ALFREDO CORONIL HARTMANN |
En la batalla de
Pavía, cuando una cayapa de españoles, alemanes y flamencos, infligieron una
grave derrota al cristianísimo Rey de Francia, Francisco I, el gran monarca,
con el cual se inicia el renacimiento en las antiguas Galias, protector de un
exiliado que conocemos como Leonardo da
Vinci, pudo decir –afortunado él- “Todo se ha perdido menos el honor”. Los que
nacimos en estos 912.050 Km cuadrados, que al menos tenía, la extinta República
de Venezuela, no podemos decir ni eso.
Aquí hemos
perdido todo, comenzando por la identidad nacional, este trozo de tierra tan
costoso en sangre, en interminables luchas por la libertad y luego por la
democracia, está en acelerado proceso de disolución. Las instituciones
baldadas, los partido políticos, aún aquellos de ilustre trayectoria Histórica,
convertidos de letrinas públicas, en “vespasianos” como llamaban en París esas,
avanzadas –para su época- instalaciones, que creara en el antiguo Imperio
Romano, Tito Flavio Vespasiano. Las Fuerzas Armadas, rebajadas a ordenanzas del
extranjero. Las universidades, vestigios de la dignidad perdida, en estado de
sitio. Las “elites” intelectuales, profesionales, empresariales, políticas y
sociales, inexistentes como clase. Desde luego individualidades dignas quedan,
cada vez menos, desgarradas por el doloroso espectáculo de este lupanar
decadente…
La conciencia de
esta realidad me ha hecho escribir cada
día menos, he sucumbido a la creencia de que decir las cosas, como yo las veo,
es contraproducente. Me he equivocado, solo a partir de la verdad, por dolorosa
que esta sea, se puede construir algo positivo y durable, le debemos a los
valerosos jóvenes, en los cuales reposa la golpeada dignidad nacional, no sólo
el no integrarnos a los coros del gobierno y de la “oposición oficial” sino el
no facilitar la caída con nuestra mudez, hay que vencer la nausea y escribir y
escribir y escribir…
Ayer, un hombre
que tuve por digno, alto ex funcionario de la democracia civil, dirigente de un
partido político “nacido para hacer Historia” permitió o facilitó, que un libro
suyo recibiera “las aguas lustrales” del bautizo de manos de uno de los mayores
responsables del envilecimiento de la oposición oficialista y de la destrucción
de su propio partido. Qué necesidad tenía el libro, que no debe ser malo, de
ver la luz con ese estigma de blandenguería, sólo me alegré de que el hermano
del autor, ilustre escritor, historiador y académico, de impoluta trayectoria,
a quien mucho admiré y quise, no estuviese vivo para padecer ese bochorno.
Este artículo,
doloroso, desgarrado, escrito desde el alma, no es sólo un desahogo –que bien
lo necesito- es un mensaje a la juventud venezolana, en la cual veo la
esperanza de redención y reconstrucción de la República. Rescátenla, pero deben
recibirla “a beneficio de inventario”, no dejen que se les cuelen las manzanas
podridas que se pretenden presentar como vestales, después de haber vendido el
alma, antes o después de 1999. Creen un país inclusivo, abierto, donde no se
exija sino la cédula de identidad y las credenciales de formación y
trayectoria, pero también, una hoja de vida digna que es la mejor de todas.
Quien no se respeta a si mismo mal puede respetar a los demás, hombres o
instituciones. Reproduzco, de memoria, un trozo de la obra de teatro, en verso,
de la gran poeta venezolana Ida Gramcko "Maria Lionza", estrenada en
plena dictadura prezjimenista, perfectamente pertinente:
"Si la patria está triste
triste ha de estar el hijo que la bese
y alegre sólo cuando la conquiste
porque antes no le es fiel
ni la merece
...............................
Odio a los parias y odio
a los vendidos
también el odio puede ser fecundo..."
Alfredo Coronil Hartmann
acoronil2@gmail.com
@Alfredo43
Itaca noviembre de 2014.
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