“Se puede aprender del pasado para afrontar las situaciones del presente, pero no se debe sentir ninguna nostalgia. A cada generación le toca vivir un tiempo concreto y un mundo complejo. Y debe afrontar el reto y emprender nuevos caminos igual que hicieron las anteriores generaciones”.
Ubicando algunas pistas…
En este decisivo período algunos intentamos
alzar vuelo para acompañar en la oportunidad a la que nos invita un venezolano
de excepción, Maestro de generaciones en el complejo área del saber y el hacer
en su histórico y tozudo empeño en concedérselo a las generaciones que han
asumido de buena fe la conducción de las responsabilidades públicas y privadas
y en el hoy con especial énfasis a quienes les toca por su tiempo épocal en
constituirse en el liderazgo inexcusable de nuestra ayuna la República. Me voy
conceder la licencia para una acotación sobre quien valoro como Maestro, que no
abundan en el país como lo hacen sí los adocenados charlatanes que a diario
adoptan poses de “gurús”, y ello sobre todo a que no proliferan discípulos, es
decir hombres y mujeres, que estén dispuestos a abrirle un espacio esencial
dentro de su propia interioridad, a la enseña que les yega a menudo como un
llamado, una inspiración desde el espacio vital de otro semejante, más
aventajado en el arte de saber vivir bien. (Non multi faciendum esse vivere,
sed bene vivere). (Sócrates a Criton). (Vivir no es lo único importante, sino
vivir bien). Hay tres características que delinean la cualidad ética y
espiritual de un Maestro, la primera la “auctóritas", que nada tiene que
ver con los acostumbrados despotismos ilustrados a los que sucumben casi todos
los intentos de civilismo. Esa que emana más de las veces, incluso físicamente
de su presencia personal, y que el discípulo comprueba existencialmente
mediante una especie de revelado instinto. El segundo enunciado del orientador
es la congruencia en su enseña de vida. Y la tercera muestra la de respeto
profundo sagrado por la autonomía del alumno, y forjar que llegue a ser el guía de su propia vida. Estos
elementos constitutivos trazan la estabilidad espiritual de un Maestro
autentico, como he podido evidenciar especialmente en las memorias de Thomas y
Olga de Harman.
Respetando esa descripción su humildad me
impone no mencionarlo, pero si
agradecerle el viabilizar el encuentro con un grupo de jóvenes, estudiantes en
su mayoría, que por momentos identificaremos con el acrónimo de L J Q G, desde
la resistida Caracas.
Si la existencia del hombre en la sociedad
política como nos recordara Eric Voegelin en la nueva ciencia de la política.
“Es una existencia histórica, el político hace política para el quehacer
histórico. Asimismo, poseer sentido de la misma significa, para el político,
básicamente tres cosas: el conocimiento real, comprensivo, valorativo y
aleccionador del pasado (sobre todo, el del su propio pueblo, en cuyo proceso
le toca actuar como protagonista); el conocimiento cultural-político del
presente; y un diseño del aporte posible al proyecto histórico de la nación
para el tiempo por venir. La política en mayúscula, supone, por ello, opción
sobre diseños del mañana”.
La historia “testigo de los tiempos, luz de
la verdad, vida de la memoria, maestra de la vida, mensajera de la antigüedad”,
en la grácil retórica de Cicerón (De Oratore) debe ser conocida, en especial,
por quien aspira a desplegar su acción en los amplios espacios públicos.
Al respecto es emblemático el trabajo de
Carlos Aguirre, Antimanual del mal historiador, Ediciones desde Abajo, Colombia
2002. Ahí señala. “el tipo de historia que se produce y se publica entre
nosotros, es una historia puramente descriptiva, monográfica, empobrecida y
profundamente acrítica. Y todo ello, para confrontarnos al final con la idea de
que hoy, a pesar de todo, estamos mucho mejor que en cualquiera de esas épocas
del pasado” (p.19).
Jugar con mitificaciones del ayer supone,
para quien reflexiona para la acción (y muchas veces desde la acción misma) es
ceguera ante el mañana. No se trata de obligar a nuestras madres o esposas a
repetir la dura imprecación de la madre de Boabdil, el último rey moro de
Granada (lloras como mujer lo que no supiste defender como hombre).
La cultura dominante intenta, por la vía de
la saturación mediática de sus tesis, anegar el campo intelectual, o anular cualquier
planteamiento alternativo, su análisis, comprensión o subordinación a él.
Navegamos en la tensión de una sofocante
crisis mundial sus derivaciones regionales y sus exclusivas manifestaciones en
Venezuela, donde carecemos de uno de los elementos decisivos y movilizadores
para promover las transformaciones ineludibles que clama la República, la cual
demanda un liderazgo que intérprete la complejidad existente y que la desafié
para erradicar los intolerables esquemas de valores y paradigmas. Por eso es
urgente identificar las necesidades de la formación y capacitación de cuadros.
El hombre humilde ante la experiencia de la
injusticia, se hace, prudente en sus juicios, sin perder, no obstante, su
intima confianza de que permanece radicalmente afirmado en la verdad. No duda
de su facultad de entender, ni tampoco niega la realidad que hay en las cosas.
