ENRIQUE VILORIA VERA |
De
lo sublime a lo ridículo no hay más que un paso. Napoleón I
Ciertamente
que la Revolución Bolivariana ha sido exitosa en cambiar la imagen del país por
otra más acorde con la ideología que pregona y la antigerencia que practica. En
efecto, la Venezuela cuarto republicana era reconocida como siempre por el
petróleo, y, más frívolamente, por las telenovelas, por sus bellas mujeres, sus
artistas y deportistas, así como por su talante democrático y su estabilidad
institucional. Pero en más de tres lustros de ineptocracia la imagen de
Venezuela es otra.
El
año pasado por razones académicas y afectivas tuve ocasión de visitar España,
Portugal y el Perú, taxistas, dependientes de tiendas, colegas, amigos y
allegados me preguntaban siempre lo mismo: ¿Es qué el Presidente sigue viendo y
hablando con el pajarito? ¿Es cierto que Chávez vive y su fallecimiento fue una
farsa? ¿Es verdad que…?
Y
a la hora de las respuestas, sentimos pena propia y vergüenza ajena al ver el
adefesio de país que tenemos, el ridículo que hacemos, la burla de la que somos
objeto, porque es verdad que no hay pañales ni papel higiénico, que la gente se
agrede por un pollo o una lata de leche, que los hospitales están sin insumos
ni médicos ni quirófanos ni camillas, que las farmacias están vacías, que las
carreteras son intransitables, que no hay separación de poderes ni justicia
justa, que el hampa está desbordada y los delincuentes gozan de inmunidad e
impunidad, que los jóvenes desertan de la Patria Nueva, Bonita y Querida porque
no ven futuro ni seguridad, en fin, que tenemos Patria pero no país, que las
políticas públicas son producto de fantasías decimonónicas de una camarilla
inepta y aferrada a un poder que saben que no es eterno como pretendidamente lo
es su Comandante, que las innumerables Misiones revolucionarias y socialistas
son letra que yace muerta en la prolífica Gaceta Oficial de la V República.
En
fin, ruborizados, abochornados, avergonzados, dolidos, respondemos con la
cabeza gacha y el patriotismo en el suelo, confirmando que en la Revolución
Bolivariana todo es posible, incluso superar pasadas insensateces
gubernamentales para convertirnos en el hazmerreír del Siglo XXI, ya que “nada
se ha visto más ridículo desde que Calígula nombró cónsul a su caballo”.
Enrique
Viloria Vera
viloria.enrique@gmail.com
@EViloriaV
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