jueves, 11 de diciembre de 2014

MIGUEL A. MEGIAS, LA UTOPÍA FEDERAL: ¿REALIDAD O FANTASÍA?

MIGUEL A. MEGIAS
El término utopía se refiere a la representación de un mundo ideal como alternativa al mundo realmente existente. En la mente de muchas personas hay una concepción de cómo debería ser Venezuela, en cuanto a su organización política, que es la noción de un estado federal (más adelante explicamos en que consiste la federación). Las utopías, generalmente, tienen el carácter de una concepción ideal, difícilmente realizable. De ahí nuestra interrogante: ¿es el federalismo en Venezuela una utopía realizable?

Esta pregunta surge como consecuencia de la conversación con un amigo, que cuestiona la validez de nuestras fantasías sobre un posible “país federal”. Trataremos de exponer nuestros argumentos.

Para empezar, el artículo 4 de la Constitución dice, textualmente, “La República Bolivariana de Venezuela es un estado federal descentralizado en los términos consagrados en esta Constitución…”. Por tanto, al menos en su enunciado, la organización política del país debería girar en torno a esta promesa. La realidad es que, lejos de ser un país federal, Venezuela es altamente centralizada; los estados y municipios gozan de algunas autonomías, sin duda, pero aun así están lejos de conformar un verdadero estado federal.

¿En qué consiste la federación? Tal vez el mejor ejemplo de estado federal es el de los Estados Unidos de Norteamérica: un país que ni siquiera tiene nombre propio y que además se le conoce comúnmente por sus siglas en inglés (USA). En ese país, todos los derechos pertenecen a los estados. Y sólo algunos son delegados al poder central, al Gobierno Federal. Los estados miembros tienen parlamentos regionales que dictan leyes propias (en caso de colisiones, las leyes federales tienen supremacía), sistemas educativos propios, pueden emitir sus propias licencias de conducir (pero no pasaportes, que son prerrogativa del Gobierno Federal), no hay un documento nacional de identidad (cédula en Venezuela), pueden organizar el tránsito y todo lo relativo a vehículo, tierras, etc.; un sistema de salud y policía propias, además de la capacidad de fijar impuestos (excepto el impuesto sobre la renta, que es federal) y un sistema de justicia regional (incluyendo un tribunal superior de justicia).

Otro buen ejemplo es el caso de Alemania (República Federal de Alemania). Los länder (equivalente a los estados de USA), disponen, al igual que en USA, de mucha autonomía; poseen sus propios parlamentos, dictan sus propias leyes, crean sus propias regulaciones y actúan en forma independiente del gobierno federal. En España se dispone de un sistema parecido al federal, denominado “estado de las autonomías”; actualmente hay grandes debates sobre como llegar al “estado federal”, propiciados por el PSOE (Partido Socialista Obrero Español), que está impulsando la “federalización” de España a fin de resolver, entre otros, el problema independentista catalán.

Por tanto, vemos que no solo hay múltiples formas de estados federales: Suiza, también conocida como “Confederación Helvética”; Brasil como República Federativa de Brasil; o México como Estados Unidos de México; Venezuela misma fue, en un pasado reciente, un país “federal”. Desde 1864 hasta mediados del siglo XX (1953), el nombre oficial de Venezuela era “Estados Unidos de Venezuela”. Los sellos de correos dan buena fe de este nombre.

Lo que todo esto significa es que la “utopía” con la que soñamos algunos ciudadanos de este país pudiera ser fácilmente re-editada, siempre y cuando las fuerzas políticas así lo comprendan y lo demanden. Llegar a un estado federal no es una fantasía, es algo alcanzable en un tiempo –no sabemos si corto o largo.

