TULIO HERNÁNDEZ, |
No compitió con nadie. A diferencia de lo que se estila en las
democracias verdaderas, no hubo elección alguna dentro de su partido para
nombrarlo candidato. Ni siquiera una consulta entre la cúpula que lo dirige. La
presidencia de Nicolás Maduro, una vez que el por entonces presidente de la
república víctima de una enfermedad terminal emitiera su último suspiro, es el
resultado de un capricho personal.
Como ocurría en las monarquías y en Cuba una vez que Fidel Castro
se hizo minusválido y designó a su hermano Raúl como sucesor; en Corea cuando
Kim Il-sung, el “presidente eterno”, a su hijo Kim Jong-un; o en Nicaragua con
la saga de los dictadores Somoza, a Nicolás Maduro lo impuso como candidato
oficialista, en un indiscutible abuso de poder, el dedo omnipotente de Hugo
Rafael Chávez.
Fue una decisión arbitraria. Soberbia de moribundo. Orden
cuartelaria dictada en público a la dirigencia de su partido político frente a
las cámaras de televisión. Gesto mortuorio del hombre que más poder ha
concentrado en toda la historia de Venezuela. Último capricho. Equivoco final.
Porque, lo sabemos ahora que el país mayoritario expresa una
profunda aversión por un hombre que a todas luces se está convirtiendo en el
ser humano más despreciado de nuestra historia patria, la decisión fue
absolutamente desacertada. Maduro tiene todo de su lado para convertirse en el
más incompetente de nuestros presidentes, el que más disparates ha pronunciado
en público y el que, como ningún otro, ha dado pruebas de insuficiencia
intelectual, incapacidad para tomar decisiones y capacidad inmensa para
degradar nuestro idioma con su torpe manera de oficiarlo.
Si nos dedicáramos a especular, pareciera que el presidente muerto
lo hizo a propósito. Que, desde su inmensa vanidad personal, el desespero que
le acompañó en su corta vida para convertirse en una figura mítica a la manera
del Che o de Eva Perón hubiese mirado entre sus fichas cercanas a ver cuál era
el más incompetente, el que menor auctoritas tenía sobre sus correligionarios,
y a partir de esas cualidades, calculando quién le haría menos sombra a su
figura histórica, tomó la decisión.
Ya no hay vuelta atrás. Por más que Jorge Giordani, el sacerdote
de la planificación socialista en la era Chávez, trate de salvar la
responsabilidad del teniente coronel y su equipo, y de inculpar de la tragedia
económica y moral que estamos viviendo los venezolanos solo a Nicolás Maduro y
el suyo, a pesar de nuestra amnesia colectiva, el país entero sabe quién llevó
a Maduro a la presidencia.
La más notoria y reciente torpeza así lo confirma. Haber declarado
públicamente que la única manera de liberar de su prisión a Leopoldo López, uno
de los dos máximos líderes de la unidad democrática venezolana, era canjearlo
por el independentista puertorriqueño Oscar López Rivera lo ha dejado al
desnudo ante la opinión pública internacional.
Con una sola frase el hombre que dirige el país ha confesado,
primero, que López es “su” secuestrado personal, que él puede disponer sin
consultar con ningún otro poder, ni siquiera con la Asamblea Nacional o el
Tribunal Supremo, su destino: canjearlo, liberarlo o dejarlo por el tiempo que
quiera en prisión. En segundo lugar, ha puesto en evidencia, otra vez, que el
sistema judicial, todos los jueces, y en particular la que lleva el caso López,
no son autónomos, solo títeres al servicio de Miraflores. Y, en tercer lugar,
ha confirmado lo que todos sabemos, que la Constitución es letra muerta para
los gobernantes rojos, porque en ella ni en las leyes que la regulan aparece la
figura del canje de presos políticos.
A Maduro y su equipo les está ocurriendo lo peor que le puede
pasar a un activista político convertido en gobernante: terminar oficiando de
la manera más indigna, desde el poder absoluto, aquellas violaciones de los
derechos humanos que alguna vez condenaron cuando eran de oposición. Las
cárceles venezolanas, llenas de presos políticos, vejados unos, torturados
otros, violados sexualmente muchos, sin debido proceso todos, así lo confirman.
Tulio Hernández
hernandezmontenegro@cantv.net
@tulioehernandez
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