sábado, 8 de noviembre de 2014

MALÚ KIKUCHI, LAS AGUAS SUBEN TURBIAS, DESDE ARGENTINA

MALÚ KIKUCHI   
Inundaciones previsibles, impericia imperdonable.

Las aguas suben turbias y tardan en bajar, también turbias. Suben y tardan en bajar turbias no sólo de barro, restos de plantas podridas, animales muertos, piedras, aguas residuales, plagas, casas precarias y no tanto, enseres domésticos y a veces, cadáveres.

Las aguas suben y tardan en bajar turbias de desidia, falta de planificación, ignorancia de la geografía, del comportamiento del clima y de los ríos, desconocimiento del sistema de lluvias, falta de idoneidad para el puesto que ocupan y por el que se les paga. Hablo de los funcionarios.

De los funcionarios electos por la gente y de los que a su vez, estos eligen. La Constitución Nacional exige “idoneidad” para ocupar un cargo. No la tienen. Ignoro el sistema que usan los funcionarios para elegir a aquellos que los deben acompañar en el difícil arte de gobernar.

Arte que no sólo requiere  sonrisas, besos y abrazos a mujeres y ancianos, alzar niños con cara de “¡cómo me gustan los chicos”, aunque dos minutos después se laven las manos con alcohol. No sé cómo los eligen, pero si sé que los eligen mal. No sirven. No le sirven a la sociedad a la que deben servir, al contrario, se sirven de los suculentos impuestos que reciben.

Estos gobiernos, el nacional y el provincial y los municipales cobran altos impuestos, ¿dónde van a parar? ¿Nunca  planificaron a largo plazo las obras que debían hacerse para permitir la construcción de barrios privados y clubes de campo en zonas antes desocupadas? ¿No se calculó cómo podían, si es que lo hacen, afectar las zonas más bajas?

¿Nadie en los municipios y en la provincia, que tuvo que convalidar los permisos, pensó en el largo plazo, tuvo una visión macro de los problemas que se podrían causar? ¿Nadie pensó en las tormentas solares y cómo movilizan nuestro planeta en el cual, curiosamente, se encuentra nuestro país y dentro de él la provincia de Buenos Aires?

¿Nadie en toda la enorme administración pública que mantenemos estudió en serio los problemas que causa el exceso de agua y la falta de ella? ¿No tenemos los suficientes ingenieros hidráulicos, los científicos, los expertos, los naturalistas capaces de generar un plan integral para el sistema de aguas en la provincia de Buenos Aires?  Es obvio que no los hay o que no trabajan.

Y si no tienen ganas de trabajar, a pesar de cobrar sueldos importantes, sólo tienen que recurrir a ese increíble primer científico que tuvo el país, Florentino Ameghino, que hace nada más que 130 años, en 1884 estudió, sin la tecnología de hoy, usando sólo su cerebro y sin que le pagara ningún gobierno, el problema de las aguas y le encontró la solución.

Si no quieren molestarse en buscar demasiado, lean “Las sequías y las inundaciones en la provincia de Buenos Aires”. Existe todo el plan de los canales aliviadores y de los reservorios para ese agua dulce (decía que no se podía perder ni una gota de agua dulce, y eso que todavía no se había inventado la defensa del ambiente), con bordes elevados, para poder, a través de bombas, repartir ese agua en tiempos de sequía.

Los planos existen, hasta se pueden buscar en internet, ya que parece que el trabajo de nuestros funcionarios es tanto, que se agotan en festivales y no llegan a lo importante: el tema del agua, las inundaciones y luego, las sequías.  Si hace 130 años, sólo con su inteligencia y su amor por su tierra, Ameghino pudo plantear una solución al problema de la provincia, ¿cómo es posible que en 2014 nadie encuentre la forma de hacerlo?

A lo largo de los años se hicieron mucho planes, no se cumplieron. Los más cercanos, 1985 en tiempos de Alfonsín; octubre de 2001, gobierno de De la Rúa para la cuenca del Salado (nada más que la cuenca del Salado), US$ 1.800 millones, en 18 años; septiembre 2012, el plan para la misma cuenca.

Algo se hizo, poco. La provincia se inunda, las lluvias son más copiosas, el sol más belicoso y no sabemos por cuánto tiempo más. La población aumenta, todo se construye sin pensar en el futuro y los posibles inconvenientes que pueden llegar. La improvisación es la consigna   .

Mientras los intendentes le echan la culpa al gobernador, el gobernador a los barrios cerrados, hay personas, SERES HUMANOS, ancianos, mujeres, chicos en peligro constante. Viven en condiciones infrahumanas que no se admitirían en un zoológico de cuarta, en un país de quinta.  Y el agua llega hasta la basílica de Luján y el centro de San Antonio de Areco.

Los impuestos se pagan. Vuelvo al principio, ¿qué hacen con los impuestos mientras la gente pierde todo lo que tiene y algunos hasta la vida? El año que viene es un año electoral. ¿Piensan ganar así las elecciones? ¿Con la gente que no termina de secar sus pocas cosas y vuelve a estar con el agua a la cintura?

Con gusto amargo, con impotencia y una terrible sensación de injusticia, me pregunto, ¿son vagos, no les importa, no saben, no pueden o no quieren? Sea la respuesta que fuere, no sirven. Simplemente, no sirven.

Y no es el comienzo de una campaña sucia, aunque el agua que sube y todavía no baja, esté muy, pero muy sucia. Es la realidad, inundada.

*”Las aguas bajan turbias”, filme dirigido y actuado por Hugo del Carril, 1952, sobre el libro “Río oscuro” de Alfredo Varela.

Malu Kikuchi
maluki@fibertel.com.ar
@malukikuchi

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