SAÚL GODOY GÓMEZ |
No
fue un error, ni una mala interpretación de la realidad, ni siquiera
pudieran alegar que fueron engañados, fue pura y simplemente un
acto de violación colectiva, canibalizaron a mi país, coadyuvaron a su
ruina, se hicieron cómplices, con su silencio cobarde, de los terribles
delitos en contra de lo DDHH y la democracia que se cometieron
y todavía se cometen en Venezuela.
Los
gobiernos de izquierda en Latinoamérica, bajo el liderazgo y la tutela
cubana, se conformaron en un cartel político financiado y bajo el
liderazgo de Hugo Chávez Frías en su rol de “hijo “de Fidel Castro, bajo
la idea de la unión, la soberanía y la independencia del sur de la
América, un complejo entramado de relaciones, tratados y pactos, organizaciones,
financiamientos y apoyos, por los cuales el comunismo volvió
a levantar sus banderas y afilar sus garras en el continente.
Más
que nunca está vigente en nuestro continente ese pensamiento de Simone
Weil que dice: “El Marxismo es una verdadera religión, en el mas
impuro sentido de la palabra. Tiene especialmente en común con todas
las formas inferiores de la vida religiosa el hecho de haber sido
continuamente utilizado, según la expresión tan justa de Marx, como
un opio del pueblo.”
Los
éxitos políticos de la izquierda latinoamericana en alcanzar el poder
por medio de elecciones, fue la vía para fortalecer una serie de regímenes
caracterizados por el autoritarismo, la violencia y la imposición
del comunismo ahora disfrazado como “Socialismo del siglo XXI”.
Venezuela
fue un caso de excepción, con sus grandes reservas energéticas,
con su músculo petrolero y la insolencia y el atrevimiento
de Chávez como líder ad hoc de un nuevo militarismo rojo rojito,
su incansable diplomacia de maletines llenos de dólares, sus amenazas
veladas de insurrección social y movimientos subversivos fue, poco
a poco, cambiando el mapa político de la región.
La
manera como gobernó al país, con mano de hierro, absorbiendo para sí
todo el poder de las instituciones y haciendo su sola voluntad en nombre
del pueblo, le aseguró la más absoluta impunidad; su conducta era
el de un tirano que no respondía sino a los intereses de La Habana y
a la agenda que Fidel Castro le tenía reservada al continente, un juego
de peones para garantizar su propia sobrevivencia.
Para
que Chávez pudiera hacer y deshacer con los ingentes recursos del país,
tuvo, puertas adentro, que acabar con una serie de libertades e instancias
que la democracia venezolana había construido con mucho esfuerzo
y trabajo, en pocas palabras, para lograr lo que Chávez hizo para
Cuba, tuvo que sacrificar a varias generaciones de venezolanos, someter
al país a un régimen de terror, de manipulación continua y empobrecerlo
brutalmente.
Y
lo hizo sin ningún pudor, a la vista del mundo y sin resistencia alguna,
los petrodólares callaban a muchas bocas, abrían puertas y compraban
conciencias, su agresiva política intervencionista lo llevó a
designar y financiar campañas, a remover y designar funcionarios en los
organismos internacionales.
Su
compra de adhesiones y votos en los foros multilaterales se hizo célebre,
al punto, de lograr una nutrida concurrencia clientelar internacional,
un bosque de manos alzadas para defender a Venezuela de los
excesos del gobierno socialista en contra de su población fue el resultado,
una estrategia que desangró las finanzas del país.
Chávez,
en su papel de representante del socialismo, de líder de los pueblos
oprimidos y de su carácter casi apostólico del discurso cristiano
del amor y la solidaridad, embaucó a mucha gente que no quería
creer en las denuncias en su contra como violador en su país, de
los derechos humanos y como un destructor de las instituciones, incluso
la propia iglesia católica fue duramente hostigada, a sus representantes
insultó y persiguió como le dio la gana.
Y
copiando el modelo de la revolución cubana, se encargó de arruinar y expropiar
los principales medios de producción privados en el país, instauró
un sistema de controles y vigilancia sobre la población, destruyó
las posibilidades de empleo, intervino de tal manera la economía
que muy poco quedó donde el estado socialista no fuera el dueño,
desterrando toda posibilidad de emprendimiento de los particulares,
esto, sumado a la violencia callejera que se encargó de fomentar
con grupos armados y el hampa común, hizo que una importante parte
del país, principalmente jóvenes profesionales, emigraran a otros
países.
Fue
de esta manera, con los testimonios de los emigrantes venezolanos, con
las pruebas que presentaban organizaciones internacionales de DDHH,
con las torpezas que cometía el régimen violando las normas de convivencia
internacional, que lentamente se fue conformando un expediente
en contra del socialismo del siglo XXI, y se encendieron las
alarmas.
