Lo que quieren los
pueblos es que la fuerza de la humanidad tenga como condición indispensable la
humanidad de la fuerza
Lo que quieren los
pueblos es que se le dé a la tierra el sembrador que pide y se le dé al
sembrador la tierra que reclama
Lo que quieren los
pueblos es la seguridad de la tierra donde asientan su precaria morada y su
insegura esperanza
Lo que quieren los
pueblos es que su pan tenga el tamaño de su hambre y su gobierno la forma de su
justicia
Andrés Eloy Blanco (1896-1955),poeta
venezolano, miembro de la “Generación del 28” y fundador del partido Acción
Democrática (AD), cuentista, dramaturgo, periodista, insigne orador, diputado,
canciller de la República, presidente de la Asamblea Constituyente de 1946
Hoy cumple un año en prisión el líder de
Voluntad Popular Leopoldo López. El gobierno en este país es quien ordena
cárcel, dando así condición de preso político a quien luego la “justicia
injusta” se encargará de rebuscar algún delito para mantenerlo entre rejas. A
los cuatro vientos, el presidente Nicolás Maduro habla de “su” preso,
disponiendo de él, condenándole antes que cualquier sentencia judicial,
intentando incluso intercambiarlo con terroristas que pagan pena en Estados
Unidos. En su libérrima voluntad insultadora, Maduro tilda a López de asesino,
desestabilizador y le pone apodos como “el monstruo de Ramo Verde”.
Leopoldo López no solo ha sufrido una prisión
sin pruebas que lo acusen de delito alguno, sino que sus condiciones de
reclusión violan mínimos derechos. Solo puede ser visitado por su familia, bajo
protesta pública de sus abogados y esposa lo sacan a tomar sol, su celda es
violentamente requisada cada cierto tiempo y como si fuese un criminal de alta
peligrosidad, lo aíslan en calabozos de castigo cada vez que alza su voz de
protesta.
El juicio de López estuvo incluso paralizado
por tres meses en los cuales el tribunal no dio audiencia para evitar
pronunciarse sobre la orden de la ONU de liberarlo “de inmediato”, lo cual fue
denegado.
Mientras el mundo entero ve que López convocó
a jornadas de protestas “pacíficas” que llamó La Salida, en las cuales se pedía
al gobierno cambio o renuncia, el juez político lo culpa de las muertes que se
sucedieron en ellas y que fueron en su gran mayoría, responsabilidad de cuerpos
armados del sector oficialista.
En su gobierno, cargado de sospechas de
ilegitimidad, Nicolás Maduro no ha podido presentar una prueba de que Chávez
murió realmente en la fecha oficial, ya que en Venezuela por lo visto presentar
una partida de defunción para certificar la muerte y sus causas, no opera en un
gobierno que se pasa las leyes por donde le place. Esos meses que Maduro estuvo
de “presidente encargado” y también de candidato presidencial, aprobó y firmó
leyes que comprometen derechos ciudadanos, con el apoyo de un Tribunal Supremo
de Justicia más preocupado de su millonaria jubilación que de respetar y hacer
respetar las leyes de la República.
Como guinda de la torta, Maduro llega a la
presidencia sin una partida de nacimiento
que compruebe que es venezolano por nacimiento y no posee ninguna otra
nacionalidad. El silencio sobre ambas partidas ratifica la certeza de la
sospecha.
Esto solo puede suceder en un país donde la
fuerza armada es el partido de gobierno y no la garante de la constitución y
donde un grupo de aprovechados se han enriquecido groseramente y ahora están
enquistados para proteger su libertad y sus riquezas. El legítimo derecho que
tienen los estados (y Venezuela lo ha ejercido expulsando a funcionarios
diplomáticos y a visitantes ilustres que han querido asomarse a este horror) de
dar y quitar los permisos de entrar a su territorio, no pudo ser asumido sino
con la plana de Chávez: “están atacando la soberanía de Venezuela, están
atacando a la Patria ”, cuando a ojos vista de lo que se trata es que los
acusados de violadores de derechos humanos (como por ejemplo los verdugos de
Leopoldo López y de todos los presos políticos y protestantes), los jefes de
carteles de drogas y otros especímenes ligados a la revolución, no ingresen a
USA ni tengan propiedades allá. Ya se reportan cada vez más casos de ilustres
personajes rojitos que han sido devueltos de aeropuertos norteamericanos y sus
familias avisadas de abandonar el país en un plazo de 24 horas.
