martes, 27 de enero de 2015

ANTONIO JOSÉ MONAGAS, VENDEDORES DE HUMO, PIDO LA PALABRA, VENTANA DE PAPEL,


Estos gobernantes disfrazados de demócratas, asumen la política a manera de camisa de fuerza para subyugar procesos sociales creativos cuya complejidad nunca podría subordinarse a la absurda pretensión de dominación con pretextos infundados.
Se dice que la política es como el amor. O sea, que en medio de sus realidades todo es posible. Aunque no siempre pareciera cumplirse. A pesar de los recursos que ahora dispone el mercado político para arreciar cualquier procedimiento mediante el cual pueda ofrecer, convencer o colocar artilugios con la intención de sobornar y chantajear. O sencillamente, seducir. Al fin de cuenta, lo que con ello se busca en política, es valerse de cualquier oportunidad para imponer una decisión tomada de manera cerrada. O mejor dicho, egoístamente. Así el esfuerzo en lograr el objetivo calculado, es menor.
Así suele bandearse la política. Pero para hacerlo, necesita personajes que sepan asediar, confundir, ilusionar, engañar y estropear. Sobre todo, que estorben y arruinen todo cuanto puedan. Todo lo que a sus manos llegue o su maldad conciba. Estos individuos, además de actuar marrulleramente, son finamente hipócritas. Curtidos de la malicia necesaria para prometer villas y castillos que se desvanecen al primer intento de concertarlas. Más aún, son seres con la habilidad para inculcar mentiras y sugestionar esperanzas imposibles. Pero precisamente tan inicua cualidad, hace que activistas y dirigentes de partidos políticos logren ganar elecciones. A pesar de la incapacidad reiteradamente demostrada de que cuando alcanzan el poder, gobiernan con entera ineficacia.

Es el problema que frecuentemente acorrala a realidades sociopolíticas y socioeconómicas de países cuyas poblaciones no escarmientan pese a los errores cometidos desde instancias de gobierno. En el fragor de situaciones así, se dan gruesas contradicciones que revelan la precariedad no sólo del pensamiento político de la población. También, de una cultura política achacosa por la cual tales sociedades decantan actitudes y comportamientos que pecan de ignominiosos. Es cuando esos mismos dirigentes de gobierno, convertidos por circunstancias en gobernantes, se dan a la tarea de distraer al país con insípidos argumentos que ni siquiera se corresponden con las consideraciones de la historia. Tampoco, respetuosos de la moderación administrativa. Emplean métodos de planificación primitivos, rígidos e impotentes para servir a una dirección política que gobierna a un sistema plagado de vicios, criterios únicos y monótonos de validez e incertidumbre. Por tanto, sus actuaciones se reducen a una  ceguera espantosa. A lo mucho, miope. El reduccionismo los consume. El inmediatismo los mantiene atrapado entre las paredes del sectarismo, la improvisación y la demagogia.

Estos gobernantes disfrazados de demócratas, asumen la política a manera de camisa de fuerza para subyugar procesos sociales creativos cuya complejidad nunca podría subordinarse a la absurda pretensión de dominación con pretextos infundados. Además, carentes de verdad histórica. Es  la forma de acción bajo la cual el populismo no sólo se fortalece como esquema de gobierno. También, porque se articula a modelos econométricos cuya pesadez supera las posibilidades de movilización que debe tener de cara a las exigencias económicas nacionales. Estos personajes de marras, acuden  diariamente a la mentira pues en su difusión encuentran mecanismos políticos para pautar prácticas de corrupción, de violencia, de opresión y de descarrilamiento de toda razón que sirven de apuntalamiento al sistema de institucionalización de la democracia. Por eso, fungen como oferentes de falsedades, ilusionistas de esperanzas, magos de orilla, alborotadores de oficio. Su gritería los lleva a ser manipuladores de la política pues al final de cuentas son tristemente, simples vendedores de humo.

VENTANA DE PAPEL

¿Y DÓNDE ESTÁ EL PILOTO?

