lunes, 12 de enero de 2015

JESÚS ALEXIS GONZÁLEZ, REFLEXIONES PARA AGENDAR LA ECONOMÍA Y ¡¡EL PAÍS!!

JESÚS ALEXIS GONZÁLEZ
El actual acontecer nacional puede recibir variados calificativos que van desde crisis hasta catástrofe pasando por colapso institucional, donde la situación económica es la vitrina de mayor relevancia y significación; razón por la cual en la frondosidad de los análisis (mayormente cuantitativos) se soslaya la principal causa: una marcada desorganización social que involucra a la sociedad misma transitando por los ciudadanos, la burocracia gubernamental, los partidos políticos, los empresarios y otras muchas instituciones. Ante tal planteamiento surge una reflexión inicial: la problemática que experimentamos va mucho más allá de lo económico, ya que en tal caso bastaría con sólo aplicar “medidas económicas” que en este inicio del 2015 apenas corregirán ciertos desequilibrios macroeconómicos. 

En apego a la economía como ciencia, puede afirmarse que no existe ninguna situación económica originaria, siendo que al formular deducciones se hace referencia a un marco comparativo entre lo que se está haciendo (y logrando) y lo que se pretende alcanzar; que para el caso venezolano está fundamentado en la economía comunal donde el Gobierno Nacional orienta la economía y el uso de los medios escasos hacia ciertos fines específicos tal como un socialismo sui generis, en un contexto que en mucho se aleja de un concepto elemental: la gestión económica de las comunidades es sólo posible mediante una socialización racional, apuntalada por la presencia de bienes y servicios que estimulen la actividad social a la luz de la venta en el mercado (mecanismo impersonal que este gobierno rechaza) de los productos que se generan en un proceso marcado por la racionalidad formal, la cual refleja el cálculo de lo que es técnicamente posible en contrario a la racionalidad material que es una forma de abastecimiento sustentada en postulados de valor signados por una economía planificada conducida con rigor administrativo dentro de régimen de regulaciones, prohibiciones y sanciones donde desaparecen los precios relativos alterando medularmente el proceso económico e impulsando desencantos sociales en cada ocasión que la producción (cantidad y tipo) se aleje de las utilidades deseadas por el consumidor en abierto desequilibrio para procurarse la satisfacción de sus necesidades (al menos las básicas).

Es evidente que la acción reguladora gubernamental afecta negativamente la gestión económica, más aún cuando se pretende excluir al sector privado mediante acciones enfocadas a obstaculizar las ganancias sofocando sus posibilidades de reinversión, alterando la estructura económica como un todo hasta propiciar un tipo de totalitarismo económico favorecido por los ingresos petroleros (para bien o para mal). De tal forma, se va creando una percepción de vulnerabilidad ante la presencia de esa administración burocrática de funcionamiento impreciso cuya tarea vital es contribuir a mantener el poder para continuar mandando sin gobernar, escenario que perfila, entre otros hechos, una desconfianza en el bolívar (como herramienta para preservar el patrimonio), impulsando un tipo de economía que le otorga prevalencia a la propiedad “mueble”  estimulando un modo de economía monetaria y financiera, restando importancia al dinero como medio formal de cálculo  y por ende como medio para orientar la acción económica, al extremo de magnificar el mercado de divisas, la “fuga” de capitales y la subvención de lealtades.
La producción de riqueza está condicionada por el tamaño del capital social, entendido como la forma de organizarse  la sociedad para alcanzar propósitos comunes a la luz de modelos económicos y políticos; en tal sentido puede afirmarse que Venezuela es claro ejemplo de un país con bajo capital social que se traduce en un conglomerado de instituciones imperfectas, ineficientes y aisladas que impide la configuración de una visión de país lo cual es sustituida por valores mesiánicos aproximándose a una “alternativa” para compensar sus implícitas debilidades, entre ellas la pasividad y permisibilidad que resta importancia a la falta de racionalidad económica, a la inflación, al déficit fiscal y a las fallas  gubernamentales.
Un alto porcentaje de la población (no menos del 80%) aspira un cambio  político-económico en el país, sin embargo no se asimila que tal cambio es primariamente responsabilidad de todos como condición para influir sobre el desenvolvimiento  de la acción del gobierno, de los partidos políticos,  de los gobernadores y alcaldes, de los empresarios, etc; es decir de la sociedad en forma conjunta. A manera de reflexión final, consideramos que a partir del conflictivo 2015 debemos asumir una actitud que revierta nuestra externalidad (los hechos suceden gracias o por culpa de los demás) cómplice del facilismo, que igualmente nos aleje del deseo de fuga y que promueva la transformación del capital social dejando de lado la resignación y la excesiva tolerancia al continuo fracaso, para dar paso a una esperanza dinámica seguros de poder conducir nuestro propio destino aupada por un permanente debate ciudadano  que invite al logro individual y colectivo en pro de una sociedad incluyente (pactos ciudadanos que facilitan la obtención de objetivos); teniendo presente a Isaiah Berlin cuando expresa que “una minoría dura frecuentemente triunfa sobre una mayoría blanda”
Jesús Alexis González
Jagp611@gmail.com         
@jesusalexis2020

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