NELSON ACOSTA ESPINOZA |
Bien amigos lectores, iniciamos un nuevo año.
Lo tradicional en fechas de esta naturaleza es desear buenas venturas y
felicidades para este nuevo ciclo en nuestras vidas. Me uno a la tradición y
deseo lo mejor a ustedes mis leedores.
Sin embargo, parece apropiado alertar sobre
algunos nubarrones y tormentas que se avecinan en este año. Temblores
económicos y convulsiones de carácter político. Veamos algunas cifras que
destacados economistas han sacado a la luz pública. Ellas expresan el tamaño
de los desaciertos e irresponsabilidad
de este socialismo del siglo XXI: “Venezuela cierra con el año 2014 el cuarto
boom de sus históricos 98 años de país petrolero, el más apoteósico de todos
los tiempos, con 84.049 millones de dólares recibidos en 16 años. Que
representan el 70,6% de todas sus exportaciones de hidrocarburos de siempre”.
Si se sumaran todos los ingresos percibidos
por el estado: petroleros, fiscales y la deuda consolidada en 16 años y la
unificamos en dólares, encontraríamos que la sumatoria total de estos tres
rubros alcanzan a la fantástica cantidad de USD 1.937.083.000.000. “Son, créalo
o no, suficientes para trazar siete líneas y medias con billetes de cien
dólares desde Venezuela a la luna”. A pesar de estas astronómicas cifras los
logros alcanzados en áreas como educación, salud, seguridad fueron mediocres y
atados a una cultura diseñada para el empobrecimiento cultural y psicológico de
la población. Para el chavismo “ser pobre es bueno”. Así lo expreso, en cierta
ocasión, uno de sus ministros.
Ahora bien, en este contexto se celebraran,
así lo esperamos, unas elecciones parlamentarias. La mayoría de los estudios de
opinión le adjudica una oportunidad de oro a la oposición en esta ocasión
electoral. Objetivamente, los datos de los sondeos les favorecen. Podrían ganar
estas elecciones y, es lo deseable, sacar una mayoría parlamentaria que
prepararía las modificaciones legales para iniciar la restauración del estado
democrático y de derecho.
Me voy a permitir alertar sobre un dato de
antropología electoral. Sí, es cierto,
los estudios de opinión registran una mayoría insatisfecha con las
políticas gubernamentales. Igualmente, rastrean un deslave dentro de los
partidarios del chavismo. Podríamos predecir, entonces, que estamos a la vista
de la construcción de una nueva mayoría. A tal respecto, me permito subrayar
que esa condición de “nueva” exige ser interpelada mediante distintos
dispositivos discursivos que se desmarquen de los que tradicionalmente han sido
utilizados por el bloque opositor. Pensar, por ejemplo, que este desagrado con
la actual situación económica desembocaría
automáticamente a los raudales opositores puede resultar una costosa
ingenuidad política.
La acción de votar no es racional. En
política, casi nada es racional. Se necesita emocionar para convencer. Es
indispensable, en consecuencia,
encuadrar el lenguaje opositor en formatos sencillos que formen y apelen
a marcos cognitivos que desplacen a los desarrollados por el oficialismo. Estos
frames son inconscientes y recogen un conjunto de ideas y conceptos que ayudan
a los votantes a comprender el mundo.
Por ejemplo, al centralismo autoritario que
postula una Venezuela única, el bloque democrático debería oponerle la idea de
Venezuela como un país de regiones. Esta conceptualización afianzaría la idea
federal y reforzaría las identidades regionales. Este podría ser el punto de
partida para la construcción de un nuevo discurso que consolide esta nueva
mayoría nacional.
En otros términos, los demócratas deberán
entender que la batalla de las ideas se disputa en el lenguaje. Sin duda, la
política ahora es así.
Nelson
Acosta Espinoza
acostnelson@gmail.com
@nelsonacosta64
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