¿Cuáles son los obstáculos y que beneficios se obtendrían? Actualmente, con un gobierno que es centralista y que ha anulado algunos de los logros de los gobiernos previos al chavismo, esta pretensión es imposible. Sería como nadar contra corriente, en un sistema en el que el poder central quiere –y puede- abarcarlo todo y controlarlo todo. De manera que, de momento, la ilusión del federalismo es eso, mera ilusión. Pero ningún régimen, por fuerte y poderoso que sea dura eternamente. Algún día, el sistema de gobierno instaurado por Hugo Chavez y continuado por Nicolás Maduro, llegará a su fin. No sabemos cuando sucederá, pero si sabemos que sucederá. Recordemos que Hitler creo un estado nacionalsocialista que duró apenas desde 1933 hasta 1945. Y sin embargo, según ellos, el Tercer Reich duraría mil años. No hay gobierno ni dictadura eterna -aún cuando el caso de Cuba así lo parece. Tarde o temprano los tiempos cambiarán. Debemos, los creyentes, difundir y propagar las ideas federales para instaurarlos en tiempos más propicios.

¿Cuáles son los beneficios de un sistema federal? El principal beneficio, según nuestra óptica, sería el de la profundización de la democracia. Al tener los estados mayor autonomía, al disponer de mecanismos que aseguren a los habitantes de cada región un gobierno más directo y responsable, tendríamos asegurados mayores beneficios para la población. Tomaremos un par de ejemplos, para ilustrar las ventajas del federalismo: educación y salud.

La educación actualmente es dirigida en Venezuela, como ha sido tradicional por muchos años, por un ministerio central, localizado en la capital, Caracas, que dicta las pautas y las normas, contrata el personal y controla (o trata) hasta el más minúsculo detalle del quehacer de escuelas y maestros. Esto debe cambiar. La educación estadal (y municipal) debe ser controlada y supervisada no por el centro, como ahora, sino por los estados. El Ministerio del Poder Popular para la Educación (MPPE) debe ceder los espacios a los estados, convertirse en un ente técnico para las estadísticas, la investigación de los nuevos métodos de enseñanza y como guía, pero nunca como imposición. Los miles de maestros que dependen actualmente del MPPE deben ser incorporados a las regiones (con su correspondiente presupuesto), para que sean los entes locales los que los controlen y dirijan. La meritocracia y regulación laboral de los trabajadores de la educación debe ser asignada a los estados. La nivelación de sueldos y condiciones debe atenerse al rendimiento y trabajo, según criterios locales, y no a una orden ministerial o a negociaciones nacionales que imponen condiciones que no se corresponden con las realidades locales. Por ejemplo, un maestro o profesor que vive en Caracas no puede tener el mismo sueldo que otro que habita en un remoto rincón de Venezuela. Y las materias que se deben dictar en, digamos, los Andes no pueden ser iguales a las del oriente venezolano, dadas sus características y realidades locales, que son muy diferentes. En los Andes, adicionalmente, hay que enseñar asuntos que conciernen a la agricultura y en oriente a materias de pesca (son sólo ejemplos, claro).

En cuanto a la sanidad, los hospitales, la medicina debe, al igual que en el caso de la educación, ser tratada localmente, y no desde un ministerio situado en muchos casos a miles de kilómetros de los lugares donde viven los ciudadanos necesitados del auxilio sanitario. El actual ministerio de sanidad debe ocuparse de la investigación, de las pautas, de la solución a problemas nacionales (epidemias, etc.) y no pretender, como ahora, controlar hasta cuantos paquetes de gasa deben consumirse en un remoto rincón de la geografía nacional.

Podríamos extendernos, pero para no hacer muy largo este artículo hemos preferido segmentar los argumentos en pro de un país organizado en forma federal. Próximamente seguiremos con esta línea de ideas.

Desde luego, para lograr un estado federal a plenitud, es preciso que las regiones manejen con autonomía sus recursos. Y los que más tienen deben aportar a un fondo de solidaridad para ayudar a los que menos tienen.

Para completar los argumentos frente a mi crítico amigo, creemos firmemente que las autonomías locales deben ser estimuladas, reforzadas y algún día, no sabemos cuando, tal vez implantadas. Ese día pasaremos de la utopía a la praxis.

Miguel A. Megias
autonomiaspoliticas@gmail.com
@mmegias


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