Una vez más el presidente Maduro denuncia un
supuesto Golpe de Estado en su contra. Los de oposición, que hemos traspasado
la línea del hastío hace rato, volvemos a torcer los ojos ante lo que nos
parece una bomba de humo más de un gobierno acostumbrado a mentir. Sin embargo,
aun cuando en los últimos 16 años el gobierno ha sido un circo de luces y
malabares a la hora de tapar los grandes problemas nacionales, esta vez el
escenario nacional pareciera prestarse para lo que consideraríamos un golpe
oportunista.
La precaria y decadente situación económica,
las acusaciones internacionales para con el narco-Estado, la indignación por el
“Dios proveerá” mientras se destapa la multimillonaria cuenta del Banco del
Tesoro escondida en Suiza, los escándalos de corrupción, el bajo apoyo del
presidente en las encuestas, las incontables denuncias de tortura y
confinamiento en condiciones infrahumanas a los presos políticos, las marchas y
protestas opositoras a lo largo del país, etc., parecen servir de plataforma
suficiente para el surgimiento de un líder opositor que amalgame, canalice, y
capitalice políticamente el descontento. Alguien podría pensar que sería hasta
fácil. Pero no. No sucede.
Fuera del liderazgo de Leopoldo López
(potenciado desde que está en Ramo Verde), no parece haber opciones claras de
quien puede tomar las riendas opositoras y conducir a una transición hacia la
democracia plena, devolviendo la dignidad a todo el país, en todos los
aspectos. El nombre de Henrique Capriles sigue generando empatía y esperanza
pero acciones poco concretas. María Corina Machado lucha incansablemente pero
no mueve a las masas. Y de ahí en más solo hay nombres disgregados con poca
proyección general a nivel nacional.
En estas circunstancias el elemento
desesperación podría llevar a cualquiera con ansias protagónicas a aventurarse
en una acción golpista. Es tentador repetir la historia de Chávez. Volverse el
rostro de quienes están indignados por la corrupción sin precedentes que
vivimos, las mega-devaluaciones, la inflación proyectada en 100%, la
burocracia, la represión, la burla. Ahorrarse el trabajo de ser un líder de
bases que construye su nombre políticamente por años y años, con ética
intachable, sobre esfuerzo, resultados, planes, estrategias, trabajo social,
recorrer barrios y pueblos y, por qué no, carisma, y hacerse de la simpatía de
millones (y el rechazo de otros tantos, pero qué más da) de un solo plumazo, de
un solo golpe. Ciertamente puede resultar tentador para algunos.
En cualquier caso, entre golpistas que se entiendan.
Muchas cosas debemos haber aprendido ya, y una de ellas es que la democracia no
se recupera con golpes de Estado, sino con fortalecimiento de las instituciones
y con un comportamiento participativo y ético personal ejemplar. Un golpe de
estado sería combatido mañana por quienes hoy lo aplaudirían. El pueblo
demócrata debe seguir usando las armas del voto y la protesta.
Antonio
Rivas
rivas_antonio@hotmail.com
@AntonioERivasR
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