martes, 30 de diciembre de 2014

SAÚL GODOY GÓMEZ, VENEZUELA EN TRANSICIÓN,

SAÚL GODOY GÓMEZ
Un país como el nuestro, donde las revoluciones son como las epidemias de dengue, que aparecen y desaparecen para volver a reincidir dependiendo de las condiciones ambientales, obliga a todos a estar de reposo, en cama, delirando de fiebre y sintiendo descoyuntarse cada articulación, para luego, al signo de la primera mejoría, levantarse, vestirse y reasumir la vida.

Ese volver a la normalidad es lo que yo llamo transición; pasar del brote epidémico a la salud, es un paso que toma tiempo y cuidado, restablecer las rutinas de la sociedad, aun las más básicas como alimentarse asearse, vestirse, dar los primeros pasos luego de haber estado postrados, recuperar los ritmos y movimientos, cambiar la dieta para fortalecer el cuerpo, buscando elevar las defensas para no recaer.

Toda enfermedad tiene sus consecuencias, tanto en la persona como en su entorno; las cosas que se dejaron de hacer, las obligaciones pospuestas, las deudas y los costos en que se incurrieron durante la crisis.

En la historia de nuestro país las revoluciones han sido comunes y Venezuela toda ha tenido que pagar el costo de cada una de ellas; los revolucionarios, en nombre de la libertad y en contra de la opresión, se manifiestan como agentes del cambio, muchas veces violentos y con la promesa de un mundo mejor.

Algo ha sucedido con esta revolución socialista bolivariana, que
debemos estudiar, comprender, para que nunca más nos ocurra; se trata, supuestamente, de la primera revolución “pacifica pero armada” en nuestra historia, simplemente llegaron por los votos de una mayoría de venezolanos, por vías democráticas y se hicieron gobierno… a partir de allí se dedicaron a destruir la democracia, a aumentar el numero de oprimidos y a cercenar las libertades.

Las revoluciones son un síntoma de inmadurez política, las sociedades que no han logrado su estabilidad política y social se caracterizan por un espíritu nacional inmaduro, inquieto y propenso a sobresaltos.

El que se produzca diferencias e injusticias insalvables en su seno, el que no exista instancias funcionales para solucionar esos conflictos, genera presiones que se materializan en grandes descontentos y en movimientos revolucionarios.

De las muchas revoluciones que Venezuela ha sufrido, quizás la más exitosa fue la de 1810, que en realidad no fue una revolución tal como las conocemos, explosiva, impactante, con un claro quiebre de las formas de gobierno y con transformaciones sociales profundas; más bien fue un cambio de rumbo político en cámara lenta, fue más un movimiento evolutivo que revolucionario… por supuesto, desembocó en las guerras por la independencia, pero tomo casi dos generaciones llevarla a cabo.

Todas las otras revoluciones posteriores produjeron cambios cosméticos en nuestra historia como país, nuevas proclamas y bandos, modificaciones en los símbolos patrios y, sobre todo, cambios en la propiedad de algunos bienes y de nombres en el protagonismo, por la sustitución de hombres en el poder, esto, a cambio de grandes costos en vidas y recursos, en oportunidades perdidas y que desafortunadamente nos llevarnos para atrás en nuestro desarrollo como nación.

Tardó mucho el país en organizarse en las regiones que hoy lo distinguen, en los estados, municipios y parroquias en las que vivimos, a pesar de esos cambios de laboratorio que los socialistas bolivarianos quieren imponer, como es el caso de las comunas.

Ya entrabamos en el siglo XXI con una fisonomía propia y reconocible; lo más importante, durante el siglo XX Venezuela fue afianzando una identidad, un alma nacional, los 40 años de gobiernos democráticos fueron fundamentales, ya que por primera vez el pueblo ejerció en libertad y con cierta permanencia sus derechos fundamentales, supo lo que era el derecho a la libre expresión e información, al libre tránsito, al emprendimiento, pudo disfrutar del derecho a la propiedad… muchos de esos derechos y libertades eran imperfectos, con sus conflictos y renuencias, con sus reclamos y ajustes, pero permitieron a la sociedad en su conjunto gozar de oportunidades para su desarrollo que antes eran solo ideas y declaraciones.

Entre otras cosas, la democracia permitió una intensa migración interna, se estableció nexos y asociaciones entre regiones, se entró en una dinámica comercial y cultural que fortaleció la imagen-país.

