jueves, 30 de octubre de 2014

NELSON CASTELLANO-HERNÁNDEZ, ALGO MÁS

Crecí con una idea de lo que era ser venezolano, podías ser de Maracaibo, Barquisimeto, Guayanés, Andino, Margariteño o Caraqueño. Todos con características diferentes y a la vez con ese algo en común.

NELSON CASTELLANO-HERNÁNDEZ
Cada quien con un “cantadito” particular en el hablar, con sus expresiones locales, algunos comiéndose letras, cambiando la R por la L o la N por la M. Seguro que más de uno de ustedes ha escuchado decir: te acuerdas cuando íbanos…., o tenemos amigos de la región donde jamás tutean, quizás conocimos esposas que llamaban al marido por el apellido y a los originarios de la región donde se habla de vos.
Todos identificados con la misma Nación, de la costa a la selva, de la montaña a los llanos. Los que crecieron en un fundo, en un campo petrolero, en el interior o la capital, todos venezolanos y orgullosos de serlo.
Existen los “pretenciosos” que consideraban que fuera de la capital todo era monte y culebra, aquellos que por venir de una región petrolera sentían que mantenían al país, también están las regiones agrícolas orgullosas porque nos daban de comer.
Mucha gente creció escuchando a Simón, la Billo’s, a Lila, a Soledad Bravo y miles de etcéteras, pero también a Oscar D´ León, los Guaco o Caramelo de Cianuro. Es iluso de mi parte pretender reducir la lista de intérpretes que viven en el corazón venezolano de cada generación.
Mi intención es demostrar que vengas de donde vengas, te emocionas con la quirpa, una gaita, un bolero, un reguetón y con la orquesta sinfónica Simón Bolívar.
En su devenir histórico nuestro país ha atravesado diferentes épocas, regímenes y situaciones, dictaduras, democracias, épocas de “vacas gordas” y también de “vacas flacas”. Parece ser que nos consideraron antipáticos en el exterior, por aquello del “dame dos”, aunque no lo percibíamos, nos sentíamos ricos y éramos bien recibidos, ¡gastábamos!
A los extranjeros siempre les gustaba venir a instalarse en Venezuela, era un país con oportunidades. Muchos ilustres apellidos de “gente acomodada” así lo demuestran, adoraban el clima, la comida, las playas, la alegría de vivir y su gente.
Así conocimos “musiús” que se sentían caraqueños, llaneros o maracuchos, que se quedaron, se casaron y fundaron familia.
La gente “de por aquí” se sentía orgullosa de la Gran Sabana, del Lago de Maracaibo, del Pico Bolívar o del Cerro el Ávila. Nuestro pueblo y todos aquellos que se integraron, hicieron de la espontaneidad, el humor, la hospitalidad y la relatividad con la que el autóctono utiliza el tiempo, una manera de ser.
Intente medir “ahorita”, “después”, “mañana”, “más tarde” y entenderá porque nos gusta trabajar bajo presión.
Esta tierra parió Caciques, a Bolívar y demás héroes de la libertad, a las Teresas, Carreño y de la Parra, a Reverón, a Soto, a Luis Aparicio, a Rómulo Gallegos, a Caracciolo Parra Pérez, a Ramos Sucre, al Dr. José Gregorio Hernández, a Arístides Calvani, a Jacinto Convit, a Fernández-Morán, a Inocente Carreño, a Nazoa, a Oscar Yánez, a Betancourt, Leoni y Caldera, a Renny Ottolina; a Alegría Beracasa, a María Teresa Castillo, para humildemente recordar unos pocos ejemplos de los que ya no están con nosotros, pero que sin lugar a dudas moldearon nuestra realidad.
Pero sin llegar a ser conocidos, Venezuela es el producto de todo un pueblo, que cada día de su vida hizo lo que tenía que hacer. En cada uno de nosotros vibra esa riqueza inmaterial que nos identifica, ese algo más, único e irrepetible. Que conste que no afirmo que mejor, pero que nos diferencia de otros latinoamericanos.
¿La herencia libertaria? ¿La situación geográfica? ¿La riqueza petrolera?, vaya usted a saber. Probablemente la suma de tantos aspectos que para bien o para mal han sido causa de desarrollo y de desgracias.
En diferentes oportunidades, en mi quehacer diplomático, me tocó explicar que un territorio y una lengua común no nos convertían en un continente homogéneo. El observador extranjero que así lo afirmaba dejaba de lado las diferentes culturas que habían formado al hombre latinoamericano, su proporción dentro de nuestras sociedades determinaban caracteres diferentes.
Las diferencias geográficas y los climas también, los años de vida política democrática eran determinantes. Por último los niveles de desarrollo económico eran causa de procesos distintos de acceso a la modernidad, la educación y a las oportunidades de desarrollo.
Es difícil para pequeños países desarrollados, empeñados en funcionar divididos en federaciones, confederaciones y autonomías, elevarse al nivel de complejidad de territorios que los duplican o multiplican en metros cuadrados inhabitados.
Cuando me siento a reflexionar sobre todo esto y volteo hacia atrás, para comparar con lo que vivimos actualmente, me pregunto ¿qué sucedió? ¿Dónde nos equivocamos?, ¿qué se hizo ese espíritu venezolano, rebelde, creativo, humano, solidario, inventivo y alegre?
¿En qué momento comenzamos a hacer de la vulgaridad, la corrupción, el irrespeto y el abuso de poder valores nacionales? Siempre han existido traidores, ladrones, asesinos, violadores de derechos humanos, eso en cualquier país del mundo, pero aquí nunca fueron un paradigma digno de ser imitado.
¿Qué sucedió para que se alimentara el odio entre nacidos de la misma tierra? ¿Por qué un proceso en franco desarrollo, se deterioró de tal manera, que terminó por engendrar el mismo monstruo que habría de devorarlo?
Pues sucede que Venezuela ha terminado por desencantar a los venezolanos, invivible, peligrosa, sin justicia ni ley. No creemos en las autoridades, ni en los funcionarios públicos, sobre todo en aquellos que ocupan las más altas responsabilidades.
No encontramos diferencias entre un funcionario del orden y un hampón o un asesino. Se extinguieron las posibilidades de tener futuro, una empresa, una propiedad donde vivir.
No encontramos las cosas más básicas y ni siquiera medicinas. Las nuevas generaciones emigran buscando trabajo y un territorio pacífico.
Allí les faltará la luz, el mar, la música y una arepa. Será un lugar donde extrañarán un abrazo, un apelativo de “compadre” o “hermano querido”.
Y sin embargo esa patria de siempre es posible, contamos con un arma secreta, ese algo más que se encuentra situado dentro del corazón de cada uno, con decisión, unión y valentía la recuperaremos. Quizás estamos cerca, solo nos falta dar un paso, del que se habla en voz baja… el necesario.
Nelson Castellano-Hernández
nelsoncastellano@hotmail.com

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