Estos gobernantes disfrazados de demócratas, asumen la política a manera de camisa de fuerza para subyugar procesos sociales creativos cuya complejidad nunca podría subordinarse a la absurda pretensión de dominación con pretextos infundados.
Se
dice que la política es como el amor. O sea, que en medio de sus realidades
todo es posible. Aunque no siempre pareciera cumplirse. A pesar de los recursos
que ahora dispone el mercado político para arreciar cualquier procedimiento
mediante el cual pueda ofrecer, convencer o colocar artilugios con la intención
de sobornar y chantajear. O sencillamente, seducir. Al fin de cuenta, lo que
con ello se busca en política, es valerse de cualquier oportunidad para imponer
una decisión tomada de manera cerrada. O mejor dicho, egoístamente. Así el
esfuerzo en lograr el objetivo calculado, es menor.
Así
suele bandearse la política. Pero para hacerlo, necesita personajes que sepan
asediar, confundir, ilusionar, engañar y estropear. Sobre todo, que estorben y
arruinen todo cuanto puedan. Todo lo que a sus manos llegue o su maldad
conciba. Estos individuos, además de actuar marrulleramente, son finamente
hipócritas. Curtidos de la malicia necesaria para prometer villas y castillos
que se desvanecen al primer intento de concertarlas. Más aún, son seres con la
habilidad para inculcar mentiras y sugestionar esperanzas imposibles. Pero
precisamente tan inicua cualidad, hace que activistas y dirigentes de partidos
políticos logren ganar elecciones. A pesar de la incapacidad reiteradamente
demostrada de que cuando alcanzan el poder, gobiernan con entera ineficacia.
Es
el problema que frecuentemente acorrala a realidades sociopolíticas y
socioeconómicas de países cuyas poblaciones no escarmientan pese a los errores
cometidos desde instancias de gobierno. En el fragor de situaciones así, se dan
gruesas contradicciones que revelan la precariedad no sólo del pensamiento
político de la población. También, de una cultura política achacosa por la cual
tales sociedades decantan actitudes y comportamientos que pecan de
ignominiosos. Es cuando esos mismos dirigentes de gobierno, convertidos por
circunstancias en gobernantes, se dan a la tarea de distraer al país con
insípidos argumentos que ni siquiera se corresponden con las consideraciones de
la historia. Tampoco, respetuosos de la moderación administrativa. Emplean
métodos de planificación primitivos, rígidos e impotentes para servir a una
dirección política que gobierna a un sistema plagado de vicios, criterios
únicos y monótonos de validez e incertidumbre. Por tanto, sus actuaciones se
reducen a una ceguera espantosa. A lo
mucho, miope. El reduccionismo los consume. El inmediatismo los mantiene
atrapado entre las paredes del sectarismo, la improvisación y la demagogia.
Estos
gobernantes disfrazados de demócratas, asumen la política a manera de camisa de
fuerza para subyugar procesos sociales creativos cuya complejidad nunca podría
subordinarse a la absurda pretensión de dominación con pretextos infundados.
Además, carentes de verdad histórica. Es
la forma de acción bajo la cual el populismo no sólo se fortalece como
esquema de gobierno. También, porque se articula a modelos econométricos cuya
pesadez supera las posibilidades de movilización que debe tener de cara a las
exigencias económicas nacionales. Estos personajes de marras, acuden diariamente a la mentira pues en su difusión
encuentran mecanismos políticos para pautar prácticas de corrupción, de
violencia, de opresión y de descarrilamiento de toda razón que sirven de
apuntalamiento al sistema de institucionalización de la democracia. Por eso,
fungen como oferentes de falsedades, ilusionistas de esperanzas, magos de
orilla, alborotadores de oficio. Su gritería los lleva a ser manipuladores de
la política pues al final de cuentas son tristemente, simples vendedores de
humo.
VENTANA
DE PAPEL
¿Y
DÓNDE ESTÁ EL PILOTO?
La
bulla de calle es la barrera que debe superar el mercader para persuadir a la
gente de las bondades de lo que vende, de los productos o servicios que ofrece
mediante cada alarido. Igual sucede con el discurso de cualquier político que,
en su afán por ganar prosélitos o adeptos a su causa ideológica, busca llamar
la atención a partir de lo que su avidez le apunte. De manera que para el
dirigente político, todo vale. Desde la mentira piadosa, hasta el engaño a
juro. Para alcanzar sus propósitos, se vale, incluso, de la dramaturgia para
así darle fuerza a su hueca palabra. Hace pantomima, parodia, mímica,
payasadas, y hasta de comediante.
La
idea es montar alguna farsa que sensibilice desde ilusos hasta incrédulos.
