JAIME REQUENA |
Hoy
en día, por los pasillos del venerable RV-1 como se le conoce al reactor
nuclear de los Altos de Pipe no circulan los pichones de ingenieros nucleares
que se solían formar en su escuela, habiendo quedado éste sólo como carcasa de
una piscina para albergar desechos radioactivos. No son estos los mejores
tiempos de la institución.
El
IVIC está en crisis. Mejor dicho, no logra salir de la crisis que lo acompaña
desde hace muchos años y que se comenzó más o menos por allá en 1983 cuando
se hizo añicos la paridad de nuestra moneda con las de divisas extranjeras.
Para ese entonces, el IVIC tenía problemas pero casi todos ellos derivados de
la pérdida de su primacía en la actividad científica nacional. No porque no
estuviera haciendo buena ciencia, sino porque en el país y siguiendo su
ejemplo florecían muchísimos competidores que lo emulaban muy bien. Desde las
grandes universidades autónomas, legiones de estudiantes y profesores se
partían el lomo haciendo ciencia de primera línea.
La Asamblea Nacional y sin que nadie se lo pidiese viene de decidir que el IVIC no sirve ahora y por ello hay que reformarlo. No pretenden retornarlo al pináculo de la actividad de investigación y desarrollo de la nación sino transmutarlo en un dinosaurio carmesí. A espaldas de su directiva, investigadores, estudiantes, personal administrativo u obrero y usuarios, la Asamblea decidió cambiar el Estatuto del IVIC, trastocando su misión y visión.
Ni
la Asamblea ni el Ejecutivo se pasean por considerar las causas que sacuden no
sólo a los cimientos del IVIC sino los de todo el estamento científico y
tecnológico del país. Mientras la tragedia arropa a nuestros laboratorios, el
gobierno dedica sus escasas energías en promover la venta de Barbies importadas
a dólar preferencial. No se trata de enfrentar a la falta de generación de
relevo, la malversación sistemática de los fondos LOCTI, la obsolescencia de la
infraestructura, la criminalización de la meritocracia, la carencia de
organización y estructura, la falta sistemática de incentivos y estímulos o la
exclusión de lo privado de la actividad.
Se trata, en realidad, de excluir del
imaginario bolivariano a todas las instituciones con logros reconocidos. Como
se hizo con el INTEVEP hace diez años, el IVIC que todos queremos no debe
seguir existiendo.
Jaime Requena
requena.j@gmail.com
@jaimerequena
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