Pero
a pesar de todo el cumulo de evidencias sobre la dictadura en Venezuela
y su estrago en la fibra fundamental de la sociedad venezolana,
en el desmontaje de sus libertades y de la democracia, los países
cómplices latinoamericanos, muchos de ellos con un trágico pasado
militarista de derecha, prefirieron seguir alimentándose de las prebendas
y negocios que les ofrecía el régimen, y como la gran mayoría
pertenecían a ese tenebroso club de la izquierda internacional,
el juramento de silencio que los unía les hizo mirar al otro
lado, la solidaridad automática prevaleció por encima del interés y
la salvaguarda de todo un pueblo, prefirieron sacrificarnos como animales
en un matadero.
Latinoamérica
en este acto de cobardía y pragmatismo, dejó claro ante el
mundo y ante sus propios pueblos que la unidad de nuestras naciones es
una quimera, que son solo intereses políticos y económicos los que privan,
que les tiene sin cuidado que se desangre a una población con tal
de que ellos tenga su tajada del botín.
Raymond
Aron el intelectual francés que intento explicar la realidad de
su tiempo en Europa descubrió que:”Al tratar de explicar la actitud de
los intelectuales, despiadados para con las debilidades de las democracias,
indulgentes para con los mayores crímenes, a condición que
se los cometa en nombre de doctrinas correctas, me encontré ante todo
con las palabras sagradas: izquierda, Revolución, proletariado.
La
crítica de estos mitos me llevo a reflexionar sobre el culto de la Historia
y, luego, a interrogarme acerca de una categoría social a la que
los sociólogos no han acordado aun la atención que merece: la inteligentsia.”
Los
intelectuales, los hombres de cierta cultura y preparación, los que
están mejor informados y tienen la posibilidad de comunicar al grueso
de la población lo que entienden del mundo, de las relaciones humanas,
del orden en las cosas, esos intelectuales latinoamericanos infectados
por esta chinkungunya mental, que como bien decía Carlos Rangel
no es el marxismo, sino más bien la teoría leninista del imperialismo
y la dependencia la que nos tiene postrados, la gran mayoría
de estos intelectuales siguen de rodillas ante el ídolo comunista,
son los grandes culpables que hayamos perdido el camino de la
civilización prefiriendo conservarnos en el mito y el retraso.
Ese
gran complejo de inferioridad que siente los latinoamericanos hacia
los Estados Unidos de Norteamérica, el tener que presenciar pegados
a ellos el desarrollo de su sociedad y con una historia paralela
a la nuestra, el que hayamos sido incapaces de proporcionarnos
vías y maneras para nuestro propio progreso, nos hace sentir
humillados, y ante el contraste tan marcado, asumimos que la culpa
fue de los gringos, que el imperio fue quien nos robó nuestro futuro
y hemos convertido esta mentira en justificación para cada uno
de
nuestros males y errores.
Ese
ejemplo de verdadera solidaridad y hermandad que una vez dio Venezuela,
sola y asediada por el militarismo de la derecha y de la izquierda,
allá por los años cincuenta y sesenta del siglo pasado, su papel
combativo y de ejemplo democrático, su apertura de auxilio y de verdadera
humanidad hacia los perseguidos por las dictaduras militares,
su implacable posición de denuncia y defensa de las libertades
políticas, que le valió invasiones y atentados por parte de países
vecinos pero que logró ser factor de cambio positivo en el continente,
esa gesta, nos fue pagada con traición e indiferencia, cuando
llego el momento de ser solidarios con nosotros.
Si
estuviera en mi poder, y ahora que estamos a las puertas de cambios fundamentales
en nuestro destino, cerraría todas las embajadas de los países
cobardes que se beneficiaron con nuestro dolor y lucha por la sobrevivencia,
suspendería todo tipo de relación con esos regímenes hipócritas
y falsos, metería en el congelador todo tratado y participación
en foros donde tuvieran presencia y les negaría toda participación
y ayuda, los venezolanos dignos y decentes sabemos quiénes
son los que nos dieron la espalda, algunos son vecinos nuestros,
pero no pasan de ser simples parásitos sin una pizca de humanidad,
prefiero tenerlos lejos que dentro de nuestra casa.
Con
Chávez y ahora con Maduro hemos aprendido una dura lección de convivencia,
no podemos contar con mas nadie sino con nuestra propia fuerza
y convicción, nuestros pocos aliados, aquellos hombres y mujeres
del mundo libre que nos dieron no solo su comprensión sino su ayuda
desinteresada entre las que destaco, la lucha que ha estado llevando
el senador norteamericano Marcos Rubio y otros tantos que como
él, bridándonos un apoyo fundamental en hacer conocer y aliviar nuestro
sufrimiento, a ellos nuestra eterna gratitud.
Los
tiempos que vienen son para nuestro país unos de introspección y trabajo
en solitario, debemos curar nuestras heridas, fortalecer nuestro
espíritu y prepararnos para el futuro, estoy seguro que prevaleceremos,
en cuanto a Latinoamérica, bien pueden vivir sin nosotros
como bien lo han demostrado y querido. –
Saul Godoy Gomez
saulgodoy@gmail.com
@godoy_saul
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