Con todos sus problemas e insuficiencias Venezuela se disponía como nación a entrar a una etapa superior de desarrollo, teníamos la masa crítica necesaria, una buena parte de la población estaba educada y preparada para afrontar los retos del nuevo milenio, teníamos una industria petrolera de punta, que nos habría permitido incorporarnos a la globalización y ser parte de la sociedad del conocimiento y de los desarrollos tecnológicos… pero…

Todo esto entró en el congelador de la historia una vez que el chavismo se hizo gobierno; lamentablemente, una parte importante de la población leyó erróneamente las señales en el camino, no hubo un liderazgo suficientemente fuerte y competente  para contradecir el error… Venezuela escogió la conducción más retrógrada y oscurantista posible, convirtió al Teniente Coronel Hugo Rafael Chávez Frías, un reconocido golpista y comunista, en Presidente de la Republica.

16 años después, con el país arruinado, azotado por la pobreza y el abandono, en medio de una dictadura y sirviendo como colonia cubana, nos preparamos para dar un nuevo giro en nuestro destino, y esta vez quizás sea la ultima oportunidad que tengamos de llegar a ser parte del mundo civilizado.

El problema es que igualmente, en el campo de la oposición ha montado su tienda un oscurantismo peligroso, los partidos tradicionales y las nuevas organizaciones que de éstos se han originado mantienen una visión y unas practicas democráticas primitivas y hasta parasitarias, que sólo ven en el Estado una gran piñata de la cual medrar, mantienen un clientelismo político, hegemonías de claques dentro de las organizaciones y anteponen los intereses del partido a los del país.

Esta forma de entender las organizaciones partidistas fue una de las causas de que se gestara y tuviera éxito la revolución chavista, que simplemente llevó a la apoteosis esta manera de entender la política.

Veo con mucha preocupación cómo se está generando una matriz de opinión según la cual sin el chavismo el país no podrá avanzar, ni tendrá oportunidad de salir de esta crisis, con lo que el chavismo pretende verse como una fuerza política convencional, con la que se puede negociar y llegar a acuerdos de convivencia.

Resulta que ahora, tras el fracaso rotundo del modelo económico y social que pretendían imponerle al país, luego de los resultados de quiebra y miseria en los que han sumido a la sociedad, quieren aparecer como si, en vez de un solo chavismo, existieran varias versiones del mismo; algunos de estos movimientos revisionistas y críticos al chavismo “duro” pretenden hacerse pasar como inclinados a la posibilidad de cohabitación democrática… eso no es otra cosa que la intención de asegurarse su sobrevivencia en la transición.

La única razón que pudiera encontrar un político de la oposición para negociar con un chavista sería la de conseguir dinero sucio; en medio de la crisis financiera que asola nuestra patria, los chavistas organizados son los únicos que disponen de grandes cantidades de dinero para comprar su absolución y la posibilidad de seguir “enchufados”.

El chavismo, en cualquiera de sus expresiones, es fascismo puro y con el fascismo no se negocia, así como no se negocia con criminales, ni con secuestradores ni con narcotraficantes.

El chavismo en Venezuela sólo tiene un destino y ése es confrontar la justicia, pedirle perdón al pueblo y afrontar sus responsabilidades; lo que estamos presenciando con la burla a la Constitución y al pueblo, en la escogencia de los representantes del Poder Ciudadano, es la treta del animal acorralado… 

Cuba se les esfumó de sus planes, EEUU los tiene amenazados, el pueblo venezolano ya no les aguanta otra jugarreta, designar gobierno a dedo y gritar que cumplen con la ley acrecienta el rechazo y la furia del soberano.

Quien pretenda ser socialista en este lugar y momento es un loco o un obcecado; luego de la sobredosis de socialismo real que hemos sufrido, de conocer de primera mano las aberraciones y distorsiones que una ideología, tan bonita y buena en apariencia, puede acarrearle a un pueblo en búsqueda de la felicidad, todavía con las heridas abiertas, no hay manera de que alguien nos diga que eso que vivimos no fue producto del socialismo mejor intencionado. No fue que alguien nos lo contó, no, Venezuela padeció el peor de los socialismos y casi se nos fue la vida en ello.

Si es verdad que un 30% de la población todavía sigue siendo chavista (yo no lo creo), pues peor para ellos, o se adaptan a los cambios o se perderán en el olvido. Quedarán sólo para encenderle velas al Comandante Chávez, que no es sino una vergüenza para el país.

Saul Godoy Gomez
saulgodoy@gmail.com
@godoy_saul   

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