En ese modelo que Iglesias defiende inevitablemente crece la pobreza, prospera la corrupción y se silencia la crítica
ALEXIS ORTIZ |
Cada cierto tiempo brota en alguna sociedad desprevenida el peligro de un demagogo astuto, capaz de aprovechar el descontento de los ciudadanos. En esta ocasión encontramos a un charlatán ruidoso, mimético y ateo, que responde al paradójico nombre de Pablo Iglesias, hoy de moda en el Hit Parade de la política española.
Este predicador impenitente está teledirigido desde La Habana, financiado desde Caracas, adoctrinado en la confusión de sus colegas marxistas de la Universidad Complutense y, lo más paradójico, promovido por entre otros medios, el diario El País de Madrid.
Por las redes sociales he podido ver tres videos de Iglesias:
En el primero él perpetra como discurso de incorporación al Parlamento Europeo, una gritería salpicada de consignas obsoletas, con el agravante de no respetar el reglamento de debates, porque los capataces como Iglesias y sus mentores Castro, Chávez, Morales, Ortega y Correa, suelen limpiarse el rabo con normas y legalidades.
En el segundo aparecen en facha de beodos Iglesias y parte de sus mesnadas, cantando el himno internacional comunista y, algo digno de resaltar, blandiendo un retrato del bolchevique ruso Lenín, adalid de uno de los movimientos que más trajo desgracias a la humanidad en el siglo XX.
En el tercero un joven andaluz, con mucho salero y tino, les recuerda a sus compatriotas de España que los caudillos castrochavistas como Iglesias, llegan con antifaz de redentores y terminan conduciendo los pueblos al infierno.
Tenemos razones los españoles de la península ibérica y nosotros los ultramarinos, para angustiarnos por el gratuito incremento de la popularidad de Pablo Iglesias. Los venezolanos conocemos el formato: los castrochavistas llegan al poder por la vía democrática y electoral, para de inmediato pasar a sustituir la Democracia por un régimen autoritario de corte neocomunista. En ese modelo que Iglesias defiende, inevitablemente crece la pobreza, prospera la corrupción y se silencia la crítica.
España tiene problemas pero es obvio que en Democracia los puede resolver y los está resolviendo. No es sencillo, porque es más fácil destruir como lo hizo Rodríguez Zapatero, que recuperar como lo está intentando Rajoy. Pero los españoles no pueden caer en la trampa de ilusionarse con ese tipo iluminados virulentos que siempre llevan los pueblos a la tragedia.
Alexis Ortiz
jalexisortiz@gmail.com
@alexisortizb
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