Con este peliagudo escenario internacional en
el cual la prisión de López ha despertado la crítica mundial; una economía
fracasada con una inflación de 68,5% en 2014 según el BCV; un ambiente de
rabiosa impotencia en todos los niveles; la escasez que no amaina porque
sencillamente no hay producción; el sector industrial y comercial paralizado
por la incertidumbre ante la avalancha de medidas, imposiciones,
fiscalizaciones, multas, cierres, confiscaciones y expropiaciones, el gobierno
no tiene ni siquiera el sensato gesto de escuchar a un país que le está
pidiendo urgentemente un cambio en el rumbo. Antes bien, el presidente Maduro
insiste en la quemada y ya risible táctica de denunciar magnicidios y golpes de
Estado, obedeciendo al librito cubano según el cual, esto convoca al apoyo
mundial alrededor del “gobierno constitucionalmente electo”.
Hasta el momento, en dos años Maduro ha
denunciado al menos en 16 oportunidades intentos de magnicidio o de golpe de
Estado de una gran variedad: que lo querían matar a él y a Diosdado; que
vendrían sicarios salvadoreños a cometer magnicidio; que la derecha tenía
aviones dispuestos en Colombia para atacar Miraflores; que Colombia quería
“inocularle” un veneno para matarlo “también” a él; que sicarios lo matarían en
la cumbre de Unasur en Ecuador; ha acusado a Henrique Capriles, a Álvaro Uribe,
a Posada Carriles, de planificar su muerte; dijo que terroristas lo iban a
matar en la cumbre de la Celac en Costa Rica; que el banquero Eligio Cedeño
financiaba a María Corina Machado, a Henrique Salas Römer y a Diego Arria para
magnificarlo; que si un plan llamado “carpeta amarilla” se gestaba en su contra
en Los Teques; que si un tuitero llamado Power Kardashian lo amenazó de muerte
(¡!); pero en dos oportunidades ha denunciado planes de golpe de Estado por
parte de militares. La primera vez mandó a detener a tres oficiales que han
negado absolutamente la versión y nada se sabe del juicio de ellos. La última
denuncia, llamada “plan azul” porque presuntamente unos oficiales de la Fuerza
Aérea bombardearían con un Tucano a Miraflores y otras dependencias públicas,
fue en febrero, en este aniversario de las protestas estudiantiles que
provocaron 43 lamentables muertes.
A estas alturas ya nadie toma en serio esas
denuncias que intentan distraer del gravísimo problema nacional de
desabastecimiento, inseguridad, inflación, indefensión legal y una anarquía que
está devorando a la sociedad con la barbarie de la ley de la selva. Sálvese
quien pueda.
La torpeza e incapacidad oficial de enderezar
un rumbo a todas luces errado, está favoreciendo nacional e internacionalmente
a Leopoldo López, quien ha seguido desde la cárcel los preceptos pacifistas de
Mandela, de Ghandi, de Luther King. La ausencia de odio en sus escritos asombra
a muchos y la madurez política le ha llegado entre los barrotes. La presión mundial
para liberarlo, la incesante lucha de su esposa Lilian Tintori por dar a
conocer en todos los escenarios la injusticia que reina en Venezuela, deberían
impulsar a una medida inteligente de parte de un régimen al que hace un gran
daño el que se compare a López con Mandela y a su desgobierno con aquel
segregacionista y malvado de Suráfrica.
“Los
verdaderos líderes deben estar dispuestos a sacrificarlo todo por la libertad
de su pueblo” dijo Mandela.
Y es exactamente lo que está haciendo
Leopoldo López, a quien Maduro le ha hecho el gran favor de martirizarlo para
hacer de él un líder incuestionable.
Charito Rojas
Charitorojas2010@hotmail.com
@Charitorojas
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