domingo, 16 de noviembre de 2014

ARTURO MOLINA, DIÁSPORA EN VENEZUELA

ARTURO MOLINA
Abandonar el país de origen para trasladarse a otro en busca de oportunidades, era normal en ciudadanos procedentes de naciones en guerra, o con sistemas de gobierno totalitarios, fascistas, dictatoriales, represores, violadores de derechos humanos y normas constitucionales. Los lugares seleccionados a pernotar tenían como referentes la paz y las oportunidades, las cuales se traducían en trabajo con respeto.

Venezuela cobijó a cientos de hombres y mujeres venidos de otras partes del mundo; ellos asumieron a está como su patria, y ayudaron al engrandecimiento del país, de su desarrollo. La historia ahora es contraria, y la marcha de venezolanos hacia otras latitudes se manifiesta a gran escala. No importa la edad o el sexo, profesión o condición social, el camino es buscar senderos distintos a los presentes en el territorio nacional, plagado de muerte, hambre y división.

La diáspora se siente con fuerza en el sector joven, profesionales o no, quienes ven en otros lugares oportunidades negadas en su país; profesionales sin probabilidades de crecer y desarrollarse por la miopía de la elite gubernamental y su sistema de gobierno excluyente, mientras otros países abren las puertas y facilitan la incorporación al trabajo productivo de esas naciones ofreciendo estímulos económicos, sociales, laborales y seguridad ciudadana.

La juventud venezolana deambula permanentemente en el vacio de no poder hacer las cosas que le gustan y disfrutar de oportunidades emprendedoras, y terminan fastidiados al no conseguir establecer un sistema de vida independiente. Asumir relación de pareja es posible sólo si se ubica en la vivienda de uno de sus padres, a menos que se inscriba en el partido del régimen, se vista del color preferido por ellos, entone consignas y se ponga en cola para ver si le asignan una vivienda de “interés social”.

La desnaturalización del sector gobernante para con sus gobernados se manifiesta abruptamente en el derecho al trabajo. El régimen destruyo el aparato productivo privado y se convirtió en el gran empleador, y ahora arremete contra los trabajadores, pretendiendo obligarlos a aceptar los designios gubernamentales, utilizando para ello la amenaza y el uso de sus camaradas para sapear a los contrarios y excluirlos del cargo.

 La humillación, odio, vejación, es la estrategia implementada para arrodillar al colectivo social. Venezuela reclama liderazgos serios y responsables; gerentes comprometidos con el país y la sociedad.  Vivir en sana convivencia, respetando la pluralidad y el derecho a disentir, es el sentido de la libertad; lo contrario, es la esclavitud de la dignidad del ser humano; la alfombra para la diáspora; el triunfo de la tiranía.

Josue Arturo Molina Suarez
jarturomolina@gmail.com
@jarturoms1

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