NELSON MAICA C. |
1. Nota 8. Por primera vez desde 1959, en el verano de 1994 La
Habana fue el esce¬nario de violentos tumultos cuando algunos candidatos a
salir de la isla, al no poder embarcar en las balsas, se enfrentaron a la
policía. El frente de mar —el famoso Malecón—, en las calles del barrio de
Colón, fue arrasado. El resta¬blecimiento del orden supuso el arresto de varias
decenas de personas pero, finalmente, Castro autorizó el éxodo de otros 25.000
cubanos. Desde enton¬ces la huida de cubanos no ha cesado y las bases
americanas de Guantánamo y Panamá están saturadas de exiliados voluntarios.
Castro intentó frenar esta huida en balsas mediante helicópteros que debían
bombardear las frágiles embarcaciones con sacos de arena. Cerca de 7.000
personas perdieron la vida en el mar durante el verano de 1994 y se estima que
un tercio del total de los balseros murió en su huida. En treinta años, unos
100.000 cubanos han inten¬tado evadirse por mar. En total, los diversos éxodos
han dado como resultado que Cuba tenga al 20 por 100 de sus ciudadanos en el
exilio. Sobre una po¬blación total de 11 millones de habitantes, cerca de dos
millones de cubanos viven fuera de la isla. El exilio ha desestructurado a las
familias y resulta in¬contable el número de ellas repartidas por La Habana,
Miami, España o Puerto Rico...
2. Entre 1975 y 1989, Cuba sostuvo el régimen marxista-leninista
del Mo-vimiento Popular de Liberación de Angola, MPLA (véase la contribución de
Yves Santamaría) al que se oponía la UNITA de Joñas Savimbi. A los
innu-merables «cooperantes» y a las decenas de «consejeros técnicos», La Habana
sumó un cuerpo expedicionario de 50.000 hombres.
3. El ejército cubano ac¬tuó en África como sobre terreno
conquistado. Se traficó con toda suerte de riquezas (plata, marfil, diamantes)
y la corrupción era endémica. Cuando en 1989 los acuerdos de Nueva York sancionaron
el final del conflicto, las tro¬pas cubanas, formadas en su mayoría por hombres
de raza negra, fueron repatriadas. Se ha estimado el número de bajas entre los
7.000 y los 11.000 muertos.
4. Esta experiencia alteró las convicciones de muchos oficiales.
El general Arnaldo Ochoa, jefe del cuerpo expedicionario en Angola además de
miem-bro del Comité central del Partido Comunista, empezó a organizar un
complot para derribar a Castro. Fue detenido y luego juzgado por un tribunal
militar en compañía de varios altos responsables de las fuerzas armadas y de
los servi¬cios de seguridad. Entre ellos estaban los hermanos La Guardia,
implicados en el tráfico de drogas por cuenta del servicio MC, un servicio
especial al que los cubanos bautizaron como «Marihuana y Cocaína». No era este
el caso de Ochoa, quien solo se había traído de Angola un poco de marfil y
diamantes. En realidad, Castro aprovechó la ocasión para desembarazarse de un
poten¬cial rival que, dado su prestigio y su alto rango político, era susceptible
de ca¬nalizar el descontento. Tras la condena y ejecución de Ochoa, el ejército
sufrió una depuración que no logró sino traumatizarlo más. Consciente del
fuerte resentimiento contra el régimen que reinaba entre los oficiales, Castro
confió la dirección del ministerio del Interior a un general afín a Raúl
Castro, pues su predecesor había sido sacrificado por «corrupción» y
«negligencia». Desde entonces, el régimen solo ha podido contar con certeza con
la devoción ciega de las Fuerzas Especiales.
5. En 1978 había en Cuba entre 15.000 y 20.000 presos por delitos
de opi¬nión. Muchos procedían del M-26, de los movimientos estudiantiles
contra¬rios a Batista, de las guerrillas de Escambray o eran veteranos de bahía
Cochi¬nos. En 1986, se cifraba entre 12.000 y 15.000 el número de presos
políticos encarcelados en las cincuenta prisiones «regionales» repartidas por
toda la isla. A esto hay que añadir los múltiples frentes abiertos reforzados
por brigadas de 50, 100 y hasta 200 presos. Se han organizado algunos frentes
abiertos en el medio urbano. Así, La Habana contaba con seis de ellos a finales
de los años ochenta. Hoy, el Gobierno reconoce la existencia de entre 400 y 500
presos políticos.
6. Sin embargo, en la primavera de 1997 Cuba sufrió una nueva oleada
de detenciones. Al decir de los responsables cubanos de los derechos humanos,
con frecuencia antiguos presos también, en Cuba ya no se practica la tortura
física. Según estos mismos responsables y Amnistía Internacional, en 1997 había
en la isla entre 980 y 2.500 presos políticos (hombres, mujeres y
adolescentes).
7. Desde 1959, más de 100.000 cubanos han pasado por los campos,
cárce¬les o frentes abiertos. De 15.000 a 17.000 personas han sido fusiladas.
«No hay pan sin libertad ni libertad sin pan», proclamaba en 1959 el joven
aboga¬do Fidel Castro. Ahora bien, como señalaba un disidente antes del inicio
del «régimen especial» —el fin de la ayuda soviética—: «Por más llena de
víveres que esté, una cárcel sigue siendo una cárcel».
8. Castro, un tirano que parece anacrónico, afirmaba en 1994, en
referencia a los fracasos de su régimen y a las dificultades que padecía Cuba,
que «prefe¬ría morir (antes) que renunciar a la revolución». ¿Qué precio les
queda por pa¬gar a los cubanos para satisfacer su orgullo?
9. La crítica al régimen de Batista no debe llevarnos a olvidar
las mentiras de la propaganda castrista respecto al estado del país; el nuevo
régimen necesitaba «cargar las tintas» para aumen¬tar su credibilidad y ganarse
la simpatía de los intelectuales occidentales. Castro sostenía que el 50 por
100 de la población era analfabeta; en realidad, en 1958, este índice ascendía
al 22 por 100 y, en aquella época, a nivel mundial, la tasa de analfabetismo
era del 44 por 100.
10. De la investigación llevada a cabo por Jeannine Verdés-Leroux, se
concluye que la cifra de 20.000 muertos dada por la propaganda castrista, y
asumida por los intelectuales europeos de iz¬quierda, es falsa. La autora da
una cifra de 2.000 muertos después de una confrontación rigurosa de las
fuentes.
11. En el curso del proceso llamado de los Aviadores (febrero de
1959), el ministro de Defensa ocupó el estrado del procurador. Los aviadores
resultaron absueltos y Castro intervino para que se les condenase en un segundo
proceso celebrado en marzo (el Derecho está al servicio del dic-tador).
Nelson Maica
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