La impertinente y cansona publicidad que el régimen pregona en los
medios de comunicación impresos y radioeléctricos, en torno a la soberanía de la patria, así como en el
aspecto económico, social y político, solo es un mensaje en el que se le culpa al
imperialismo capitalista de todos los males que padece actualmente el país.
Pretenden esconder la realidad evitando la racionalidad para recubrirla de una
retórica inflamatoria y ofensiva en la que se observa sus contradicciones e
incoherencias.
A la escasez de alimentos que padece el pueblo venezolano desde
hace tiempo, Maduro, ministros y acólitos del régimen culpan a la guerra
económica supuestamente orquestada por
empresarios comerciantes y la oposición,
la cual atenta según refieren sin empacho alguno, contra la “soberanía
alimentaria”. Similar situación ocurre con la insuficiencia de de insumos y
medicinas, que ha generado una angustiante situación a una densa población de
pensionados y adultos mayores, quienes no solo ven que su salud se deteriora
cada día más y más, sino que el dinero que perciben no les alcanza para su
subsistencia. El cementerio en el que descansan muchas víctimas de esta
siniestra política, describe la cruda y
descarnada realidad de un discurso populista y demagógico.
¿Cómo puede ser soberano un país como el nuestro, reducido a una
contumaz ruina tras 15 lagos años de manejo irresponsable y abusivo de sus
recursos? A ello se suma la carestía de la vida, la violencia en todos su
estratos, la inseguridad ciudadana, el monopolio de la ley, la ineficiencia
administrativa oficial, la manifiesta y desfachada corrupción, la persecución
política a líderes de la oposición, la violencia que ponen de manifiesto los
dirigentes del partido del gobierno que lanzan denuestos, insultos, y cuanto
desatino se les antoja y que constituye la violencia predicada como norma del
Estado y por último la subyugación total a un régimen extranjero como el
cubano, que sin duda constituyen una cínica y grosera demostración del
descalabro de la soberanía.
Muchos venezolanos se preguntan ante tales evidencias, puestas de
manifiesto por quienes detentan los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial,
¿como es posible que se ha ya llegado a tales extremos pues la sociedad día a
día se desmorona por el irresponsable manejo de los destinos del país, hoy
sobrendeudado por la depreciación inmisericorde que nace de la depredación del
aparato productivo, lo cual lo convierte
en un Estado fallido.
La Escuela de Salamanca en su época de oro en el siglo XV
sentenciaba: cuando una sociedad política es constituida, la autoridad del
Estado es de origen humano, su naturaleza es definida por la gente involucrada,
y de esta manera los principios que rigen las sociedades que hoy en día se
enmarcan dentro de la categoría de colectivos civilizados incluyen indefectiblemente
el imperio de la ley, que no depende la voluntad de una persona; el equilibrio,
la independencia y la fiscalización mutua entre los diversos poderes del
Estado; la seguridad jurídica y la alternabilidad en el ejercicio del poder.
Para eruditos autores del tema, la soberanía, en un mundo
interdependiente, no es autarquía y lo contrastan a la China de Mao con la
actual, como botón de muestra. Lo demás es patrioterismo, como bien lo señaló
Samuel Johnson y este columnista agregaría que es necesario unir y no dividir y
para ello debemos contar con la inteligencia de un pueblo, que anhele alcanzar
una verdadera y auténtica soberanía, tan venida a menos en estos últimos
tiempos.
No se puede seguir engañando a un pueblo con mensajes que falsean
la realidad, cuando la misma constituye una horrible pesadilla difícil de
ocultar. El abuso del poder está llegando a extremos inauditos, como prohibir
se tomen fotografías de las colas de cientos de hombres y mujeres en las
puertas de los supermercados privados y del estado, como los Bicentenarios, que
en su mayoría exhiben anaqueles vacíos, y además culpar del desabastecimiento a
la “izquierda golpista y antipatriótica, al imperialismo, al poder mediático de
los burguesía, a la iglesia católica y a los traidores de la patria
propietarios de empresas y comercios que generan la guerra económica y golpista
para derrocar a Maduro” (sic) Una chuleta que repiten como loros en cuanto
sarao montan, con el pretexto de apoyar el legado del difunto Chávez, de quien exhiben pancartas, pendones ,
franelas y gigantografías, con consignas
ideologizantes matizadas del pensamiento único, el cual por cierto el Papa
Francisco advirtió en fecha reciente en su homilía que “ mata la libertad de
los pueblos y de las conciencias”, al mismo tiempo que advirtió que “es un
pensamiento cerrado que no está abierto al diálogo a la posibilidad de que haya
algo más (….)”.
La única realidad parece ser el cambio permanente y por eso el
discurso de la oposición debe adecuarse con urgencia para evitar hacer el
ridículo al afirmar una cosa y vivirla de manera diferente.
Mientras tanto, es latente la realidad de pobres emergentes,
temerosos de que la violencia siga con su carga de muerte y de miedo. Esa es la
realidad (….) acaso la única verdad, como afirmaría Perón en su exilio en
Madrid.
Carlos E. Aguilera A.,
careduagui@yahoo.com
@_toquedediana
Miembro fundador del Colegio Nacional de Periodistas (CNP-122)
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