A comienzos de 2014
convergieron tres procesos sin relación causal explícita, pero engranados en el
drama venezolano: el deterioro masivo de la calidad de vida de los ciudadanos
de menores ingresos; el llamado de María Corina Machado, Leopoldo López, Antonio
Ledezma, Gabriel Puerta Aponte, los diputados de “la Movida Parlamentaria” y
otros dirigentes, a discutir en asambleas de ciudadanos los métodos
constitucionales para producir “la salida” de Maduro (renuncia, Asamblea
Constituyente, elecciones adelantadas, etc.); y la protesta estudiantil
iniciada en la región andina, que tuvo un momento estelar el 12 de febrero con
la manifestación convocada por Juan Requesens, presidente de la Federación de
Centros de la UCV, y la dirección estudiantil en Caracas y que culminó en la
Fiscalía General, luego de lo cual se produjeron, a manos de los cuerpos
policiales, los asesinatos del estudiante Bassil Dacosta y del activista
chavista Juancho Montoya, hechos que contribuyeron a la extensión de la
rebelión estudiantil por todo el país. Estos factores se alinearon,
retroalimentaron y produjeron una protesta nacional sin precedentes, así como
mostraron que el régimen estaba dispuesto a la represión más despiadada, con un
desenlace de 43 asesinados, miles de presos, torturados, perseguidos y
hostigados.
A la luz de lo
ocurrido vale la pena reflexionar. Un hecho fundamental es que nadie previó y
posiblemente no se podía prever el grado de furia acumulada en la sociedad y
que habría de estallar apenas se abriera una rendija. Es una enseñanza: cierto
que no se puede adivinar el futuro en un mundo tan azaroso, pero hay que
imaginar los escenarios más improbables.
Entonces se descorrió
el barniz democrático que el gobierno se empeñaba en mantener. No era la
primera vez que mataba, pero rebasó todo cálculo el que las órdenes de Maduro a
militares, policías y paramilitares, fuesen las de reprimir a sangre y fuego
indiscriminados las manifestaciones inicialmente pacíficas en casi todos los
casos. En su marco se dieron las “guarimbas” que cuando no tuvieron carácter
defensivo fueron aventureras.
Un hecho político
esencial fue que la lucha juvenil y el liderazgo político que sin vacilar la
acompañó, mostraron al mundo la realidad de un régimen dictatorial;
develamiento que inició una reacción internacional que tuvo un nuevo momento
con la reciente visita de los ex presidentes de Colombia, Chile y México.
Quedó para siempre el arrojo de la juventud y la renuncia de Maduro, demorada por ahora, pero sazonada y madurada para su logro.
Carlos Blanco G.
carlos.blanco@comcast.net.
@carlosblancog .
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