VLADIMIRO MUJICA |
Hace
un par de días concluyó en Veracruz la XXIV Cumbre Iberoamericana. Entre las
más conspicuas ausencias a la importante cita de México estuvieron las de los
mandatarios de Brasil, Cuba, Venezuela y Argentina. En el sitio web de la
Organización de Estados Iberoamericanos, se encuentra el texto de la
Declaración de Veracruz: “Educación, innovación y cultura en un mundo en
transformación” (http://oei.es/noticias/spip.php?article14753) .
Un
importante documento que vale la pena leer en su integridad porque recoge un
pensamiento moderno, respaldado por los asistentes a la Cumbre, acerca de temas
de importancia capital para nuestros países.
El
objetivo central de la convocatoria era la “Consolidación del Espacio
Iberoamericano del Conocimiento”. Reproduzco aquí algunos trozos de la
Declaración que estimo especialmente relevantes por lo que representan como
contraste con la prédica de nuestros gobernantes y en referencia a cómo se
puede plantear el tema del uso del conocimiento para la gente, en términos
profundos y con alcance real. Cito:
Plenamente
conscientes de que la educación, la cultura y la innovación son factores clave
para la erradicación de la pobreza así como para alcanzar un desarrollo
sostenible más dinámico que favorezca a todos los seres humanos; Decididos a
trabajar en estrategias innovadoras para garantizar una educación universal y
de calidad, que incorpore de manera continua el progreso científico y
tecnológico; que garantice la igualdad de oportunidades, especialmente entre
mujeres y hombres; y que fomente la movilidad social y mejore las oportunidades
de empleo a lo largo de la vida, la productividad y las capacidades para
promover el desarrollo y la competitividad con base en conocimiento y más valor
agregado; Reafirmando nuestra voluntad de dar impulso a la innovación y
aprovechar aún más nuestras capacidades creativas, científicas y tecnológicas
para mejorar condiciones sociales, políticas públicas y procesos productivos,
así como para promover el crecimiento económico y el desarrollo sostenible;
Convencidos de que el talento humano es uno de los motores del desarrollo así
como un preciado recurso de cada nación, y de que la movilidad de esos
talentos, dentro del Espacio Iberoamericano, favorecerá la transferencia de
conocimiento, la creación científica e intelectual y la innovación.Fin de la
cita.
En
ausencia del presidente Nicolás Maduro, nuestro país estuvo representado por el
vicepresidente Jorge Arreaza, quién según varias notas de prensa, enfatizó el
compromiso venezolano con la revolución del conocimiento y advirtió sobre los
riesgos del “robo de cerebros”
(http://m.eluniversal.com/nacional-y-politica/141209/arreaza-alerto-en-veracruz-sobre-el-riesgo-de-robo-de-cerebros).
Es en verdad difícil no sorprenderse al encontrarse con la descripción de la
realidad que hace Arreaza del compromiso del gobierno con la revolución del
conocimiento, anunciada hace algún tiempo por el presidente Maduro, y
contrastarla con el drama venezolano de destrucción del capital humano y de las
instituciones generadoras de conocimiento. Una verdadera hecatombe del talento
humano, cuyos principales responsables son las políticas públicas en materia de
educación superior, ciencia y tecnología impulsadas por el partido y el
gobierno del Vicepresidente.
Según
la nota de El Universal, la frase empleada por Arreaza fue: “Queremos poner una
alerta sobre la movilidad, porque la hemos sufrido. En Venezuela no solo
sufrimos la fuga de cerebros (…), también sufrimos el robo de cerebros”. La
verdad del asunto es que Venezuela no ha sufrido de robo de cerebros, sino más
bien de lo que podríamos llamar un proceso de expulsión de cerebros. La Jihad
contra el talento emprendida por el gobierno revolucionario comenzó con el
despido de miles de profesionales de Pdvsa que eran en buena parte responsables
de los incontables éxitos de la corporación estatal petrolera. A ello le ha
seguido la guerra de desgaste y acoso contra las universidades nacionales y la
creación de instituciones de educación superior de segunda.
Solamente por mencionar un ingrediente
especialmente letal para la preservación de los profesores e investigadores en
nuestras universidades: el salario real de un profesor en Venezuela está entre
los más bajos de Iberoamérica, prácticamente en niveles de subsistencia y
obscenamente inferiores a los de Chile, México o Argentina, y el apoyo a la
investigación está en sus niveles más bajos de los últimos años. El último
episodio de esta tarea antinacional es el infame proyecto de ley que sanciona
la transformación del IVIC en una suerte de aldea comunal de cultores del
conocimiento, a contrapelo completamente de las recomendaciones de la Cumbre de
Veracruz y con el argumento, esgrimido también por el vicepresidente Arreaza,
de que es necesario eliminar la ciencia elitista.
Al
acoso a las instituciones generadoras de conocimiento, hay que añadirle la
destrucción de las condiciones mínimas para que los cerebros puedan radicarse y
crecer en nuestro país. Nuestros profesionales emigran no porque nadie se los
robe, sino porque la existencia en Venezuela se ha convertido en un calvario de
penurias e incertidumbre respecto al futuro. Esta ausencia de confianza en el
futuro se ha tornado en uno de los puntos de convergencia más extraordinarios e
inesperados entre el país “rojo” y el país “azul”. Nunca fue más cierto que
ahora, parafraseando la genial frase del Comandante Chávez, que mientras
nuestros gobernantes van de cumbre en cumbre predicando las maravillas del
presunto paraíso en la Tierra en que se ha convertido Venezuela, nuestro pueblo
sigue en el abismo.
Vladimiro
Mujica
vladimiromujica@gmail.com
vmujica@asu.edu
@VladimiroMujica
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