viernes, 3 de octubre de 2014

TRINO MÁRQUEZ, REPRIME Y AMENAZA QUE ALGO QUEDA

Nicolás Maduro demuestra cada día la más absoluta incapacidad de gobernar el país. Su predecesor y “padre” putativo había dejado a la nación en un estado de postración alarmante. 

El comandante se acostumbró rápidamente a gobernar con unos precios petroleros dispararados a las nubes a partir de mediados de la década pasada y con una producción de crudo que frisaba los tres millones de barriles por día. Con la mochila llena de dólares y con una gigantesca capacidad de endeudamiento, decidió innovar en la historia del socialismo mundial: se propuso crear el comunismo petrolero, rentista, algo nunca visto porque los regímenes colectivistas siempre han tratado de construirse a partir del trabajo proletario y del protagonismo heroico de la clase obrera. Cuando los precios del crudo bajaron de $140, se estabilizaron alrededor de $100 y el flujo de caja comenzó a languidecer, el hombre que nunca había administrado ni siquiera la cantina de las guarniciones donde operaba como militar, comenzó a mostrar su impericia. El dinero se le había evaporado y los problemas nacionales requerían una severa rectificación. El sueño de construir el socialismo fundado en el reparto de la riqueza petrolera había fracasado.

Esta verdad tan simple no la entendió el heredero. Maduro cree que puede mantener la utopía de su “padre”, aunque todos los datos de la realidad indican que resulta imposible. El mundo superó la quimera colectivista, aunque hayan rebrotado los modelos políticos autoritarios. La economía de mercado progresa incluso en regímenes embrutecidos por el fanatismo ideológico. Los vivos que rodean a Maduro le siguen alimentando la esperanza socialista, al mismo tiempo que se enriquecen con los lucrativos negocios que florecen alrededor del despistado mandatario.

Lo único que sabe Maduro en medio de su patética desorientación es que debe reprimir y amenazar para surfear la ola y no ahogarse. No gobierna, sino que intimida y golpea con sus fuerzas de choque, ahora legitimadas por una ley gomera. El chantaje y la coerción sustituyeron el diálogo. Si una planta de detergentes se paraliza porque el Gobierno no entrega las divisas a tiempo o se las da por cuenta gotas, la respuesta es ocuparla. Si los médicos denuncian la falta de insumos médico quirúrgicos y la imposibilidad de atender a los enfermos con dengue o chikungunya, se le acusa de terroristas  y de formar parte de la “guerra” bacteriológica planificada en los laboratorios del Imperio. Los obreros de SIDOR no son dignos trabajadores que luchan por sus derechos en una empresa arruinada por los comisarios rojos, sino siervos incondicionales de la derecha apátrida y merecedores de castigos infernales. Si las líneas de aviación reclaman los miles de millones de dólares que se les adeudan, se les descalifica como empresas capitalistas que solo piensan con el bolsillo.

Desde su reducida óptica, el Estado y su instrumento administrativo, el Gobierno, no fueron creados para orientar los países, llegar a acuerdos, construir consensos y dirimir conflictos en sana paz, sino para atropellar a quienes disienten de la línea oficial  y, cuando sea necesario, encarcelarlos. Leopoldo López, Enzo Scarano y Daniel Ceballos son víctimas de esta visión limitada  y distorsionada del poder. Pero las baterías no apuntan solo hacia ellos, representantes de la oposición política. Los cañones también están dirigidos a todo aquel que exprese su inconformidad con el régimen o un leve distanciamiento. La asesoría de Ramiro Valdés y de Orlando Borrego  está dando los resultados esperados. Para eso el Gobierno paga el alto costo financiero y político que representa la subordinación a Cuba: a través de la intimidación recomendada por los isleños, se garantizan la eternidad en el poder, tal como los Castro han hecho en el territorio antillano.

Este esquema basado en una alianza aparentemente indestructible entre una claque civil arrogante y corrupta y una casta militar llena de privilegios, y también corrupta, se impuso en la URSS y en los países de Europa del Este. Este año se cumplirán 25 años de la caída del Muro de Berlín. Nada es eterno.

Trino Marquez Cegarra
trino.marquez@gmail.com
@trinomarquezc

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