martes, 25 de noviembre de 2014

JAIME REQUENA, BARBIES Y BARBARIE

   
JAIME REQUENA
En el año 1945 el mundo se percató del poder que los átomos encerraban y, brutalmente, de las cenizas de Hiroshima surgió el espectro de la energía nuclear. Cuatro lustros después y desde su novísimo instituto de investigaciones científicas, Venezuela echaba a andar el primer reactor atómico de América Latina. Gracias a las gestiones iniciales de Humberto Fernández Morán ­padre de la criatura­ y la visión de futuro de Marcel Roche, el país se pudo vanagloriar de estar en las fronteras de la ciencia y la tecnología ¡Entonces manábamos modernidad y atrás quedaba la barbarie que conlleva dictaduras o autocracias!

    Hoy en día, por los pasillos del venerable RV-1 ­como se le conoce al reactor nuclear de los Altos de Pipe­ no circulan los pichones de ingenieros nucleares que se solían formar en su escuela, habiendo quedado éste sólo como carcasa de una piscina para albergar desechos radioactivos. No son estos los mejores tiempos de la institución.
    El IVIC está en crisis. Mejor dicho, no logra salir de la crisis que lo acompaña desde hace muchos años y que se comenzó ­más o menos­ por allá en 1983 cuando se hizo añicos la paridad de nuestra moneda con las de divisas extranjeras. Para ese entonces, el IVIC tenía problemas pero casi todos ellos derivados de la pérdida de su primacía en la actividad científica nacional. No porque no estuviera haciendo buena ciencia, sino porque en el país ­y siguiendo su ejemplo­ florecían muchísimos competidores que lo emulaban muy bien. Desde las grandes universidades autónomas, legiones de estudiantes y profesores se partían el lomo haciendo ciencia de primera línea.
    La Asamblea Nacional ­y sin que nadie se lo pidiese­ viene de decidir que el IVIC no sirve ahora y por ello hay que reformarlo. No pretenden retornarlo al pináculo de la actividad de investigación y desarrollo de la nación sino transmutarlo en un dinosaurio carmesí. A espaldas de su directiva, investigadores, estudiantes, personal administrativo u obrero y usuarios, la Asamblea decidió cambiar el Estatuto del IVIC, trastocando su misión y visión.
    Ni la Asamblea ni el Ejecutivo se pasean por considerar las causas que sacuden no sólo a los cimientos del IVIC sino los de todo el estamento científico y tecnológico del país. Mientras la tragedia arropa a nuestros laboratorios, el gobierno dedica sus escasas energías en promover la venta de Barbies importadas a dólar preferencial. No se trata de enfrentar a la falta de generación de relevo, la malversación sistemática de los fondos LOCTI, la obsolescencia de la infraestructura, la criminalización de la meritocracia, la carencia de organización y estructura, la falta sistemática de incentivos y estímulos o la exclusión de lo privado de la actividad. 
Se trata, en realidad, de excluir del imaginario bolivariano a todas las instituciones con logros reconocidos. Como se hizo con el INTEVEP hace diez años, el IVIC que todos queremos no debe seguir existiendo.         
Jaime Requena
requena.j@gmail.com
@jaimerequena

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