PEDRO CORZO |
Considerando
sus propuestas de gobierno, las decisiones tomadas en sus mandato y los
resultados de su gestión, es evidente
que a la presidenta de Argentina, Cristina Fernández, lo que más le interesa es
demostrar que es quien “manda” y que su autoridad es incuestionable.
El autoritarismo de Fernández se corresponde a los tiempos en los que
gobernaron Catalina la Grande de
Rusia, o las reinas Isabel I y Victoria
de Inglaterra, por solo mencionar tres
de las mujeres que a través de la historia dieron muestra de una voluntad de
mando que si bien se correspondía a los tiempos de las monarquías absolutas o
de las autocracias, no se corresponde
con el siglo XXI.
Cristina enmarca perfectamente en la estirpe
de políticos que usan el sistema democrático para acceder al poder pero cuando
lo alcanzan, procuran imponer reglas y condiciones que satisfagan sus intereses
y veden los derechos de sus enemigos o
adversarios o políticos.
Un ejemplo fueron las tensas relaciones
entre los Kirchner y José Mario
Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires, al extremo que los contactos entre el
gobierno y el cardenal fueron muy escasos.
Sin embargo la mandataria ha viajado cuatro
veces a Roma a expensas del estado argentino en poco más de un año para
entrevistarse con Francisco, el cardenal que la presidenta no quería, pero que
adora como Papa, porque los titulares de estos encuentros en la prensa, tanto
en el país como en el exterior, siempre son positivos para el visitante.
La forma de gobernar de la viuda de Néstor
Kirchner, fundador de la que podría ser una dinastía política si logran
enganchar en la noria del poder a Máximo, hijo de ambos, guarda más semejanzas
con los regímenes bolivarianos que con el resto de los gobiernos legítimamente
electos del hemisferio.
La presencia de Máximo Kirchner en un mitin
político en el que destacó la figura de la mandataria y la vigencia de su
proyecto de gobierno, deja entrever que
el heredero está al acecho y que es muy probable que aspire a alguna posición
electa en los próximos comicios que se efectuaran en el país.
Máximo, participa de manera relevante en un
movimiento político llamado La Cámpora que es la vanguardia del kirchenerismo
organizado, que en alguna medida, según
analistas, pretende cubrir el espacio dejado por el grupo subversivo Montonero,
pero ajustándose a las formulas políticas de estos tiempos.
El hijo de sus padres también cuenta con la
maquinaria electoral de su progenitora, herencia de Néstor, lo que sin dudas
aporta numerosos e importantes recursos a
una eventual campaña electoral.
Muchos de los dirigentes de la Cámpora ocupan
posiciones en el gobierno, en dependencias estatales o son legisladores. La
organización ha sido un instrumento útil
en las administraciones de los Kirchener e imprescindible para que la dinastía
pueda seguir siendo, al menos, un importante elemento en la política argentina.
Son varios los factores, incluido el
despotismo, junto a su intención de controlar las instituciones del estado, en
particular el Poder Judicial, los que identifican a Cristina Fernández con los
gobernantes del Socialismo del Siglo XXI.
Su proyecto de democratizar la justicia tenía
como objetivo el control político de los tribunales como ocurre en Venezuela,
Ecuador y Nicaragua. Cuba esta fuera de esta lista, en la isla no hay ni sombra
de justicia.
La presidenta argentina al igual que sus
pares bolivarianos está a favor de fortalecer el estado, limitar las
actividades económicas independientes y en particular controlar los medios de
comunicación.
Cristina al igual que el desaparecido Hugo
Chávez y Rafael Correa son gobernantes mediáticos. Gustan del espectáculo, del
circo, para que sus partidarios no se percaten de sus depredaciones.
Recurrir al nacionalismo extremo es una práctica
común. Hacer el papel de víctima de conspiraciones externas e internas, es un
recurso útil para acentuar el control sobre el país.
El fortalecimiento del estado favorece el
crecimiento de la burocracia que se traduce tanto en la dependencia de más ciudadanos
de la voluntad de quienes gobiernan,
como en la multiplicación de trabas administrativas que dificultan las actividades económicas
independientes de los planes gubernamentales.
La corrupción bajo el gobierno de Fernández
se ha profundizado. En un reporte del Foro Económico Mundial, Argentina fue
situada en la posición 139 de 144 países. Según el informe los aspectos más
importantes son: el favoritismo en las decisiones del Gobierno, la ineficiencia
del Estado y el despilfarro de los fondos públicos.
Cristina comparte con sus pares bolivarianos
la pasión por la notoriedad, la criminalización de la oposición y la decisión de controlar los medios para imponer su “verdad”
e impedir las críticas, pero también, y esto es parte del histrionismo compartido,
de ser la estrella fulgurante de cada informativo.
Pedro Corzo
pedroc1943@msn.com
@PedroCorzo43
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