FAUSTO MASÓ |
Los
recientes acuerdos entre Cuba y Estados Unidos se volvieron inevitables cuando
los cubanos supieron que Venezuela no continuaría regalándole petróleo a la
isla.
Estos
acuerdos no traerán la prosperidad a la isla, como ingenuamente creen muchos
cubanos. Mucho peor que el supuesto embargo ha sido, y seguirá siendo, la falta
de dólares que no aparecerán si no hay
un cambio fundamental en la economía cubana, se abandona la propiedad estatal,
cosa que no ocurrirá.
A su vez, la crisis en Venezuela no la provoca la maldad
de los Estados Unidos sino la incapacidad de aumentar la producción petrolera y
el no haber aprovechado las vacas gordas para ahorrar como hicieron los países
árabes. Por su parte, Cuba ya no produce ni azúcar ni alimentos y el turismo,
pobremente desarrollado, no rinde los frutos que en la vecina Aruba.
Sin
producir un barril adicional, Chávez proclamaba que contaba con las reservas
mayores del mundo mientras que los
Estados Unidos aumentaban su producción gracias a desarrollar nuevos sistemas
de extracción.
El
famoso embargo de los Estados Unidos fue la respuesta de USA a la alianza de
Fidel Castro con Rusia y a su respaldo a los movimientos guerrilleros.
En
el siglo pasado, ¡hace 60 años!, Castro
irrumpió con la muerte de la mano; astutamente le quitó el sabor amargo con
el abrumador ¡venceremos! Pedía mirarla a los ojos; lo hizo, lo hicieron, lo
hicimos. Fue tan, o más conocido que Ho Chi Min.
Dirigió la revolución en una
isla del Caribe, no en el país mayor del mundo; no inventó como Lenin un modelo
de partido cuya organización imitarían en todas partes; ni tampoco escribió memorables
cartas y documentos desde la prisión como Gramsci, hasta su teoría del foquismo
no era suya, la inventó Regis Debray. Castro no alcanzó triunfos militares en
África y Latinoamérica, ni al sistema cubano lo imitaron en otros países. Ganó
fama por haber asociado socialismo y muerte, volverse un personaje sensacional
en el tiempo que llegaba la televisión, hacer de La Habana la capital de
la revolución mundial y librar a la izquierda del aburrimiento de
leer Materialismo y empiriocriticismo, o algo peor, a Althusser. Castro jamás
dijo “morir de viejo o socialismo”, lo que parece su destino porque no morirá
heroicamente como Allende, sino lo matará la ancianidad.
Marx
habría condenado la fe en el heroísmo como lo que es, una ideología pequeño
burguesa, pero en los tiempos que el marxismo estaba en manos de profesores
universitarios, burócratas y políticos cansados, Castro entusiasmó al mundo.
Aunque
derrotaron a las guerrillas en el Congo,
Bolivia, Salvador, Guatemala, Venezuela, Argentina, La Habana se volvió
la Meca de la revolución, a donde
acudieron en peregrinación artistas, escritores, revolucionarios y
vagos. Se inventó el boom de la novela latinoamericana.
Armados
con fusiles y pistolitas aguardaron los cubanos en el malecón de La Habana el
ataque con bombas de napalm del ejército más poderoso del mundo: los bárbaros
no llegaron y ellos quedaron petrificados como los habitantes de Pompeya
después de la erupción del Vesubio, apuntando a un mar vacío. Querían morir
como héroes, sobrevivieron como una cantante de ópera que lanzase medio siglo
un do agudo, hasta que el teatro quedó vacío o como ahora que desde los Estados
Unidos llegarán mas turistas.
Hasta
Castro solo invocaban la muerte pequeños grupos de derecha. Con sus uniformes
negros, una carabela en la gorra, respondían a los discursos de la izquierda
con un disparo: enviaban al cementerio a los que se jactaban de tener la
historia en el bolsillo de la camisa. Con un “Viva la muerte” el general
franquista Millán Astray, contestó al admirable “venceréis pero no
convenceréis” de Miguel Unamuno. A continuación, los malos ganaron la Guerra
Civil Española.
El
fin posible del embargo colocará al castrismo frente a la realidad, ¿a quién
echarle la culpa del deterioro económico? No vendrán millones de turistas a la isla, porque no cuenta con los
atractivos y la organización de la pequeña Aruba, y presenta una sociedad poco
atractiva, donde el visitante no encuentra nada que comprar. Como dice un
visitante “pedí un mojito en la Bodeguita del Medio y me dijeron que no había
limón ni hierbabuena por culpa del embargo. Así me ocurría en todas partes”
El
castrismo despertaba simpatías porque simbolizaba el rechazo a los Estados
Unidos que palpita en el alma de los latinoamericanos, cosa que el continente está superando porque
ha reconocido que nuestras crisis dependen de causas internas, no de la maldad
del imperialismo. Chile y ahora Uruguay y en parte Colombia, han manejado
exitosamente sus economías sin la obsesión del antimperialismo.
Aunque
terminara el embargo en Cuba continuará la escasez y la miseria.
¿Nicolás
Maduro sabía que se aproximaba ese acercamiento? Ha hecho el ridículo, lo han
dejado solo.
Fausto
Masó
fausto.maso@gmail.com
@faustomaso
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