domingo, 8 de febrero de 2015

CIPRIANO HEREDIA S., AL LADO DE CAP AQUEL 4F

Al cumplirse 23 años de la fatídica intentona golpista que abrió la puerta para que llegasen luego al Poder quienes han destruido a Venezuela durante los últimos 16 años, y convencido como estoy de que nuestro pueblo está próximo a corregir ese error histórico provocando pronto un cambio de gobierno en el marco de la Constitución, ofrezco a mis lectores la nueva versión de este artículo publicado en 2012 con motivo del XX aniversario de esta controversial fecha, y cuyo propósito fundamental es crear consciencia histórica en las nuevas generaciones a través de mi propia vivencia en aquel episodio, del que fui testigo de excepción siendo un inquieto joven activista político:
Transcurría la noche del 3-F de 1992 con absoluta normalidad en casa de mis padres. Pasó la hora de la cena, la del noticiero y la de la novela de la época y, entre las 10 y 11:00 pm, uno tras otro fuimos retirándonos a nuestra respectiva habitación. Al día siguiente seguía la cotidianidad, que en mi caso consistía en ir a trabajar como asistente del Magistrado José Rafael Mendoza en el entonces Consejo de la Judicatura, mientras esperaba mi acto de grado de Abogado en la UCV. Pero de repente el teléfono repica casi a la medianoche y ocasiona el alboroto y la expectativa que ese tipo de llamadas suelen provocar. Era mi tía Velma Soltero de Ruán, quien vivía en un edificio de Chuao y desde su ventana presenciaba atónita cómo un grupo de soldados intentaba tomar La Carlota, librándose en ese momento un duro enfrentamiento entre éstos y los que defendían la base área.
Inmediatamente hacemos llamadas, pero casi nadie sabe nada a esa hora. La mayoría de quienes contactamos se están enterando por nosotros, hasta que logro comunicarme con la casa del Dr. Pedro París Montesinos -para entonces Presidente del Congreso Nacional- y hablo con una de sus hijas, quien me informa que está en marcha un golpe de Estado y el Presidente ha tenido que salir de Miraflores. También hay fuego cruzado en La Casona y se reportan alzamientos en varios sitios del país. Le pregunto por su papá y me dice que está en casa recibiendo y haciendo llamadas. Para esa hora reina la incertidumbre. Nadie sabe a ciencia cierta dónde está el Presidente, ni se maneja con exactitud la magnitud de la conjura.
Cuelgo el teléfono y sin pensarlo mucho me visto y me dirijo a la casa de París Montesinos, poniéndome a la orden para cualquier cosa que se pueda hacer para resguardar la democracia. A los pocos minutos, cerca de la 1:00 am, el Dr. París decide salir y nos vamos en un solo carro con un chofer, un escolta y las placas cambiadas, rumbo a la casa del Senador Lewis Pérez, a la que se dirigen otros líderes adecos.
A los pocos minutos de estar en su casa, Lewis Pérez recibe la noticia de que el Presidente está en Venevisión, e inmediatamente partimos a la estación de La Colina. En plena subida nos interceptan varios soldados. Afortunadamente son tropas leales que están custodiando ya el canal. Al entrar, CAP ya ha transmitido su primer mensaje. Hacen presencia también los dirigentes copeyanos Eduardo Fernández, Gustavo Tarre y Luis Alberto Machado, así como muchos líderes de AD. Una señora que está presente -seguramente esposa de algún dirigente-, le pregunta a CAP angustiada: "Presidente, cuénteme: ¿cómo se escapó de Miraflores?" Y CAP le responde con picardía y en su muy particular estilo: "Pues, cómo uno se escapa de esas cosas". Luego de lo cual le brinda una breve y tranquilizadora sonrisa.
Al rato CAP transmite un segundo mensaje, éste un poco más formal y sereno. Atrás una cortina negra y la bandera nacional. El Presidente luce sobrio y circunspecto, y ordena en tono grave a los insurrectos, previa referencia a su carácter de Comandante en Jefe de las FFAA, rendirse de inmediato y deponer las armas.
Ya sobre las 4:00 am uno de los oficiales que está presente recibe una llamada e inmediatamente le pasa el enorme celular -tipo ladrillo- al Presidente, anunciándole que se trata del general Oviedo. CAP toma el teléfono, saluda y escucha al general como por 20 segundos, le hace un par de preguntas, e inmediatamente nos informa a todos los presentes que Miraflores ha sido retomado por tropas leales al Gobierno y que parte inmediatamente hacia el Palacio.
El carro de la presidencia del Congreso lleva esta vez al Dr. París acompañado de un par de dirigentes de AD. Nos toca irnos juntos a Luis Emilio Rondón, Liliana Hernández, el ex ministro Luis Alberto Machado y a mí, que para entonces era apenas un muchacho de 23 años, que acababa de entregar la Presidencia del Centro de Estudiantes de Derecho en la UCV.
La insólita caravana de más o menos 12 vehículos, en la que no va ni un solo carro con placas oficiales ni militares, se desplaza con precaución por la Cota Mil hasta alcanzar la Av. Baralt, la cual bajamos parcialmente, luego nos metimos a la derecha en una esquina y cruzamos a la izquierda hacia abajo en otra, para finalmente desembocar frente a la “Prevención 1”: la puerta principal del Palacio sobre la Av. Urdaneta.
Al llegar a Miraflores el espectáculo no podía ser más lamentable. Se escuchan tiros aún a lo lejos, pasan frente a nosotros varios soldados insurgentes detenidos con las manos en la cabeza, hay un charco de sangre considerable frente al pasillo que conduce al interior del Palacio, y dos soldados leales ponen en orden sobre la acera el armamento incautado a los rebeldes.
Adentro las cosas no son diferentes. Al caminar por los pasillos es inevitable pisar pedacitos de escombros que han quedado regados por todos lados. Muchos charcos de sangre, huellas de disparos en casi todas las columnas, paredes y puertas, incluyendo la del Despacho Presidencial. Me asomo a la Sala de Edecanes y está el ministro Ochoa Antich en traje de campaña dando instrucciones por teléfono, y sale por la puerta del Despacho a recibir al Presidente el ministro Ávila Vivas, quien ha llegado minutos antes.
A partir de ese momento Miraflores empieza a llenarse de gente. Todo el mundo político se da cita en Palacio, y los medios toman por asalto el escenario con el amanecer. A las 08:00 am el Dr. París me indica que nos retiramos. Debe prepararse para la sesión del Congreso que ratificará la suspensión de garantías que el Presidente está decretando en ese momento.
Acudo a su llamado y me subo tras él en el carro en que comenzó nuestro periplo de esa noche, no sin antes recoger del piso uno de los muchos casquillos de FAL detonados en aquel recinto esa noche, el cual guardo celosamente como excepcional recuerdo de la terrible experiencia que Venezuela vivió aquella madrugada, y cuyos nefastos efectos se han extendido hasta el sol de hoy.
*Diputado de la Unidad al Consejo Legislativo de Miranda y Directivo del CPFC
Cipriano Heredia S.,
cipriano.heredia@gmail.com
@CiprianoHeredia  

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