La historia es una mera repetición de
capítulos que creemos diferentes porque el tiempo les da distinto decorado.
Por ejemplo, los autócratas. Se repiten como una plana… y
lamentablemente, como una plaga. Gómez fue un autócrata con decorado andino. Hitler otro, igualito,
con el decorado de la Europa de su tiempo. Boves, Stalin, Fidel Castro,
Somoza, Pinochet. Parecen copias al carbón. Eso sí, cada uno con su decorado
particular. Ya lo dijo Shakespeare: el
mundo es un escenario y todos somos los actores. La realidad es que los autócratas
se repiten, o hasta la saciedad, o hasta que los pueblos aprendamos… lo que ocurra primero.
Todos suben los mismos peldaños de la misma
escalera: resentimiento, destrucción y vorágine.
Aclaremos que resentimiento, es culpar a los
demás por nuestros fracasos. Y los autócratas son casamenteros
de sus resentimientos particulares, con de los pueblos que
pretenden dirigir.
Así, Hitler juntó el resentimiento que le
provocó ser un pintor fracasado y un
potencial arquitecto sin admisión en las escuelas, con la frustración
del pueblo alemán, derrotado en la primera guerra y firmante de un Tratado de
Versalles que pretendía que pagaran una deuda impagable, les quitaba territorios
alemanes y les prohibía desarrollar ejércitos.
Y por ejemplo Gómez, a quien Doña Zoila de
Castro le humillaba su condición de Vicepresidente al decirle: compadre no me
ha capado más gatos. Y remataba, apenándolo: es que el compadre tiene manos de cirujano.
O el propio compadre Castro, que le hería su susceptibilidad al ponerle peines
para ver si se le alzaba. Gómez unió su resentimiento
con el de los banqueros presos y después
escupidos por el pueblo cuando Castro los puso a marchar encadenados para ver
“si recordaban algún entierro” y le prestaban dinero. Y también con el resentimiento
del pueblo, que culpaba de sus carencias a las borracheras y el abuso de poder
del cabito.
Dicen que Boves tenía un gran resentimiento
contra los patriotas. Parece que quiso servir en esas filas y no se lo
permitieron. Entonces juntó su resentimiento con el de los negros,
pardos, mulatos y todos los colores, despreciados y humillados por siglos de
esclavitud e injusticia.
El segundo peldaño de los autócratas es el de
la destrucción.
Destrucción Estratégica, para comerte mejor.
Los autócratas acaban con lo que encuentran para mantenerse por siempre en el
poder. Hitler, en nombre de la paz, destruyó a Europa para vengarse. Y sobre
esas ruinas, esperaba reinar 1000 años.
Gómez, en nombre de la unión, la paz y el
trabajo, mantuvo a Venezuela en la inopia. Analfabeta, palúdica, sin empleo,
sin educación, con las universidades cerradas, sin libertades. Todo en aras de
un pueblo postrado, para gobernarlo, como desgraciadamente sucedió, hasta su muerte.
Boves dejaba que sus montoneras acabaran todo
a su paso, violaran mujeres, se apropiaran de lo que pudieran.
Una venganza contra los culpables de tanta vida fracasada. El odio
como sistema de gobierno.
Pero al final, todos los autócratas son
víctimas de la vorágine que provocan con tanto desaguisado. A Hitler, tanta
destrucción lo destruyó. Mussolini terminó colgado boca abajo. Ceausescu
fusilado sumariamente. Boves, muerto en batalla, tal vez por su propia gente.
Pérez Jiménez huyendo en “su” vaca sagrada.
Pinochet, perseguido por la justicia democrática hasta el final de sus días.
Gómez murió en cama, al igual que Franco; pero tuvo que
matar a su hermano Juancho y exiliar a su hijo José Vicentico, que inmersos en
esa vorágine de terror, quisieron asesinarlo.
LA ESCALERA DE LA BOLIVARIANA
Juntaron su resentimiento con el fracaso de
los últimos años de democracia. Culpables, los ricos y no la falta de gerencia
o de Política.
El camino: freírlos en aceite, expropiarlos,
hacer toneladas de elecciones llenas de tramparencia y grosero ventajismo.
Abajo los ricos. Y hoy, se acaban los ricos (menos los enchufados) y el pueblo sigue
sumido en la pobreza. ¿A la espera de
otro vengador?.
Destruyen a Venezuela, para cumplir su
desiderátum: permanecer, como Cuba comunista, en el poder. Saben que si los
pobres se vuelven clase media, se acaba la “revolución”.
El Colegio de Ingenieros les acaba de demostrar
que la inteligencia, está masivamente contra el proceso.
Y finalmente: la vorágine. Las empresas
socialistas son un fracaso. PDVSA, la CVG, la industria y el agro… sin
comentarios. No hay dólares y ya nadie les cree. Como la Cuba comunista tendrán
que buscar quien los mantenga. Pero eso… no existe.
Se les fue la mano destruyendo. Ahora lo que
hay es vorágine. Selva que traga, como la que se engulló a Marcos Vargas.
Para llegar al cielo, se solicita una
escalera grande y otra chiquita.
Abstenerse los mesías con escaleras de
autócratas.
Y por cierto, la victoria en el CIV… suena a
presagio.
Rafael Gallegos
rafaelgallegosc@hotmail.com
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