La bulla de calle es la barrera que debe superar el mercader para persuadir a la gente de las bondades de lo que vende, de los productos o servicios que ofrece mediante cada alarido. Igual sucede con el discurso de cualquier político que, en su afán por ganar prosélitos o adeptos a su causa ideológica, busca llamar la atención a partir de lo que su avidez le apunte. De manera que para el dirigente político, todo vale. Desde la mentira piadosa, hasta el engaño a juro. Para alcanzar sus propósitos, se vale, incluso, de la dramaturgia para así darle fuerza a su hueca palabra. Hace pantomima, parodia, mímica, payasadas, y hasta de comediante.
La idea es montar alguna farsa que sensibilice desde ilusos hasta incrédulos. Pasando por desilusionados y avispados. Pero siempre de frente con la mentira como criterio de trabajo. Fue un tanto lo que sucedió con el cuento de la Memoria y Cuenta contada por el personaje principal de una fábula llamada “Un país que ya no existe. Solía llamarse Venezuela”. Sus anuncios pretendieron superar la capacidad del ciudadano de sorprenderse ante sensaciones extraordinarias. Pero no fue así. Sólo se redujo tímidamente a hablar de lo que se sabe sin que se le ocurriera decir algo nuevo y efectivo. Su perorata fue de un amague infructuoso. De hecho no se atrevió a hacer referencia alguna de que su largo y concurrido viaje solo fue un paseo de postín. Ni siquiera trajo alguna noticia que brindara esperanzas al ya agobiado pueblo que, aunque “bravo pueblo”, todavía o por ahora sigue calándose el yugo pues no ha podido lanzarlo. Poco ha valido escuchar y cantar el Himno patrio en su parte que precisamente dice: “Gloria al bravo pueblo, que el yugo lanzó (…)”. En todo caso, aquel acto que caracterizó la parafernalia propia de un momento cuyo protocolo semejó al de una coronación imperial, no dejó nada. Salvo, más decepciones y desencantos.
En el marco de tanta prosopopeya, las realidades petroleras auguraban fuertes restricciones pero sólo para el pueblo pues para el alto gobierno no hay ninguna. Por lo contrario, a pesar del flácido presupuesto que habrá de regir en 2015, habrá más armamento para unas Fuerza Armadas cuya otrora integridad pareciera haberse menguado. Menos para Educación. Mucho menos, para Salud y pare de contar lo que estas Cuentas o mejor dicho, Descuentas, dejaron ver. Al final de todo esa parodia de ironía presidencial, habrá que preguntarse ¿dónde está el país que se perdió del mapa? Tal como el nombre de aquella película que trata de la conducción de un avión que quedó a la deriva pues los pilotos de la aeronave quedaron indispuestos por una comida en mal estado: ¿y dónde está el piloto?

SIN AMOR PARA EL CORAZÓN

La crisis de la salud, al igual que la crisis política y económica que padece Venezuela, gracias a la ineptitud de quienes presumen de gobernantes, es de tal magnitud, que pareciera que el “remedio es peor que la enfermedad”. El régimen busca paliar la crisis con falsas soluciones. Y es que esto así, no puede resistirse. A tal extremo ha llegado tal situación, que ante la grave situación que vive la salud en el país, el personal del Hospital Universitario de Mérida, al lado de quienes integran su Instituto de Cardiología, han elevado una protesta pública al considerar la inmensa cantidad de reclamos y solicitudes hechas a las correspondientes Autoridades Médicas nacionales y regionales sin que las mismas hayan tenido algún tipo de respuesta. Habida cuenta, los servicios de Cardiología y Cirugía Cardiovascular, constituyen “una de las especialidades más costosas tanto en el aspecto diagnóstico como terapéutico”.
A decir de un comunicado de Cardiología lanzado a los cuatro vientos, y firmado por miembros de dicha comunidad profesional, técnica y administrativa, “se requiere de una política bien concebida y diseñada, con objetivos muy claros y precisos para garantizar la continuidad operativa de los respectivos servicios”. La mayoría de los equipos, están fuera de servicio. En Ecocardiografìa, Hemodinamia, en el área de Coronarias, de Pruebas de Esfuerzos, en el servicio de Cirugía Cardiovascular, la situación es caótica. Y mientras que “el jefe de servicio siga viéndose como un simple gestor intermediario ante los directivos regionales y nacionales, con una muy menguada capacidad de dirigir y coordinar la actividad de atención al paciente”, poco o nada podría esperarse de “una política de gestión que impulse con ahínco y esmero la noble función del médico que cumple una necesaria y loable misión en la institución hospitalaria venezolana”.
No hay duda de que es ineludible e inexcusable, “brindarle una oportunidad a la potencialidad del personal médico hospitalario, con apoyo logístico tanto de insumos como equipos, dentro de una concepción de políticas reales y manejables, para que los hospitales del país recuperen el sueño de quienes han mantenido viva la llama de la esperanza y la fe”. En este sentido, Carlos Guillermo Cárdenas Dávila, jefe del Instituto de Cardiología, manifiesta que “no debe permitirse que el colapso que atraviesa el Hospital Universitario de Los Andes y la salud nacional en general, se profundicen más”. De lo contrario, y por lo maula del régimen, el país se verá sin amor para el corazón.

“El engaño político sólo garantiza más perdición a una realidad ya abatida por las majaderías de politiqueros que buscan del populismo demagógico, la fórmula mágica para fundirse al poder”

Antonio José Monagas
antoniomonagas@gmail.com
@ajmonagas

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