No se repliega en si mismo declarando que ya tiene la verdad, y que no necesita
mirar y escuchar al mundo, para saber cómo es; o que los entes son siempre como
el los piensa y ya. Eso es el suicidio de la “razón”, lo curioso que en el
planeta y fundamentalmente en el país nunca han escaseado los desesperados con
intenciones de arrastrar a muchos a acompañarlos en su predecible dramático
final. La aptitud negativa ante la verdad es muy antigua; se remonta a la
Grecia de Protágoras. Los sofistas hicieron tabula rasa del las elaboraciones
filosóficas precedentes y produjeron una devastadora crisis de desanimo. Los
filósofos se desmentían; las opiniones y contradicciones se multiplicaban
creando un clima de confusión en la que era imposible aclarar las cuestiones
más elementales. No nos preténdenos para decirlo gráficamente en nigromantes portadores de la verdad (como si
la inquiriéramos partiendo de cero), sino buscadores “en” la verdad, que
derivan desde las evidencias inmediatas a veracidades más hondas y complejas.
Por eso levantaremos velas desde el
antecedente de la carencia en el país de un modelo educativo y de proximidad a
nuestro contexto cultural que propicie la plena utilización cognitiva, y una de
las claves es la búsqueda en todos los modelos de aprendizaje conocidos, que
nos permitan desarrollar las áreas esenciales cognitivas. Es imperativo
cortarle el vuelo al mito de nuestra ingeniosidad que nos ha llevado a frívolas
ocurrencias y a excesivos humorismos. Hemos dilapidado irresponsablemente las
ventajas de nuestras exclusivas, emotividades creativas. Es urgente un radical
cambio en la estructuración de un sistema educativo, que recoja nuestro imaginario,
y lo articule con las tecnologías aplicadas al desarrollo del conocimiento, que
nos saque de nuestro rezago histórico, producto de la ausencia de un liderazgo,
cuyo residual enfoque no esta afirmado en nuestro quehacer, cultural,
económico, productivo, histórico y humano.
Una acotación necesaria…
¿Liderazgos?: Los líderes son personas que
procuran en su accionar cotidiano asumir desde su condición intima
comprometerse con su entorno personal que se acrecienta minuto a minuto,
gracias a la constante externalización de sus destrezas apoyadas en una
permanente formación, en las que se revelan algunos presupuestos como la
humildad que le permite con franqueza rectificar cuando incurre en equívocos
ayudando en su desarrollo epistemológico. No pretendemos despachar este
ontológico tema con estas exiguas opiniones, pero como coincidimos con la
inmensa mayoría de venezolanos, refrendados en encuestas y sesudas
teorizaciónes observadas a diario, que
concluyen que la generalidad de los que
ejercitan como “lideres”, en nuestro
entorno son una suerte de anoréxicos oficiantes de grupos de intereses con
marcados vacíos, afectivos y éticos quienes por razones de elementales
necesidades han establecido estrechas relaciones clientelares de mutuos
beneficios, en un evidenciable burdo trueque en la que los deshilachados
“lideres” ofertan asegurar las
logísticas particulares de sus “liderados”, que a su vez les retribuyen con la
contraprestación de su fidelidad y apoyo para su permanencia sin mayores
meritos en posiciones de control político, con especial énfasis en áreas
presupuestarias. Por lo general son hábiles, retóricos, superficiales, y
fabuladores, su irresponsabilidad los lleva a prometer sine die todo tipo de
favores, desprovistos de los más esenciales principios de escrupulosidad. Por
eso el abordaje de este tramo sin querer hacer una exégesis ni aristotélica, ni
metáforica crística, quienes den un paso al frente en ese norte urgen afinar su
relación con las cualidades de transcender, con creatividad tocante al mundo de
las ideas, las ciencias, las tecnologías digitales, de las artes, las letras,
pero especialmente desafiar al mundo ideológico sin medrosidades, para dotarse
de los obligatorios presupuestos doctrinarios básicos como nutriente del
desarrollo de visiones globales, manifestando recurrentemente un elevado
sentido del compartir (tenia sed y me distes de beber), de confrontar los retos
en forma conjunta, articulados a diversas formas de organización que les
permita estar presentes a diario en las iniciativas ciudadanas de todos los
sectores, que son acechados por viejas y nuevas calamidades que resienten su
vida cotidiana, y hoy en esta hora menguada de la Patria, la apuesta es
atreverse a soñar, a pesar que el medio es hostil; hay que prepararse para romper
con él, casi como medida extrema de supervivencia (es imperdonable no hacerlo).
