EMILIO NOUEL V. |
Aquí en Venezuela como en cualquier rincón
del mundo, hemos visto como la mentira, la hipocresía y la manipulación son
monedas de curso “legal” en la política, aunque ésta no es sólo eso, tiene
también una cara virtuosa.
En este campo, ciertamente, el “todo se vale”
se ha vuelto el emblema. Izquierdas, derechas y centros, a menudo, actúan
igual, nadie se salva de conductas malsanas y desviaciones morales. Somos seres
humanos, por tanto, imperfectos; para los gestos más sublimes o las peores
bajezas estamos hechos.
Ególatras o humildes, vanidosos o modestos,
soberbios o generosos, ambiciosos o sacrificados, megalómanos o sencillos,
mitómanos o racionales, sensatos o descabellados, consistentes o
contradictorios, carismáticos o sosos, directos o guabinosos, intelectuales o
incultos, competentes o ineptos, estudiosos o perezosos, especialistas o
toderos, eficaces o inútiles, sabihondos o ignorantes, picos de plata o parcos,
eruditos o iletrados, improvisados o experimentados, delincuentes u honestos,
arribistas o moderados, cuerdos o sociópatas, veraces o embusteros, cínicos
o decentes, inteligentes o brutos,
torpes o finos, de todo hay en la viña política del señor.
Allí, sin duda, están presentes la zancadilla,
la artimaña, la trampa, el engaño, la envidia, la confabulación y la intriga,
aunque no es solo eso.
Ese oficio o vocación tiene también su lado
noble y positivo. Es entrega al bien colectivo, es lucha por la libertad, la
democracia, la justicia y la paz. Es perseguir junto a otros la prosperidad
para el mayor número de conciudadanos. Es, igualmente, la búsqueda de la eficacia en la solución de
los asuntos que conciernen a la polis, incluso más allá de las llamadas
fronteras patrias. Allí, hay solidaridad, compañerismo, humanidad, sensatez,
generosidad, honor, brillo intelectual, utopías, imaginación, entrega, coraje,
bondad y grandeza.
Entre ambos extremos de la política, y a
pesar de los pesares, el ser humano en su vida en sociedad ha ido avanzando, retrocediendo
y volviendo a avanzar.
Es por ello que los contrapesos han sido
cruciales en toda dinámica política. Ésa es precisamente la función de la
separación de los poderes públicos de la que nos habló Montesquieu, de las
instituciones que se controlan mutuamente,
de la existencia de los partidos políticos competidores, del toma y daca
de gobierno y oposición, de las opiniones contradictorias y divergentes en todo
debate democrático, de los variopintos medios que canalizan los distintos
pareceres en libertad.
Esa es la política, con sus luces, tinieblas
y claroscuros. Y en ella la escogencia, como diría el maestro Aron, no es entre
lo bueno y lo malo, sino entre lo preferible y lo detestable.
Es en ese entorno que tiene sus posibilidades
de desarrollo y profundización la imperfecta democracia, con su congénita
fragilidad y su siempre insatisfactoria performance.
Sabemos que nunca se estará conforme con
ella, con sus métodos para alcanzar los consensos y los acuerdos, con las
negociaciones engorrosas y tediosas que deben hacerse entre las fuerzas en
pugna y los intereses envueltos. Siempre habrá quien la critique, cuestione o
combata, principalmente, los impacientes, maniqueos, intolerantes y binarios;
los que no se sienten cómodos con los debates a veces interminables,
fastidiosos e inciertos, pero siempre necesarios. Son los que buscan imponer su
opinión sin mayores deliberaciones y contrastes de razonamientos, los que no
admiten más que la unanimidad en torno a ellos, en fin, los autoritarios, los
que prefieren la rapidez con que los tiranos toman las decisiones, y
menosprecian la lentitud de las discusiones democráticas. Los que exaltan al
cuatriboleado y su arrojo, y desprecian al
sosegado, reflexivo y racional.
El universo de la política y de los partidos
es así de complejo, dudoso, fortuito, impreciso. Pocos la entienden o están
conscientes de que es así. Por eso la repudian hasta con asco, aunque muchos de
los que reaccionan de esa manera frente a la política, en sus vidas personales
o en sus oficios, actúan de igual o peor
manera que los políticos que critican.
Hay políticos y políticos, de lo cual no
tiene culpa la Política, escrita, así, con mayúscula.
La libertad y la democracia en Venezuela
están en niveles muy bajos. Aun hay espacios -cada día más estrechos- en donde
podemos manifestarnos libremente y hacer política. Pero seguimos agobiados por
un gobierno cuya enseña es la mentira, la más burda. No tiene honor ni
vergüenza. Su cinismo es ilimitado. Ése es su estilo de hacer “política”.
En el día a día vemos su talante despótico,
arbitrario y un irrespeto por las formas civilizadas. Su conducta natural es la
persecución feroz contra políticos de oposición, a quienes fragua delitos y
encarcela, utilizando una administración de justicia que da vergüenza y
repugna.
Ésta es la clase de política antidemocrática
que saben hacer los desalmados que mandan en nuestro país.
A los demócratas no queda otra salida que combatir esa barbarie y devolver al país sus espacios de libertad y democracia, lugares en donde la política que se practique sea civilizada y respetuosa de los derechos fundamentales.
Emilio
Nouel V.
@ENouelV
emilio.nouel@gmail.com
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