ALICIA FREILICH |
Siete meses atrás
fue publicada la nota primera
que llevaba este mismo título pero a la luz de los sucesos actuales
aquel análisis luce gris y
benévolo porque ya se contabilizan como
mínimo 6000 venecubanos en la acción
fratricida de los llamados
Colectivos locales que en realidad son
Comandos Criminales Cobardes, la Triple
C, el más visible de los grupos paramilitares que sirven de sustento al
chavismo. Su protagonismo en la matanza de estudiantes el pasado Febrero es un hecho indiscutible y no cabe la menor duda de que este régimen
trata de igualarse históricamente con
los siniestros gorilatos a la derecha y
a la izquierda que tanto enlutaron a
Chile, Argentina, y ahora persisten ya incrustados hasta en
organismos internacionales. Es un yihadismo de
oratoria populista que
obliga a cambiar el vocabulario
tradicional para definir a la llamada
guerra civil.
Guerra
es guerra, destrucción del enemigo.
Civilidad es lo contrario, un comportamiento basado en normas que regulan la
convivencia entre diferentes, ocupen o no
el mismo sitio pero comparten total o parcialmente ciertas
costumbres respetando las naturales diferencias que marcan a cada individuo. Esto
que luce tan elemental, tan simple, tan perogrullada, tomó al menos dieciocho siglos en hacerse ley
desde el cambio luego fallido de
la Revolución Francesa que dando tumbos sangrientos se consolidó en la
Norteamericana y casi un siglo
después de las luchas independentistas.
Eliminada
la esclavitud y reducido un tanto el
caudillismo rural, cuando se proyectó
como revolución republicana hacia Latinoamérica
con los elevados costos de sacrificadas
y heroicas vidas anónimas.
Eso
es pan comido para quienes tuvieron el privilegio de estudiar la historia
universal en colegios, escuelas y liceos de las
repúblicas suramericanas donde
por fin se pudo incluir en los programas educativos materias primordiales que
enfatizaban lo básico de la coexistencia pacífica y de cómo las democracias
verdaderas se miden por la manera como tratan a sus minorías étnicas,
religiosas y políticas, ya que sumadas ofrecen el saldo auténtico de lo que
llamamos civilidad, civilismo, civismo.
Por
cierto, en su reciente libro
titulado Civiles (Editorial Alfa,2014), Rafael Arráez registra documentalmente este concepto desde
semblanzas biográficas de notables venezolanos.
Con
su revolución bolivarista, llamada bolivariana, el chavismo consolida una
dolorosa y destructiva guerra que no podrá recibir el nombre de Civil porque
ha creado los cuervos que le roen su entraña, tal cual ha sucedido siempre
según la conocida frase que admite cómo toda revolución devora
a sus propios hijos y se puede agregar,
implosióna devorada por ellos. Es
la lucha
bárbara, selvática ,bestial,
la pelea cainita, y el hecho de que la mayoría de sus víctimas se encuentren indefensas,
inertes, o por el contario, también
combaten armadas pues provienen
de la misma cueva, el sello fratricida
de la ambición por el poder total, le otorga precisamente ese rango de
guerra criminal, nada civil, nada civilista.
Hasta
que el cogollo partidista opositor y la
sufriente, sobornada población
mayoritaria no comprenda esta verdad
histórica y por impulso de sobrevivencia
se levante en desobediente resistencia civil, por demás bien definida y autorizada por su Constitución Republicana,
y sea respaldada por el sector militar
cuya conducta civilista viene también muy
pautada por la Carta Magna que ha obedecido en fechas como el 23 de Enero, hasta entonces , se ahondará el daño moral, espiritual y
físico que paraliza de miedo al conjunto
llamado pueblo. El totalitarismo sabe entregarse al poder pero no sabe
entregarlo .Es necesario repetirlo infinitamente.
Miremos
el espejo inmediato que le sirve de modelo: la humillante condición del cubano, convertido por la camarilla castrista en mendigo ,
jinetero , fusilado al inicio , ahora
torturado, reprimido y
preso, carne de intercambio mercenario, despojado de su
habitual alegría manifiesta en el arte de su hermosa música original y entonces quizá el chavista
ignorante , el de la masa engañada,
comience a reaccionar.
Esa
es la tarea de pedagogía política, principalísima, de quienes pretendan dirigir a la actual
disidencia venezolana.
Alicia Freilich
alifrei@hotmail.com
@aliciafreilich
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