Sigo con esto de la educación
progresista, y sigo porque he recibido muchos correos felicitándome algunos y
otros, los menos, opuestos a mis posturas. Bien, lo provechoso no son tanto mis
ideas, sino lo que ella hace posible: poner a la educación en el centro del
debate. Creo, en ese sentido, que logramos los objetivos.
Hay quienes sustentan que el problema
principal del país no es la educación, sino el orden político y social
existente. Esa apreciación tiene bastante sentido y es muy pertinente, pero no
me corresponde solo a mí cambiar el orden político y social; eso es tarea de
muchos. No será desde la educación que logres cambiar inmediatamente este
estado de cosas, mas sí creo que desde ella es únicamente posible que no vuelva
lo que tenemos, así como hacer sostenible todo cambio en dirección hacia el
progreso. Que sería a mediano plazo, es verdad, y que bajo este sistema
político imposible desarrollar una educación de calidad, también es verdad.
Lo que no hay es que dejar de pensar en
hacerlo, porque puede pasar que este gobierno se vaya o lo hagan ir, pero no se
vaya el sistema político y social que lo engendra. Entonces, si queremos de
verdad demoler esto, hay que construir un nuevo Estado, federal, de progreso y
de justicia, que permita descentralizar de verdad, incluyendo el régimen
administrativo de educación. Tenemos que producir ideas que lo posibiliten.
Déjenme decirles que hasta ahora no le oído a ningún sector de la oposición,
que espera gobernar, propuestas educativas para afrontar y corregir los
adefesios o franklienstein que salen de nuestro sistema educativo.
Ahora bien, descentralizar y federalizar
la cartografía política y social del país no es una vacuna contra el populismo;
el mal que nos ha engullido todos los valores morales de nuestra patria, claro
que no. No necesariamente descentralizar pasa por acabar con ese flagelo, por
cierto, impensable unos años atrás que fuera tan “revolucionario”, estos que
gobiernan nos demuestra lo tanto que es.
Hay que pensar la educación que
extermine esa pandemia del populismo. Para eso hay que verla con otra mirada,
con otros códigos en clave de ética, que explicaré después. Hoy, brevemente,
solo me referiré a las formas mismas en las que se imparte en el país y al uso
apropiado de la tecnología. Pongo de ejemplo las escuelas y sus diseños
arquitectónicos, no puede ser que un país cuyo clima y ambiente varía tanto, en
cada parte de su territorio, y que las construcciones escolares guarden el
mismo vetusto diseño panóptico para todos los estados y municipios. Cuando eso
sucede es que tenemos a un burócrata en una oficina escolar que no sigue ningún
concepto ambiental y ecológico con las particularidades climáticas de cada
región para la edificación y refacción de planteles, mucho menos es capaz de
ver la arquitectura escolar como espacio socio-formativo. Y eso es lo que hemos
tenido no solo durante estos 16 años, sino en toda la historia de la
democracia. Es que no ha habido quien piense en la gente, que piense en su
educación.
En otro orden de ideas, las TIC han
transformado la forma de como producir y gerenciar el conocimiento, ¿quién
piensa en cómo hacer, en educación, para que ellas no trastoquen la
espiritualidad del ser, en la forma de verse y ver al otro, de comunicarse, de
sentir y de sentirse en relación? ¿Cómo convertir esa fortaleza de la
instantaneidad y ubicuidad que dan las TIC en formas de “escuela fuera de la
escuela”, así de cómo cambiar la temporalidad de los procesos de
prosecución? Entonces, dígame usted si
no hay razones de sobra para pensar la educación, en una que forje el ser que piense y viva para la
felicidad de sí mismo y del otro. Yo la llamo educación progresista, póngale
usted el nombre que quiera.
Yonny Galindo
yonnydg@gmail.com
@yonnydg
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