El proceso de democratización tuvo que
esperar, para su viabilización más de
medio siglo con la formación y consolidación de organizaciones políticas
populares de rango ideológico. Todas ellas nacidas en la Universidad, en un
país que en 1936 tenía 70% de analfabetismo y que en el 1958 exhibía un 50% de
ciudadanos en tan lamentable estado. La intelligentsia Civilista democrática,
con vocación política (a diferencia de la Positivista. Hipócritamente
apolítica, que sirvió de escalón a las dictaduras, de todo pelaje, desde Guzmán
a Pérez Jiménez), pensó, gesto, alumbró, alimento, y apuntalo el sueño de una
patria civil y civilista. La democratización aun con todas sus fragilidades no
tiene ascendencia pretoriana: es un decidido empeño civilista. La Doxa
republicana de la Patria siempre ha residido en la autentica universitas (no en
el engendro clientelar de las izquierdas de los 60, también ellas
militarizadas, cambiando según Marx, las armas de la critica por las critica de
las armas, con ebriedad de violencia y aventurerismo). Basta recordar en 1928,
el discurso de Jovito Villalba en el Panteón. Rememoremos la alborada de la
insurgencia civil del 57 contra la oprobiosa dictadura de Pérez Jiménez,
adelantada por la juventud universitaria y respaldada por los Profesores.
Nunca, el pretorianismo ha hecho suya la autentica y mejor causa de la “casa que vence las
sombras”, para expresarlo con las líricas estrofas del himno de la Universidad
Central.
Por eso la urgencia de un resurgir del sueño
civilista al que deben tender de verdad la sociedad civil y la sociedad
política en un país que pareciera que actualmente el envilecimiento colectivo
ha llevado a la perdida del sentido de
la comunidad y a la peligrosa fragmentación; es una Patria cuya lógica conduce
al sinsentido de buscar con actitud irresponsable, el caudillismo milagroso
(necesitamos un líder) o el espectro del comandante militar, o látigo del
capataz para imponer la regresión de la comunidad al rebaño equivoco; se impone
de nuevo la necesidad de una intelligestsia
aquella que prostituyó; desde los 60, el marxismo universitario (con su
correlato de sectarismos y exclusiones) con sus militarismos de vanguardia y
retaguardia. Ellas han heredado el desafío al cual ni las generaciones del 70-
80- 90, no quisimos, no supimos o no pudimos responder con grandeza.
Por eso es forzoso el decidido acompañamiento
de esa vanguardia en intensas jornadas de reflexión y de participación que debe
ir de la mano con todos los sectores de nuestras comunidades con acentuación en
los sectores preteridos, los más débiles, de verdad la apuesta debe ser por el
desarrollo de lideres “democráticos” que alcancen en el corto y mediano plazo
una clara elaboración programática y doctrinal. Siempre muy atentos a los
nuevos descaminados intentos de saltos al vacío, (una constituyente ya). Hemos
elaborado en el país dos docenas de maravillosas constituciones, profusos
códigos éticos, que han terminado siendo mamotretos que terminan satisfaciendo
vanidades de turno, que han frustrado sueños y voluntades de exigencias de
cambios. Uno de los fines de un nuevo liderazgo debe ser la promoción de una
alianza nacional, todavía cabalgamos sobre el pacto de Nación de 1811, (el de
las elites del 58, lo licuaron sus más diestros oficiantes), este tiene que
interpretar el nuevo espacio épocal, una confección de esa monta no es tarea
para roídas burocracias, ni para comisiones ad hoc, ni equipos de activismos
voluntaristas, ni de supuestas experiencias sobre políticas-públicas, con
imprecisas formulaciones y ocasionales encuentros, ni de círculos de cumbres
teatrales con el pretendido tinte académico o desteñidos eventos de los
partidos que no pasan de ser remakes con la intención de televisarlos, le toca a este liderazgo en avance como labor
inaplazable invitar rigurosamente a los venezolanos de excepción para
escucharlos en forma continuada sistemática, hasta lograr presentar el mas
profundo sólido y comprensible documento de un realizable proyecto nacional,
por supuesto con los necesarios tributos de las teorización es de las
corrientes de pensamiento universal de la sociología, la historia, las ciencias
políticas, de la teología, la ciencias duras, de elaboraciones como el
pensamiento complejo y demás, capitulo aparte que no admite simplificaciones es
la cohabitación con la nueva autoridad simbólica que son los medios, la punta
de iceberg de los estados y corporaciones industriales y militares. De escrutar
en la filosofía su apuesta de dilucidar las verdades ultimas, en su escrutinio
de inmutabilidad de las cosas.
Debe quedar claro que nadie tiene el poder
absoluto para cambiar todo un entramado social o para impedir sus cambios en
forma terminante. Las transformaciones, las avances en la calidad de vida, las
mutaciones son procesos complejos, largos, muy arduos. Cada quien aporta su
grano de arena al respecto. Quienes abrazan el rol de políticos tienen, sin
duda, un privilegio especial: su accionar influye de un modo más profundo que
otros en ese proceso. Por eso hay que tener muy claro los principios éticos con
los que deben manejarse. Más allá de la imperiosa necesidad de trabajar para
asegurar la propia subsistencia, la disyuntiva que se plantea es:
¿Nos batiremos para continuar con este
sistema o para proponer otro? (Sobre este tema volveremos luego).
Pedro
R. Garcia M.
pgpgarcia5@gmail.com
@pgpgarcia5
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