sábado, 17 de enero de 2015

ALBERTO JIMENEZ URE, PERSISTENCIA DESTRUCTORA DE LA CASTA DE SUPREMOS PRESUNTOS., PERSISTENCIA DESTRUCTORA DE LA CASTA DE SUPREMOS PRESUNTOS.

ALBERTO JIMENEZ URE
«Dícese de la jefaturalfobia aquello que un individuo experimenta cuando el más desenfocado entre los supremos presuntos amenaza que tiene legítimo poder para fijar un límite a tus derechos civiles, pensamiento e inmanente insubordinación con yugos o interdictos»

Un talentoso cineasta, escritor y amigo se inquietó porque en uno de mis tuis (que enlacé con un manifiesto de repudio a profetas del «Dios-Estado-Tiránico» y coloqué en mi muro de Facebook/ http://irreverenciapolitica.blogspot.es/1410885622/manifiesto-de-repudio-a-fidel-y-raul-castro-ruz/) sugerí a ciertos e impenitentes hacedores de la Cultura Venezolana que expresaran su arrepentimiento por haber firmado (en 1989) una carta de «¿admiración?»-«¿sumisión?» a un todavía insepulto «forajido-exarca caribeño»: alguien que tiene en curso su castigo en un lugar más allá de no se sabe dónde, pero por consenso tenebroso. Según él, mi propuesta fracturaría la necesaria unidad entre los opositores políticos al régimen opresivo y hegemónico que se ufana de ser amo de nuestra república (de la nación que cortó como a una tarta para después ufanarse de su discutible dominio de la mayor parte, pero finalmente triturándonos sin discreción)
Pienso que la persistencia destructora de los supremos presuntos en toda la América Latina (más con mayor gravedad en nuestro país) tiene relación con esos importantísimos registros históricos de inexplicables equivocaciones. Cuando la Ignorancia rinde culto a truhanes es catastrófica, empero cuando la Inteligencia yerra las consecuencias son más devastadoras. Soy un iconoclasta confeso (que no destructor de imágenes sagradas sino contrario a quienes adoran esos fetiches, los «iconódulos») que jamás exigiría a ninguna persona convertirse a la «Irreverencia Doctrinal». He conocido personas que adoran al hereje hijo mitológico de Zeus llamado Ares, ese que fue por Heras parido. Cuando publiqué Dionisia (una de mis novelas calificadas como satánica, edición de la Universidad de Los Andes, 1993/http://wp.me/p38BP0-1p) tuve la insólita experiencia de ver cómo un grupo de cinco jóvenes trajeados de negro se arrodillaban ante mí en la Plaza Bolívar de Mérida reverenciándome y diciéndose uno al otro que yo era un «Príncipe de Legión». Acto reflejo, toqué sus cabezas y los ayudé a levantarse. No sentí que me ofendían con ello ni les reproché el gesto. Si increpo a veces a otros para que enmienden lo hago con propósitos distintos a verlos humillándose: hay situaciones que apremian reparos sin devenir en contriciones.
Estoy persuadido de lo siguiente: el asalto al Poder del Mando Venezolano por parte de quienes hoy socavan al país sin admitir estar en el modo operandi delictivo conocido como «flagrancia», o «en proceso de» cometimiento de abominaciones, tuvo ardorosos y de catedral monaguillos. En una nación que no esté desubicada los intelectuales y artistas conforman, metafóricamente, la Catedral su país (los «plus» o «ultra» libertarios, no «extremistas o pérfidos»)
Padecemos a mujeres y hombres en ejercicio de funciones de gobierno no constitucionales, sin empacho delictivas, que arrogan. En el traspatio algunos  que se declararon, mediante firma y con calzados puestos, fans de uno de los más afamados entre los «jefaturales del oprobio en el Mundo», culminaron por esputar como impolutos y «a hurtadillas» en las redes sociales. Un sujeto cuya conducta sea explícitamente incendiaria de preceptos fundamentales para la Civilización no merece la firma adepta de ninguna mujer u hombre de Letras, Artes o Ciencias, sean exactas o no. Lo de hecho inexacto es proferir casi a oscuras confiándonos en que nuestros lectores desconocen la Historia o no tienen interés por indagarla. Ad infinitum necesitaremos de ella.
La persistencia en el error que protagonizan los supremos presuntos no parece tozudez: es alevosa, premeditada. Indigesta que alguien pretenda argüir que todo depende de conceptos panfletarios como «la Geopolítica y Lucha de los Sub Tantas Cosas Ante Imperios», y no culpa de ineptos patéticamente inimputables: que, además, soberbios exhibicionistas de sus corrompidas entrañas. En naciones donde los jerarcas infieren que todos somos presuntos y no ellos, los seres pensantes estamos obligados a enfadarlos sin declinar por miedo y con sagacidad. 
Alberto Jimenez Ure
jimenezure@hotmail.com
@jurescritor

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