viernes, 23 de enero de 2015

MIGUEL BAHACHILLE M., LAS CELDAS DISPONIBLES DE ARREAZA

La amenaza no tan velada del vicepresidente de La República, Jorge Arreaza, sobre la disponibilidad de suficientes celdas para encarcelar a “los afrentosos”, ocasionó cierta alegría y tranquilidad en la población. Pero al completar la lectura nos invadió el abatimiento y angustia al oír que las celdas referidas por el alto funcionario no eran para encarcelar a los apropiadores de más de 20.000 millones de dólares denunciados por Giordani, ni para el 97% de los delincuentes impunes (cifra de la Fiscalía) que acechan a la mayoría honesta.

Entonces, ¿para quiénes son esas celdas?; pues para los que osen refutar el rumbo de este gobierno socialista que lo está haciendo “muy bien”. El carácter de esa sentencia emitida nada menos que desde la vicepresidencia evoca capítulos lúgubres de nuestra historia republicana cuando cualquier funcionario “con poder” se arrogaba la potestad de prescribir desde su púlpito sentencias de ese talante. Por ejemplo los fotógrafos de calles (que somos casi todos) estamos amenazados por transmitir por las redes sociales imágenes con inmensas colas en supermercados y tiendas.

Esas celdas (no en su ámbito informático), por cierto ubicadas en una institución militar, no son propiedad del señor Arreaza ni están a disposición de sus fallos. Con la demolición de la cárcel “La Rotunda” en 1936 se ahuyentaron los espíritus malignos de la dictadura gomecista aleccionados para maltratar a los adversarios políticos, sobre todo a jóvenes de la “Generación del 28”, tan o menos jóvenes que el mismísimo vicemandatario Arreaza.

Los gobiernos evidentemente democráticos se esmeran por conciliar sobre todo cuando están en crisis inquiriendo mayor anuencia para acometer los conflictos. La libre expresión, en sus diversas variantes, está protegida por todas las Constituciones democráticas del mundo. Se presupone que es el mismísimo Estado el que debe garantizar a los diferentes grupos, con o sin metas opuestas, el goce de derechos para expresar sus opiniones. Cuando esa posibilidad se pierde, el estatus deja de ser democrático para convertirse en “otra cosa”.

Por otra parte, es ilusoria la libre expresión si ésta no permite que todos los grupos puedan poner de manifiesto, sin temor, la voluntad de ejercer cierta influencia política. El Vicepresidente está a tiempo de entender que la conducta democrática infiere débitos y créditos en lo social y público; por lo tanto no todos están forzados a discurrir en concordancia con la concepción que él profesa. Y que las cárceles se construyen para otros propósitos.

Las encuestas revelan que el gobierno, por su fragilidad, tiene más jugadores que espectadores. Funcionarios a toda hora y en cambote inundan casi todos los medios para loar la revolución mientras los conflictos se extienden. Esa realidad, indeseable, menoscaba el bienestar de la mayoría pues crea más agobios que respuestas.

Basta ver como la inseguridad, escasez y carestía se extienden por todo el territorio originando parálisis administrativa y por ende el desconcierto social. Dentro de ese abrupto escenario, no se entienden las declaraciones del vicepresidente. ¡No señor Arreaza!, no hay que llenar las celdas de Ramo Vede sino los estantes vacíos de supermercados y abastos.

Miguel Bahachille M.
miguelbmer@gmail.com
@MiguelBM29  

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