Pasando por desilusionados y avispados. Pero siempre de frente con la mentira
como criterio de trabajo. Fue un tanto lo que sucedió con el cuento de la
Memoria y Cuenta contada por el personaje principal de una fábula llamada “Un
país que ya no existe. Solía llamarse Venezuela”. Sus anuncios pretendieron
superar la capacidad del ciudadano de sorprenderse ante sensaciones
extraordinarias. Pero no fue así. Sólo se redujo tímidamente a hablar de lo que
se sabe sin que se le ocurriera decir algo nuevo y efectivo. Su perorata fue de
un amague infructuoso. De hecho no se atrevió a hacer referencia alguna de que
su largo y concurrido viaje solo fue un paseo de postín. Ni siquiera trajo
alguna noticia que brindara esperanzas al ya agobiado pueblo que, aunque “bravo
pueblo”, todavía o por ahora sigue calándose el yugo pues no ha podido
lanzarlo. Poco ha valido escuchar y cantar el Himno patrio en su parte que
precisamente dice: “Gloria al bravo pueblo, que el yugo lanzó (…)”. En todo
caso, aquel acto que caracterizó la parafernalia propia de un momento cuyo
protocolo semejó al de una coronación imperial, no dejó nada. Salvo, más
decepciones y desencantos.
En
el marco de tanta prosopopeya, las realidades petroleras auguraban fuertes
restricciones pero sólo para el pueblo pues para el alto gobierno no hay
ninguna. Por lo contrario, a pesar del flácido presupuesto que habrá de regir
en 2015, habrá más armamento para unas Fuerza Armadas cuya otrora integridad
pareciera haberse menguado. Menos para Educación. Mucho menos, para Salud y
pare de contar lo que estas Cuentas o mejor dicho, Descuentas, dejaron ver. Al
final de todo esa parodia de ironía presidencial, habrá que preguntarse ¿dónde
está el país que se perdió del mapa? Tal como el nombre de aquella película que
trata de la conducción de un avión que quedó a la deriva pues los pilotos de la
aeronave quedaron indispuestos por una comida en mal estado: ¿y dónde está el
piloto?
SIN
AMOR PARA EL CORAZÓN
La
crisis de la salud, al igual que la crisis política y económica que padece
Venezuela, gracias a la ineptitud de quienes presumen de gobernantes, es de tal
magnitud, que pareciera que el “remedio es peor que la enfermedad”. El régimen
busca paliar la crisis con falsas soluciones. Y es que esto así, no puede
resistirse. A tal extremo ha llegado tal situación, que ante la grave situación
que vive la salud en el país, el personal del Hospital Universitario de Mérida,
al lado de quienes integran su Instituto de Cardiología, han elevado una
protesta pública al considerar la inmensa cantidad de reclamos y solicitudes
hechas a las correspondientes Autoridades Médicas nacionales y regionales sin
que las mismas hayan tenido algún tipo de respuesta. Habida cuenta, los
servicios de Cardiología y Cirugía Cardiovascular, constituyen “una de las
especialidades más costosas tanto en el aspecto diagnóstico como terapéutico”.
A
decir de un comunicado de Cardiología lanzado a los cuatro vientos, y firmado
por miembros de dicha comunidad profesional, técnica y administrativa, “se
requiere de una política bien concebida y diseñada, con objetivos muy claros y
precisos para garantizar la continuidad operativa de los respectivos
servicios”. La mayoría de los equipos, están fuera de servicio. En
Ecocardiografìa, Hemodinamia, en el área de Coronarias, de Pruebas de
Esfuerzos, en el servicio de Cirugía Cardiovascular, la situación es caótica. Y
mientras que “el jefe de servicio siga viéndose como un simple gestor
intermediario ante los directivos regionales y nacionales, con una muy menguada
capacidad de dirigir y coordinar la actividad de atención al paciente”, poco o
nada podría esperarse de “una política de gestión que impulse con ahínco y
esmero la noble función del médico que cumple una necesaria y loable misión en
la institución hospitalaria venezolana”.
No
hay duda de que es ineludible e inexcusable, “brindarle una oportunidad a la
potencialidad del personal médico hospitalario, con apoyo logístico tanto de
insumos como equipos, dentro de una concepción de políticas reales y
manejables, para que los hospitales del país recuperen el sueño de quienes han
mantenido viva la llama de la esperanza y la fe”. En este sentido, Carlos
Guillermo Cárdenas Dávila, jefe del Instituto de Cardiología, manifiesta que
“no debe permitirse que el colapso que atraviesa el Hospital Universitario de
Los Andes y la salud nacional en general, se profundicen más”. De lo contrario,
y por lo maula del régimen, el país se verá sin amor para el corazón.
“El engaño político sólo garantiza más perdición a una realidad ya abatida por las majaderías de politiqueros que buscan del populismo demagógico, la fórmula mágica para fundirse al poder”
Antonio José Monagas
antoniomonagas@gmail.com
@ajmonagas
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