la
Judicatura, mientras esperaba mi acto de grado de Abogado en la UCV. Pero de
repente el teléfono repica casi a la medianoche y ocasiona el alboroto y la
expectativa que ese tipo de llamadas suelen provocar. Era mi tía Velma Soltero
de Ruán, quien vivía en un edificio de Chuao y desde su ventana presenciaba
atónita cómo un grupo de soldados intentaba tomar La Carlota, librándose en ese
momento un duro enfrentamiento entre éstos y los que defendían la base área.
Inmediatamente hacemos llamadas, pero casi
nadie sabe nada a esa hora. La mayoría de quienes contactamos se están
enterando por nosotros, hasta que logro comunicarme con la casa del Dr. Pedro
París Montesinos -para entonces Presidente del Congreso Nacional- y hablo con
una de sus hijas, quien me informa que está en marcha un golpe de Estado y el
Presidente ha tenido que salir de Miraflores. También hay fuego cruzado en La
Casona y se reportan alzamientos en varios sitios del país. Le pregunto por su
papá y me dice que está en casa recibiendo y haciendo llamadas. Para esa hora
reina la incertidumbre. Nadie sabe a ciencia cierta dónde está el Presidente,
ni se maneja con exactitud la magnitud de la conjura.
Cuelgo el teléfono y sin pensarlo mucho me
visto y me dirijo a la casa de París Montesinos, poniéndome a la orden para
cualquier cosa que se pueda hacer para resguardar la democracia. A los pocos
minutos, cerca de la 1:00 am, el Dr. París decide salir y nos vamos en un solo
carro con un chofer, un escolta y las placas cambiadas, rumbo a la casa del
Senador Lewis Pérez, a la que se dirigen otros líderes adecos.
A los pocos minutos de estar en su casa,
Lewis Pérez recibe la noticia de que el Presidente está en Venevisión, e
inmediatamente partimos a la estación de La Colina. En plena subida nos
interceptan varios soldados. Afortunadamente son tropas leales que están
custodiando ya el canal. Al entrar, CAP ya ha transmitido su primer mensaje.
Hacen presencia también los dirigentes copeyanos Eduardo Fernández, Gustavo
Tarre y Luis Alberto Machado, así como muchos líderes de AD. Una señora que
está presente -seguramente esposa de algún dirigente-, le pregunta a CAP
angustiada: "Presidente, cuénteme: ¿cómo se escapó de Miraflores?" Y
CAP le responde con picardía y en su muy particular estilo: "Pues, cómo
uno se escapa de esas cosas". Luego de lo cual le brinda una breve y
tranquilizadora sonrisa.
Al rato CAP transmite un segundo mensaje,
éste un poco más formal y sereno. Atrás una cortina negra y la bandera
nacional. El Presidente luce sobrio y circunspecto, y ordena en tono grave a
los insurrectos, previa referencia a su carácter de Comandante en Jefe de las
FFAA, rendirse de inmediato y deponer las armas.
Ya sobre las 4:00 am uno de los oficiales que
está presente recibe una llamada e inmediatamente le pasa el enorme celular
-tipo ladrillo- al Presidente, anunciándole que se trata del general Oviedo.
CAP toma el teléfono, saluda y escucha al general como por 20 segundos, le hace
un par de preguntas, e inmediatamente nos informa a todos los presentes que
Miraflores ha sido retomado por tropas leales al Gobierno y que parte
inmediatamente hacia el Palacio.
El carro de la presidencia del Congreso lleva
esta vez al Dr. París acompañado de un par de dirigentes de AD. Nos toca irnos
juntos a Luis Emilio Rondón, Liliana Hernández, el ex ministro Luis Alberto
Machado y a mí, que para entonces era apenas un muchacho de 23 años, que acababa
de entregar la Presidencia del Centro de Estudiantes de Derecho en la UCV.
La insólita caravana de más o menos 12
vehículos, en la que no va ni un solo carro con placas oficiales ni militares,
se desplaza con precaución por la Cota Mil hasta alcanzar la Av. Baralt, la
cual bajamos parcialmente, luego nos metimos a la derecha en una esquina y
cruzamos a la izquierda hacia abajo en otra, para finalmente desembocar frente
a la “Prevención 1”: la puerta principal del Palacio sobre la Av. Urdaneta.
Al llegar a Miraflores el espectáculo no
podía ser más lamentable. Se escuchan tiros aún a lo lejos, pasan frente a
nosotros varios soldados insurgentes detenidos con las manos en la cabeza, hay
un charco de sangre considerable frente al pasillo que conduce al interior del
Palacio, y dos soldados leales ponen en orden sobre la acera el armamento
incautado a los rebeldes.
Adentro las cosas no son diferentes. Al
caminar por los pasillos es inevitable pisar pedacitos de escombros que han
quedado regados por todos lados. Muchos charcos de sangre, huellas de disparos
en casi todas las columnas, paredes y puertas, incluyendo la del Despacho
Presidencial. Me asomo a la Sala de Edecanes y está el ministro Ochoa Antich en
traje de campaña dando instrucciones por teléfono, y sale por la puerta del
Despacho a recibir al Presidente el ministro Ávila Vivas, quien ha llegado
minutos antes.
A partir de ese momento Miraflores empieza a
llenarse de gente. Todo el mundo político se da cita en Palacio, y los medios
toman por asalto el escenario con el amanecer. A las 08:00 am el Dr. París me
indica que nos retiramos. Debe prepararse para la sesión del Congreso que
ratificará la suspensión de garantías que el Presidente está decretando en ese
momento.
Acudo a su llamado y me subo tras él en el
carro en que comenzó nuestro periplo de esa noche, no sin antes recoger del
piso uno de los muchos casquillos de FAL detonados en aquel recinto esa noche,
el cual guardo celosamente como excepcional recuerdo de la terrible experiencia
que Venezuela vivió aquella madrugada, y cuyos nefastos efectos se han
extendido hasta el sol de hoy.
*Diputado de la Unidad al Consejo Legislativo
de Miranda y Directivo del CPFC
Cipriano
Heredia S.,
cipriano.heredia@gmail.com
@CiprianoHeredia
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