JUAN JOSÉ MONSANT |
Para entender la debacle del
Partido Demócrata de los Estados Unidos, específicamente la del presidente
Barack Obama, guardando las distancias, habría que entender la debacle de los
partidos tradicionales de España, el PSOE, el PP y la propia IU. En sus
dimensiones, realidades y cultura diferentes, se asoma un desgano general de la
población sobre los actos del gobernante; sobre la conducción que, del país,
hace la clase política tradicional, visualizada más por el electorado como una
asociación o club de reparto de privilegios (la hacienda pública en cualquiera
de sus manifestaciones) que como agrupación de ciudadanos en torno a una imagen
de lo que debe ser una nación y las vías e instrumentos para acceder a ella.
No vamos a analizar el caso Obama
por supuesto, quien a pesar de haber salvado la macroeconomía estadounidense, su
política no bajó a lo microeconómico, así se
hayan aumentado los puestos de
trabajo desde que asumió por primera vez la presidencia. El entusiasmo inicial
se fue perdiendo. Aquella euforia compartida por el significado de que, por primera vez una mujer o un negro
pudiera acceder a la Primera Magistratura, fue una tentación muy grande para el
votante liberal. El país se alzó sobre su tradicional machismo (solo en 1920 se
le permitió votar a la mujer) y su latente racismo, que apenas en 1964 bajo el
mandato del presidente Lyndon B. Johnson se aprobó la Ley de Derechos Civiles
que prohibió la discriminación en las escuelas, empleos, bancos de sangre,
servicios, lugares públicos, y del propio ejercicio electoral. Por cierto, en
las elecciones del pasado martes 5, Mía Love se convirtió en la primera mujer
negra en ser elegida a la Cámara de Representantes del Congreso de los Estados
Unidos, por el Partido Republicano y por el Estado de Utah. En tanto que en
Carolina del Sur, Tim Scott fue elegido el primer senador negro, desde la
Guerra de Secesión (1861-1865).
Quizá no sea tan extraño lo
sucedido, dado que el propio Abraham Lincoln fue un militante del Partido
Republicano, su primer presidente de los Estados Unidos; aunque con los años
ese partido se fue hacia el lado
reaccionario y racista, como los extremos del Tea Party, pero de donde
emergen también, políticos como el senador Marcos Rubio del Estado de Florida.
En realidad, ésta no sería una
reflexión sobre las últimas elecciones legislativas de los EE.UU., sino sobre
el caso de Pablo Iglesias y su Partido Podemos en España. Pero es casi
imposible tocar a razadas lo acontecido el pasado martes, la derrota de Obama y
el ascenso descomunal de los republicanos, sin detenernos en ello; ya abundarán
análisis de calidad sobre el castigo del electorado, aun los terciados o
prejuiciados contra los demócratas, sus causas y efectos. En lo particular,
estimo que Obama, el presidente que levantó las expectativas de cambio más
contundentes de la historia contemporánea de los Estados Unidos, por su verbo,
por su lenguaje directo a la población de todos los días, incluso por su color,
se le fue el tiempo tratando de ser aceptado por los republicanos, en demostrar
que era un ciudadano más. Cuando el pueblo votó por él, para dividir una época
y adentrarse en un sueño. Porque es
obvio que entre Obama y Pablo Iglesias hay profundas diferencias conceptuales y
valorativas.
De Pablo Iglesias podríamos decir
que él y su partido Podemos, apenas fundado en enero de 2014, ya cuenta con
cinco eurodiputados en el Parlamento Europeo que fueron elegidos en mayo de
este mismo año, quienes ya pasaron a formar parte de la voz y de los votos
parlamentarios de la izquierda europea, algunos de ellos francamente radicales
y simpatizantes de movimientos terroristas. Pero hay más, Pablo Iglesias, el
fundador de Podemos ya se prepara para las próximas elecciones generales de
España, municipales, autonómicas y presidenciales. En donde las últimas
encuestas lo sitúan como primera intención de votos, por sobre el PP
actualmente en el gobierno y el PSOE, el partido que fuere de ese gran
estadista español contemporáneo Felipe González, junto al otro gran estadista,
hoy ya fallecido, don Adolfo Suárez, el Presidente de la transición democrática
(1976-1981).
Juan Jose Monsant Aristimuño
jjmonsant@gmail.com
@jjmonsant
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