sábado, 1 de noviembre de 2014

JOSÉ RAFAEL AVENDAÑO TIMAURY, LOS MANGOS ESTÁN BAJITOS

JOSÉ RAFAEL AVENDAÑO TIMAURY
Alrededor del veinte de noviembre de 1948 el diario El Gráfico, de orientación social cristiana, publico una caricatura donde se observaba una mata de mango cargada con sus racimos buchones casi al nivel del suelo. Pocos días después aconteció la caída del régimen democrático y civilista de Rómulo Gallegos el 24 de noviembre. No se trataba de que el caricaturista de marras poseyera dones extrasensoriales que le permitían predecir el futuro. Consistía de una crisis con acento cuartelario, adobada con sentimientos civiles minoritarios de orientación derechista y de algunos liberales desplazados del poder que coincidían en confrontar a un régimen que había ascendido al poder con una incuestionable mayoría que representaba a la izquierda democrática de aquellos tiempos.

   La asonada golpista no se justificaba de ninguna manera, salvo por las apetencias y ansias de poder de una casta milico-civil que deseaba asumir el mando omnímodo del país. El régimen apenas tenía ocho meses de haberse instaurado, lo presidía un insigne venezolano, no había corrupción administrativa porque se había erradicado el peculado; ni crisis económica, social y política. Además se estrenaba una magnífica Constitución Nacional producto de una Asamblea Nacional Constituyente progresista y con acentos de modernidad desconocida para la Venezuela de entonces, cuya letra se cumplía a cabalidad y sin interpretaciones torticeras.
   La sedición triunfante gobernó durante casi diez años. En el ínterin se produjo el único magnicidio consumado en la historia patria, un presidente marioneta-civil en la Junta de Gobierno, sucedánea de la Junta Militar de Gobierno. Tambien se produjo el primer fraude electoral moderno en elecciones populares con la complacencia de un Consejo Electoral sumiso al régimen lo que permitió al gobierno constituir un congreso espurio que se permitió promulgar una constitución nacional incolora. De igual manera se produjo una represión sangrienta contra los adversarios políticos del régimen y el exilio a centenares de venezolanos.
   El gobierno lo presidio luego un milico que mandaba en nombre de las Fuerzas Armadas, pero el ejecutivo nacional estaba en manos de civiles complacientes, algunos de ellos con innegable competencia. Por ello se pudo contrastar ejecutorias palpables en obras civiles ostentosas, además de la instauración del robo y peculado como practica administrativa. Tambien la ciudadanía en general no fue asolada por la inseguridad. La Seguridad Nacional, policía de entonces, se encargó de reprimir eficientemente al hampa común, así como también a la oposición política cuyo balance final, en el área represiva, dejo un hándicap de civiles y militares asesinados y torturados en las calles y en las ergástulas del régimen.
   Paradójicamente la dictadura militar dejó fluir con liberalidad jurídica a los tribunales y a los jueces -desde los parroquiales a los magistrados de la Corte Suprema de Justicia- ya que ostentaban una respetable formación académica. Jamás el gobierno necesito de interpretaciones “meta-jurídicas” para agredir a los opositores, ni para aparentar principios de legitimidad y legalidad. A escasos días de que se produjera la caída tumultuosa, el avispado ministro del interior de entonces, aconsejó al presidente dictador de que no era necesario efectuar elecciones presidenciales –de acuerdo a la constitución, deberían celebrarse cada cinco años- y el 15 de diciembre de 1957, mediante plebiscito, avalado por el consejo electoral de la época, dictaminó con cinismo increíble que la inmensa mayoría de los venezolanos deseaban la continuación del oprobioso régimen, exhortando al país a prepararse para las celebraciones navideñas de rigor. Diez y siete días después, el 1° de enero de 1958, aviones militares insurrectos bombardearon y ametrallaron el Palacio de Miraflores y la SN, sede de la policía política.
   Así ha sido nuestra historia republicana. Aleccionadora siempre, independientemente de los aspectos puntuales de época y ocasión. A los encumbrados en el poder se les obnubila el juicio y se permiten las más inimaginables argucias, disquisiciones y argumentaciones falaces creyendo erróneamente que el pueblo en general puede ser engañado y manipulado a perpetuidad.
   “El cielo encapotado anuncia tempestad” al igual que a mediados del siglo XIX, ocasionalmente en el siglo XX y por primera vez en el siglo XXI.  Los oligarcas de siempre suelen disfrazarse y camuflar como el camaleón. La mayoría de las veces el falso ropaje que ostentan se desliza y puede vislumbrarse una desnudez bochornosa. En la hora del juicio final, en la tierra o en el infierno, la historia se encarga de pasar la factura correspondiente con fecha cierta e inmodificable para el pago de la deuda. Inexorablemente se cumple aquello de que “con buenas intenciones está pavimentado el camino al infierno”.
   En beneficio de los crédulos me he abstenido de hacer las consideraciones de rigor referentes al venidero proceso electoral parlamentario hasta nueva ocasión. Todo indica que la composición del nuevo CNE será tres a dos a favor del gobierno otorgada como una concesión graciosa para apuntalar el diálogo en ciernes. Las Salas Constitucional, Electoral y Penal del TSJ se mantendrán incólumes. Seguiremos, por supuesto, protegidos como hasta ahora de los diversos desmanes por la FGR, CGR y DP.
José Rafael Avendaño Timaury
cheye@cantv.net
@CheyeJR

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