RICHARD CASANOVA |
Vivimos
en un país bizarro donde grupos irregulares -ilegalmente armados- convocan a
una rueda de prensa para anunciarle al gobierno que desconocen su autoridad y
que piensan seguir delinquiendo. Y no se
trata de una exageración, ni hablamos de un delito menor. Al contrario, la
violación a la "Ley para el Desarme y Control de Armas y Municiones"
es un grave delito de consecuencias impredecibles. Pero esta insólita
declaración muestra varias aristas de la realidad venezolana.
Primero,
los voceros en esa rueda de prensa hablaron en nombre de 260 colectivos armados,
nada más y nada menos. Todo un aparato paramilitar que inicialmente fue creado
para amedrentar a la sociedad democrática pero que ahora se ha convertido en un
elemento más de inestabilidad política. Cría cuervos y te sacarán los ojos,
dice un viejo refrán. En lo sucesivo, cuando el gobierno hable de
paramilitarismo podremos suponer que se mira al espejo. En todo caso, hoy nadie duda que la
inseguridad en Venezuela tenga un componente esencial en la violencia estimulada
desde el propio gobierno.
Por
otra parte, el desacato al gobierno tiene su fundamento en las carencias éticas
del PSUV y de la burocracia gobernante.
Es decir, si la corrupción también es delito y reina la impunidad ¿con
qué autoridad las "cúpulas podridas" le exigen a otros el cumplimiento
de la Ley? Si la niñera de Jaua puede
portar un arma y el ministro le miente descaradamente al país, lógicamente
estos "revolucionarios" se sienten en el derecho de hacerlo también.
Si el gobierno viola los DDHH de los venezolanos en nombre de esta supuesta
revolución, ¿cómo exigirle a los colectivos que entreguen las armas? Me imagino
que dirán "si protegen a El Pollo Carvajal, tiene que protegerme a mí
también". En definitiva, lo que
tenemos es un gobierno moralmente desarmado.
Finalmente,
este episodio agudiza la crisis de gobernabilidad, deja en evidencia la inmensa
debilidad de Maduro y devela la pobreza institucional de nuestra Fuerza Armada
Nacional. En lo político, esta rebelión interna es una consecuencia del vacío
de liderazgo en la "revolución" luego de la partida del
"comandante eterno", quien era el único que medio controlaba a sus
huestes. Entonces uno se pregunta: Si los colectivos no hacen caso a Maduro y
mucho menos a Diosdado; si el General Rodríguez Torres es desalojado del Ministerio
del Interior por estos grupos y "los militares están en la mira"; si
el gobierno no puede desarmar a nadie y ni siquiera pueden controlar a los
suyos, ¿quién garantiza la estabilidad política del país? A este dramático
cuadro de inseguridad, hay que agregar la profunda e inocultable crisis social
y económica, generadora de un gigantesco descontento en la población. La situación sugiere una respuesta unitaria
por parte de la alternativa democrática pues un gobierno moralmente desarmado
está inhabilitado para garantizar la paz, que es una aspiración compartida por
todos los venezolanos. Tal incapacidad incrementa el rechazo al régimen y
reafirma la necesidad urgente de un cambio en Venezuela.
Richard
Casanova
richcasanova@gmail.com
@richcasanova
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