martes, 11 de noviembre de 2014

ENRIQUE MELÉNDEZ, SOBRE LA TUMBA DE MARX

ENRIQUE MELÉNDEZ
         En efecto, la caída del Muro de Berlín acabó con el mito de Marx; que, a su vez, fue el mito de Rousseau, y hasta el mito de Hobbes; es decir, el mito basado en el proyecto de una humanidad, que instauraba un Estado que hace del lobo, que hay en el hombre, un ángel. Incluso, desde la Ilustración ya se hablaba de la famosa sociedad del constructo; la sociedad que es capaz de construir el hombre, en una especie de reto, en términos de  perfección, a la naturaleza, y, en ese sentido, se habló de la razón de la ciencia y de la técnica, capaz de emprender ese reto.

         Todo esto es verdad, sólo que, supuestamente, Marx es quien descubre las leyes históricas, y de allí que, con toda la pretensión del caso, a su doctrina le da carácter de científica: el socialismo científico. No olvidemos que Marx pertenece a la más rancia tradición positivista; esa que creía tener el poder del saber en las manos, a partir del conocimiento científico y tecnológico; lo que entonces se comenzó a conocer como una epistemología, y así que Marx proclama que lo que está haciendo en El Capital; sobre todo, es ciencia; un compendio enciclopédico, por lo demás, de tres tomos, y que en las escuelas de filosofía se estudia en tres seminarios, cuando menos, para poder entender aquello. Incluso, en la década de 1970 se escribió un libro “Para entender El Capital”, escrito por un manualista del marxismo de nombre Louis Althusser.
         Marx fue un gran propagandista, y aquí se basó su primer triunfo; el arrogarse la potestad de la ciencia para su teoría, unido a un excelente estilo literario,  y fue cuando entonces expresó que hasta el momento en que él descubre las leyes de la historia, los filósofos no habían más que interpretado al mundo, y que de lo que se trataba era de transformarlo. Es cuando nace lo que en la terminología marxista se conocerá como la filosofía de la praxis; derivado, además, del hecho que había quedado aquella sentencia de Hegel de que, a partir de las revoluciones democráticas modernas, todos los pueblos quedaban condenados a llevar a cabo una revolución por la emancipación de su condición social, a partir de la proclamación de los derechos humanos, y es cuando Hegel dice que entonces la revolución queda como una categoría histórica.
         Marx va más allá de esos derechos humanos, y se pregunta: ¿cómo es posible que los medios de producción todavía estén en manos de la burguesía explotadora, y no del colectivo social? Esto tenía que ver mucho con aquella idea suya del comunismo primitivo, y al cual también tendía a volver la sociedad, una vez que el hombre se emancipara consigo mismo de su tendencia a la inercia; que es el principal principio de la Ilustración. He allí una de las claves con las que también se venía jugando desde la teoría de Hegel; esto es, el método dialéctico; el famoso método que proclamaba que, a partir de la superación de las contradicciones, se iba avanzando en cuanto se refiere al progreso de la humanidad; a pesar de haber sido antecedidos por el pensamiento trágico, que había dudado de ese progreso; de un Spinoza y un Kant (Spinoza concluía su Etica señalando que lo ideal sería el estado excelso; pero que es muy raro); las contradicciones del individuo y la sociedad, el uno y las partes; no sólo a partir del establecimiento de la igualdad entre los seres humanos, sino también a nivel psíquico, pues el triunfo de la revolución proletaria implicaba la liberación del hombre de su estado de enajenación, alienación y cosificación, a la que lo había postrado la sociedad de consumo, y el mundo industrial. He allí lo que se conoció como “el hombre nuevo”.
         Fue en verdad un ambicioso proyecto de humanidad, y aunque yo durante muchos años estuve envenenado con estas tesis; precisamente, lo veía mucho para ser formulado por un hombre; es decir, que un hombre diera con las leyes de la historia, que hasta entonces les habían pasado desapercibidas a las mentes más iluminadas, y que a partir de ese descubrimiento tuviera lugar la reproducción del reino del cielo en la tierra; la sociedad angelical, por excelencia, cuyo tributo se lo debíamos a Hobbes; quien había dicho que el hombre era lobo del hombre, y que el Estado, a través del peso de la fuerza, a través de la coerción, lo dosificaba de tal manera que lo volvía ángel del hombre.
         Ahora, esta teoría no hubiera sido posible sin la instauración del Estado-nación; esto es, el Estado que se transforma en el administrador de un reino; mientras integra en una división política territorial a principados, condados y marquesados, donde impone una lengua, con un centro de poder, y que se conoce como la capital del reino; que es lo que da origen a la nacionalidad: la sociedad de la ciudadanía, en una metamorfosis que se ha tenido, luego de haber sido una sociedad de siervos, y de ahí a la proclamación de los derechos del hombre hay un paso.
         La otra tesis que supo vender muy bien Marx fue la de la llegada de la humanidad a la edad de oro; sobre todo, porque éste le había comprado por completo a su maestro Hegel, todo el esquema de su método dialéctica, con la diferencia de que, si Hegel se fijaba en que el progreso de la humanidad se iba llevando a cabo en la historia, gracias a la intervención del espíritu absoluto; Marx consideraba que ese progreso se iba dando en la ciencia y en la técnica; de allí su visión de mundo materialista, por el contraposición al idealismo hegeliano; pues, por lo demás, Marx se ponía de acuerdo con Hegel, cuando éste señalaba que la infancia de la humanidad se podía ubicar en la civilización de los griegos; la adolescencia en la civilización del imperio romano y de la Edad Media, y luego la madurez en ese mundo de la ciencia y de la técnica, que ellos comenzaban a ver, a propósito del desarrollo de lo que se conoce también como la revolución industrial; “donde las máquinas iban a trabajar por el hombre”.
Enrique Melendez O.
melendezo.enrique@yahoo.com
@emelendezo

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