MALÚ KIKUCHI |
Inundaciones
previsibles, impericia imperdonable.
Las
aguas suben turbias y tardan en bajar, también turbias. Suben y tardan en bajar
turbias no sólo de barro, restos de plantas podridas, animales muertos,
piedras, aguas residuales, plagas, casas precarias y no tanto, enseres
domésticos y a veces, cadáveres.
Las
aguas suben y tardan en bajar turbias de desidia, falta de planificación,
ignorancia de la geografía, del comportamiento del clima y de los ríos,
desconocimiento del sistema de lluvias, falta de idoneidad para el puesto que
ocupan y por el que se les paga. Hablo de los funcionarios.
De
los funcionarios electos por la gente y de los que a su vez, estos eligen. La
Constitución Nacional exige “idoneidad” para ocupar un cargo. No la tienen.
Ignoro el sistema que usan los funcionarios para elegir a aquellos que los
deben acompañar en el difícil arte de gobernar.
Arte
que no sólo requiere sonrisas, besos y
abrazos a mujeres y ancianos, alzar niños con cara de “¡cómo me gustan los
chicos”, aunque dos minutos después se laven las manos con alcohol. No sé cómo
los eligen, pero si sé que los eligen mal. No sirven. No le sirven a la
sociedad a la que deben servir, al contrario, se sirven de los suculentos
impuestos que reciben.
Estos
gobiernos, el nacional y el provincial y los municipales cobran altos
impuestos, ¿dónde van a parar? ¿Nunca
planificaron a largo plazo las obras que debían hacerse para permitir la
construcción de barrios privados y clubes de campo en zonas antes desocupadas?
¿No se calculó cómo podían, si es que lo hacen, afectar las zonas más bajas?
¿Nadie
en los municipios y en la provincia, que tuvo que convalidar los permisos,
pensó en el largo plazo, tuvo una visión macro de los problemas que se podrían
causar? ¿Nadie pensó en las tormentas solares y cómo movilizan nuestro planeta
en el cual, curiosamente, se encuentra nuestro país y dentro de él la provincia
de Buenos Aires?
¿Nadie
en toda la enorme administración pública que mantenemos estudió en serio los
problemas que causa el exceso de agua y la falta de ella? ¿No tenemos los
suficientes ingenieros hidráulicos, los científicos, los expertos, los
naturalistas capaces de generar un plan integral para el sistema de aguas en la
provincia de Buenos Aires? Es obvio que
no los hay o que no trabajan.
Y
si no tienen ganas de trabajar, a pesar de cobrar sueldos importantes, sólo
tienen que recurrir a ese increíble primer científico que tuvo el país,
Florentino Ameghino, que hace nada más que 130 años, en 1884 estudió, sin la
tecnología de hoy, usando sólo su cerebro y sin que le pagara ningún gobierno,
el problema de las aguas y le encontró la solución.
Si
no quieren molestarse en buscar demasiado, lean “Las sequías y las inundaciones
en la provincia de Buenos Aires”. Existe todo el plan de los canales
aliviadores y de los reservorios para ese agua dulce (decía que no se podía
perder ni una gota de agua dulce, y eso que todavía no se había inventado la
defensa del ambiente), con bordes elevados, para poder, a través de bombas,
repartir ese agua en tiempos de sequía.
Los
planos existen, hasta se pueden buscar en internet, ya que parece que el
trabajo de nuestros funcionarios es tanto, que se agotan en festivales y no
llegan a lo importante: el tema del agua, las inundaciones y luego, las
sequías. Si hace 130 años, sólo con su
inteligencia y su amor por su tierra, Ameghino pudo plantear una solución al
problema de la provincia, ¿cómo es posible que en 2014 nadie encuentre la forma
de hacerlo?
A
lo largo de los años se hicieron mucho planes, no se cumplieron. Los más
cercanos, 1985 en tiempos de Alfonsín; octubre de 2001, gobierno de De la Rúa
para la cuenca del Salado (nada más que la cuenca del Salado), US$ 1.800
millones, en 18 años; septiembre 2012, el plan para la misma cuenca.
Algo
se hizo, poco. La provincia se inunda, las lluvias son más copiosas, el sol más
belicoso y no sabemos por cuánto tiempo más. La población aumenta, todo se
construye sin pensar en el futuro y los posibles inconvenientes que pueden
llegar. La improvisación es la consigna
.
Mientras
los intendentes le echan la culpa al gobernador, el gobernador a los barrios
cerrados, hay personas, SERES HUMANOS, ancianos, mujeres, chicos en peligro
constante. Viven en condiciones infrahumanas que no se admitirían en un
zoológico de cuarta, en un país de quinta.
Y el agua llega hasta la basílica de Luján y el centro de San Antonio de
Areco.
Los
impuestos se pagan. Vuelvo al principio, ¿qué hacen con los impuestos mientras
la gente pierde todo lo que tiene y algunos hasta la vida? El año que viene es
un año electoral. ¿Piensan ganar así las elecciones? ¿Con la gente que no
termina de secar sus pocas cosas y vuelve a estar con el agua a la cintura?
Con
gusto amargo, con impotencia y una terrible sensación de injusticia, me
pregunto, ¿son vagos, no les importa, no saben, no pueden o no quieren? Sea la
respuesta que fuere, no sirven. Simplemente, no sirven.
Y
no es el comienzo de una campaña sucia, aunque el agua que sube y todavía no
baja, esté muy, pero muy sucia. Es la realidad, inundada.
*”Las
aguas bajan turbias”, filme dirigido y actuado por Hugo del Carril, 1952, sobre
el libro “Río oscuro” de Alfredo Varela.
Malu
Kikuchi
maluki@fibertel.com.ar
@malukikuchi
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